En total amargura, César terminó de pasar el tiempo que transcurrió luego de que Fabiana y su hermana abandonaron las instalaciones de su despacho. A su mente volvían una y otra vez las palabras de Fabiana diciéndole en voz alta y con la seguridad que la caracteriza y que la hizo aborrecerla que el hijo que ella lleva en su vientre es de él y Arianna. Se niega a creerle, pero la duda de lo posible se antepone a esa necesidad de no confiar. Por lo unido que eran Arianna y él, se contaban todo, para ambos no había secreto alguno, la confianza que se tenían era tal que rebasaba los límites de la transparencia. Tan grande era el amor que sentían el uno por el otro que inconscientemente estimaron que no había necesidad de engañar, de omitir o callar algo. Por esa grandeza ambos se dedicaron e