EBBA FISCHER. Muevo la cuchara de mi plato de un lado a otro. Los acontecimientos de esa anoche pasan como un rayo y chocan con mi cuerpo en cuestión de segundos. ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Cómo dejé que ese maldito idiota tocara mi cuerpo? ¡Yo se lo permití! Deberían mandarme a la horca por tal crimen. Mayor fue mi miedo cuando Federico entró poco después de que se fuera Santino. Estuve a nada de explicar como terminé entre las garras de su primo. -no tienes apetito regina- toca mi mano. Detengo el juego de picar la fruta. -al parecer, no- sonrío levemente. Paso la vista por la silla de Santino. Vacío. El mayordomo solo me dijo que su señor tuvo un viaje de imprevisto. Ya han pasado tres días. Y aun sigues recordando Ebba como el maldito te negó un orgasmo. Debería da

