SANTINO LEWIS
-Y con este trago va la tercera botella de la noche- espeta Matteo chupando un limón. Extiendo el vaso para que la mujer que está a mi lado lo vuelva a llenar. Necesito embriagarme.
-¿acaso eres mi madre?- suelta la carcajada.
-no, pero si tu mano derecha y sin ti quedaría en bancarrota. Tengo que mantenerte vivo- vuelvo a empinarme el trago que quema mi garganta. Ebba vuelve a pasar por mi cabeza. Vuelvo a pasar la mano en la herida de mi rostro.
Una risa brota de mis labios.
-estoy a esto de cortarte la lengua- muestro mis dedos. Se encoge de hombro inclinándose en su asiento.
-mientras mi polla esté intacta, lo demás no importa- a veces me pregunto por qué lo escogí como mi subjefe. Porque es una de las pocas personas en las que confío.
-Ahora dime qué ha sucedido. ¿Para cuando el barco de Rivas?- Matteo revisa su celular y frunce el ceño.
-al parecer hoy- me enderezo en mi asiento y frunzo el ceño. En este estado no puedo ir. Observo a Matteo que hace un par de llamadas y suelta un insulto en Italiano. Seguro no son buenas noticias.
-Tenemos que salir ahora o nos perderemos de la fiesta- espabilo un poco pero sé cuando mi cuerpo no va a funcionar.
-¿Tenías que emborracharte justo ahora?- espeta molesto.
-cierra la puta boca- suspira frustrado.
-Llevaré a Darío y Dante conmigo. Partiremos en el jet privado. Anuncia a King que iremos en tu nombre- no hay necesidad de hacerlo por que lo hice en la mañana. Matteo marca a dos de mis soldados dando instrucciones. Sin este hijo de perra sería nada.
Cuando mi cuerpo logra estabilizarse toco el hombro de Matteo.
-no necesito que hagas una guerra con King o alguno de sus hombre- quiere hablar pero soy más rápido.
-te conozco y sé que cuando quieres ser un imbécil lo eres el doble- sonríe como si lo estuviera alabando.
-le diré a uno de nuestros soldados que te lleven a casa. hueles a despecho- me empino otro trago.
-¿despecho?- levanto una ceja.
-te gusta la mujer de tu primo y he de decirte que como fan número uno de las mujeres casadas. Te vas a meter en un problema abismal- tuerzo el gesto. Los problemas los consiguió ella al unirse a Federico.
-Esa mujer no me interesa. Es solo un juego para pinchar al imbécil de Federico- Matteo sonríe de lado. Me conoce, el hijo de perra me conoce muy bien.
-oh claro y yo me voy a casar algún día- no me deja contestar por que se larga dejándome solo en el bar. Me recuesto en el sillón recordando el rostro de la mujer en la que no debería de estar pensando. ¿Qué quiero de ella? ¿Tirarmela? ¿Es eso? Tal vez necesito liberar el estrés.
Una morena de melena n/gro azabache se posa frente a mí. Extiendo la mano dejando que se sienta a mi lado.
-Ciao- al escuchar mi idioma sonríe con coquetería. El italiano a veces puede hacer que una mujer se desnude. Y eso sumado el encanto, te deja como resultado una noche inolvidable.
Deslizo mis nudillos por su cuello tocando el collar.
-que hace una bella mujer, sola, en un club lleno de hombres malos- ríe tocando mi pecho.
-tal vez vine a eso- deslizo la mano por su pierna. No me niega el contacto lo que indica que solo es una mujer barata. Aparto mis manos aburriéndome al instante.
-vete- levanta una ceja.
-Sucede algo- intenta rodear mi cuello con sus brazos pero me pongo de pie.
-sucede que no me van las fáciles- abre la boca para decir algo pero me largo del lugar. Mientras camino a la salida me pregunto desde cuando rechazo un coño. Tal vez el trago si me está afectando el juicio.
Camino chocando con un tipo al cual riego la bebida.
-fíjate por donde andas. Imbécil- espeto a ver que ensucia mi traje hecho a la medida. El hombre que va acompañado de una mujer me empuja molesto queriendo lucir las bolas que tiene de adorno.
-¡quien empujó a quien, imbécil!- me sujeta de la camisa y me rio en su cara.
-vas a soltarme ahora- ríe. La rubia que lo acompaña desliza su mirada hacia mi y no paso de vista la forma en la que escanea mi cuerpo.
-o si no qué- me sujeta más fuerte. Llevo la mano tras mi espalda tomando el arma y apuntando en su dirección.
-o te vuelo los sesos aquí mismo- me suelta levantando las manos. Doy dos pasos rascando mi cabeza con el arma.
-¿qué? se te encogieron las pelotas que lucias hace un momento- su mandíbula se presiona. Aviento el arma al piso. Hoy tengo ganas de liberar la rabia que tengo dentro.
-¿y si lo hacemos a la antigua?- me encojo de hombros. La musica resuena en el ambiente y estoy tan borracho para entender lo que pasa en este momento.
Palmeo mi mejilla para que dé el primer golpe.
-vamos, te daré la oportunidad de empezar- miro a la rubia que intenta detenerlo. Su melena me recuerda a quien no debo.
-¿qué? me dejaras ganar a la rubia como premio. De seguro su coño..- el primer golpe me manda al piso y sonrío al sentir el sabor de la sangre. Tambaleando me pongo de pie aplaudiendo.
-buen golpe- mis hombres se acercan pero levanto la mano para que nadie se acerque.
- que nadie se acerque. Esto es entre mi amigo y yo- río.
El alcohol se me sube a la cabeza y no se lo que pasa pero solo proceso los golpes que conecto y recibo de vuelta. Sé que mañana esto dolerá como la mierda. El nombre de esa mujer pasa por mi cabeza antes de sentir que todo a mi alrededor se nubla.
-¡pero qué le sucedió!- alguien me sujeta.
-se peleo en un bar- escucho decir a uno de mis soldados.
-se volvió loco. ¿mató a alguien?- no entiendo lo que responde mi soldado. Solo capto a un conejito rosa que luce una peculiar pijama en tono pastel. Sonrío al verla pero se me amarga el genio al ver como abraza a su prometido.
-¡lárguense ya!- me retuerzo colocándome de pie. Ebba abraza a Federico logrando que mi mal genio vuelva a relucir.
Empiezo a caminar dejando a esa inmunda gente abajo.
Abro mi habitación que está en penumbra y me lanzo a mi cama. Tomo la almohada que aquella mujer tocó y me pierdo en un sueño donde mi cabello es acariciado por algo suave.
-eres un idiota- gruño al escuchar una voz.
-debería irme y no curarte, pero odio la suciedad. No me gusta, me asquea y soy una maniaca de la limpieza- se oye un suspiro.
-tu no sabes lo que vivir usando la misma ropa por días y bañarte en el fango- algo cálido toca mi mejilla.
-por qué no pagaste. Te di algo especial y tú lo tomaste como algo más del montón- vuelvo a cerrar los ojos sumiéndome en un sueño donde veo a una niña rubia de ojos grises con una blusa desgastada y sucia. Ni aun así pierde su belleza.