"La belleza de la justicia divina"

4996 Words
—Dime que no estabas coqueteando con el imbécil que nos dejó sin mesa. —Sonrió Alfonso hacia Catrina negando con la cabeza un par de veces. La joven recién había cesado su conversación con Matteo. —Sólo…por un segundo. —Respondió ella con franqueza tras abrazarlo por el hombro, él negó con la cabeza riendo, ya la conocía, Catrina con normalidad hacía exactamente lo que deseaba. —Cat, ese tipo nos mandó a la terraza, Marena está como loca porque consiguió encontrar al imbécil de Pablo y ya no se quiere ir de aquí, y tú que eres la única que la hace entrar en razón, elegiste un momento poco oportuno para irte. —La joven alzó ambas cejas, oh no, ese tal Pablo siempre sacaba lo peor de su amiga. Alfonso sostuvo la mano de Catrina caballerosamente para caminar junto con ella hacia donde Marena se encontraba. No pudo evitarlo, aunque sentía un profundo desprecio por Matteo un impulso le provocó volver a mirarlo, tan sólo una última vez, se dijo a sí misma. Los vellos se le erizaron cuando se dio cuenta de que él no la había perdido de vista, su mirada divertida, casi obsesiva, la seguía en cada paso que daba, con sus labios rojizos entornados en una sonrisa. — ¿Qué es lo que le pasa? —Susurró para sí misma. — ¿A quién? —Preguntó Alfonso, Catrina continuó viéndolo, Matteo desvió la mirada de la joven para hablar con una de las meseras, seguramente coquetearía con ella, casi por seguro. —A nadie. —Respondió ella negando con la cabeza. Se encontraban llegando a la zona de la terraza, su mesa era la única que estaba siendo ocupada, seguía lloviendo aunque de manera mas ligera, eso no había impedido que todos terminaran empapados y furiosos. Catrina ladeó la cabeza cuando contempló a Pablo al lado de su amiga, con un rostro concentrado en ella, y el resto mirándolos con desaprobación y cansancio, la joven tuvo que presionar los labios para no reírse con fuerza por la situación ¡Debieron haberse ido hace horas y sin embargo seguían ahí! Al lado de Pablo y Marena se encontraba el famosísimo Máximo Caruso, Catrina no tardó demasiado en reconocerlo, él la había notado también. Aunque se habían encontrado un par de veces realmente nunca habían hablado, por lo menos no demasiado, principalmente debido a que Catrina procuraba evitarlo a toda costa. Fue culpa de aquel instante, ese choque de miradas, casi como si se desafiaran con ellas, que Catrina perdió su equilibrio, aunque también tenía parte y responsabilidad que el material de piso estaba hecho con madera artificial, por ende resbalosa y húmeda. Si iba a pasar por un momento humillante, pensó la joven, no sería sola, por lo que apresurada mientras caía sin remedio tomó por la camisa a Máximo, quien sorprendido no tuvo tiempo de apoyarse en algo, cayendo, de ese modo ambos sobre sus propios traseros en el suelo. —Oh…Catrina. —Susurró Marena poniendo su mano sobre la frente, no tenía remedio, apenas había llegado y ya había causado un accidente. —Lo siento, Máximo...Esta chica no tiene remedio… —Catrina tuvo que reprimir una sonrisa en sus labios, estaba deseosa de reír. Ambos, sentados en el suelo continuaban viéndose, aunque él se encontraba notablemente confundido. —Máximo… —La joven sostuvo su aliento para no reír, él parecía conmocionado por haber caído. —…Hola. —Aunque lo había intentado con todas sus fuerzas, Catrina no podía más, tuvo que reír, él frunció el ceño confundido ¿Qué le parecía cómico? Ambos estaban en el suelo con los traseros mojados por su culpa. — ¡Lo siento! —Me gustaría, como no te imaginas, entender qué te causa tanta gracia. —Murmuró sosteniéndose de sus palmas para levantarse, a su vez extendiéndole a Catrina una de ellas para ayudarla, sin embargo la joven no se la recibió y por sí sola se levantó casi al mismo tiempo que él. —No es nada. —Respondió ella viéndolo a los ojos. —Sólo me parece increíble. — ¿Qué es lo que te parece tan increíble? —Su curiosidad aumentaba en la misma medida que la risa de Catrina sonaba con más fuerza, casi como si estuviese siendo involuntaria. —La belleza de la justicia divina, Máximo. —Respondió ella palmeando su mano sobre el fornido hombro del joven, y como si este hubiera entendido, inmediatamente frunció el ceño. Seguramente sabía lo de América. Sentirse humillado no era algo a lo que estuviera acostumbrado, por lo que su mejor modo de lidiar con aquello fue el de ignorar a Catrina. La joven, observadora como usualmente era, no pudo evitar reparar en las facciones de Máximo, me serviría como un modelo para mis obras, pensó la joven sonriendo. Tenía la apariencia de un modelo de Miguel Ángel, con facciones bien marcadas, ojos grandes, dormilones y caídos de un tono verde con tintes en azul, pestañas espesas y negras al igual que sus cejas y cabello corto, aunque no pareciera muy preocupado por mantenerlo arreglado, pues era a simple vista rizado. Su estatura sobresalía sobre la de los demás, algo intimidante, pensó Catrina. — ¿Estás bien? —Preguntó Alfonso, quien había visto todo el accidente. —No, mi trasero me duele, idiota. —Se burló ella apoyando su brazo en el de su amigo, quien riendo apoyó su cabeza con la de Catrina. —Está bien, por lo menos no fui la única. — ¿Catrina, cierto? —Preguntó Máximo, el rostro descolocado que tuvo cuando empezó a hablar con ella se había transformado en uno amable, carismático, como si se tratase de la persona más amable del mundo. — Mucho gusto. He escuchado de ti antes. —Su tono entusiasmado le provocaba dolor de cabeza a la joven, por lo que se limitó a sonreír con la boca cerrada y de manera forzada. Ella sabía que él no le había hecho nada malo particularmente a ella, pero no podía evitar sentir cierta repulsión por su persona y él parecía notarlo, pues estaba cuidando especialmente sus movimientos al momento de hablar, por lo que se sintió desairado cuando la joven energética tomó la mano de Alfonso y corrió hacia el interior del bar, para bailar con él, ignorándolo por completo. — ¡Pobre Marena! ¡Tan bella y tan tonta! —Gritó Alfonso en el oído de Catrina, quien nerviosa miró a la distancia a su amiga suplicando por ser escuchada por Pablo, quien parecía complacido por tenerla así. —Como si tú nunca hubieras estado así por alguien. —Se burló ella. No le gustaba que hablaran mal de su amiga, por más cierto que fuera el hecho de que estuviese mal por un mal de amores. Catrina respiró profundo, quería continuar disfrutando de la compañía de su amigo, pero ahí estaba de nuevo, Marena parecía querer llorar y aunque quería dejarla cometer sus propios errores, ya no podía soportarlo un momento más. Conforme caminaba hacia Marena, notaba que Máximo estaba intentando intervenir en la situación, hablando con su amiga, con una mirada preocupada, como si quisiera hacerla entrar en razón, por otro lado Pablo bebía mientras reía con fuerza. Catrina frunció el ceño, apretó los puños y se acercó, dejando a Alfonso en la pista. —Mar, vámonos. —Suplicó Máximo, su interés por ayudar a su amiga aumentó cuando notó que Catrina se acercaba, ¿Por qué sentía la necesidad de que ella lo aprobara? ¿Debido a que nunca antes lo habían tratado con tal indiferencia? — ¡Hey, Catrina, las llevo a donde vayan! —Gritó el joven tomando por sorpresa a la castaña, pues su impresión de él era la peor y eso no contrastaba con su amabilidad aquella noche, como si realmente estuviese preocupado por Marena. Máximo enseguida se encogió en hombros como rendido, pidiendo ayuda. — ¡Mar, por favor llévame a casa ya, me siento fatal! —Gritó Catrina intentando buscar algún pretexto para sacarla de ahí, Marena dedicó una mirada despectiva a su amiga, sus delicadas pero crueles facciones no pasaron desapercibidas, tanto Pablo como Máximo lo notaron. — ¡Pues pide un taxi! —Gritó haciendo un puchero, como intentando convencerla con amabilidad, Catrina suspiró y negó con la cabeza. — ¡Sí deberías llevártela, Catrina! ¡quítamela de encima! —Gritó Pablo desprendiéndose del firme agarre de Pamela. — ¿Quieres? —Pidió haciendo una mueca incómoda, Catrina enrojeció por la ira, Máximo, aun sin conocerla, ya presentía que explotaría. — ¡Mira tú a mí no me vas a decir que hacer, pusilánime sabandija! —Gritó saltando hacia él, por supuesto Máximo apresurado previendo el accidente puso su mano en medio de ambos, Pablo tenía el ceño fruncido. —Alguien controle a esta perra. —Pidió en un tono enojado. —Cuida tu tono, Pablo. —Solicitó Máximo seriamente poniendo la mano sobre el pecho de su amigo, Pablo rodó los ojos y retrocedió dos pasos, no necesitaba aquellos problemas por alguien que no valía la pena como Marena, pensó. —Como sea… —Cuando finalmente optó callarse, ninguno de los tres se encontraba contentos. Catrina quería golpear el rostro de Pablo, Máximo no podía creer la forma en la que su propio amigo hablaba hacia una mujer, y Marena no podía perdonarle a su amiga que por culpa de ella el amor de su vida podría irse. —Marena ¿No crees que es muy tarde para un taxi? —Preguntó Catrina, Máximo asintió con la cabeza ante aquel comentario, estando de acuerdo con la joven. A Marena se le intensificó la mueca. —Hey, gracias por abandonarme. —Reclamó Alfonso acercándose al oído de Catrina. La joven soltó una sonrisa aparentemente inocente, arrepentida, enseguida lo abrazó y él inmediato aceptó, ambos se entendían. — ¡Sí, Alfonso! ¡Llévala tú! —Propuso ella misma, Catrina respiró profundo perdiendo la paciencia. — ¡Eso sería increíble pero todos llegamos en tu auto, cariño! —Gritó Alfonso, Máximo y Pablo comenzaron a reír con fuerza, oh no, pensó Catrina a sabiendas de que Marena odiaba que la gente se burlara de ella, más que nada en el mundo, por lo que intentando ayudar a los individuos hizo un movimiento con la cabeza para que pararan, inmediato ambos cesaron, principalmente tras ver el rostro enrojecido por la vergüenza y el enojo de Marena. Máximo continuaba viendo a Catrina, aunque intentaba disimularlo hablando con Pablo, aquello incomodaba a la joven por lo que intentando ver a todos lados menos hacia ellos, vio algo que casi le provocó salir corriendo: Matteo, el mismo Matteo al que previamente había criticado se estaba acercando con un par de guardias de seguridad a toda prisa hacia ellos. —No, Catrina ¿Ahora qué hiciste? —Preguntó Marena en un tono cansado, la joven no tuvo tiempo de defenderse cuando llegaron. —Hola ¿Cómo están? —Preguntó con una sonrisa falsa, la misma que había usado para quitarles la mesa. Tenía las manos unidas frente a su cuerpo, había cierta altanería en sus movimientos. —Los quiero a todos fuera de mi bar. Ahora. —Solicitó en un tono seco y petulante. Catrina negó con la cabeza lentamente cruzada en brazos y con sus labios articuló un “Hijo de puta”, sin decirlo realmente, él le sonrió con satisfacción y volvió a alzar la sombrilla morada que antes se encontraba en su bebida. ¡Maldito descarado! Pensó furiosa. —No, sáquenla sólo a ella. —Pidió Marena. — ¿Por qué debemos pagar por lo que sea que haya hecho? —Preguntó en mitad de un berrinche. —Marena… —Susurró Catrina frunciendo el ceño con dolor, Máximo del mismo modo miró la escena inconforme, Mar estaba siendo tan injusta con su amiga, ella no era así con nadie más. —Largo de mi bar. —Solicitó una vez más en un tono más lento y separando cada palabra para dejar en claro que su intención era la de molestar. — ¿Incluso yo? —Preguntó entonces Máximo uniéndose a la conversación, en un tono de voz divertido y completamente relajado. La mirada seria de Matteo se transformó en una amable al ver al joven de cabellera negra. —Tú no, Max, por supuesto. —Sonrió acercándose a saludar al muchacho, a pesar de que Máximo era alto, al lado de Matteo se veía casi pequeño. Catrina soltó una risa, no le sorprendía para nada que se conocieran, eran el tipo de canallas que la joven ahuyentaba de su vida en todo momento. Pablo, naturalmente, saludó también a Matteo sonriendo con su amarilla dentadura por el abuso de nicotina. —Pablito, pero ¿Qué haces con esas muchachas? —Preguntó Matteo viéndolas por encima del hombro, mientras eso sucedía Catrina se encontraba recogiendo sus cosas, al carajo, tomaría un taxi, no tenía por que vivir aquellas humillaciones, por lo que sólo estaba esperando la llamada de Alfonso, quien ya se encontraba afuera pidiendo uno para ambos. —Una es linda. —El cinismo de verlos hablar de ellas había hecho enojar profundamente a Gloria y Marena, quienes casi estaban llorando por el coraje, sin embargo Catrina estaba viendo sus uñas, aunque estaba inconforme por la inmadura manera de actuar de Matteo, no le interesaba un comino lo que alguien como él pudiera decir o pensar de ella. —No tienen educación. —Murmuró Máximo negando con la cabeza. —Discúlpenlos, chicas. —Pidió dirigiendo sus ojos directamente a Catrina, al ver la reacción de la joven de incredulidad y burla, Matteo no pudo evitar reír, dándole mientras tanto, golpecitos de lástima en el hombro a su amigo. —Primero respétalas tú, imbécil. —Dijo Matteo. —Disculpándote con ellas como si no abusaras de su confianza como modo de entretenimiento. —Catrina inmediato lo notó, había cierto resentimiento en el tono venenoso de aquel Matteo. —Bueno…Es sólo que Marena es mi amiga y por eso no me gusta que se expresen de ese modo de ella y mucho menos frente a ellas. —Respondió con simpleza. Continuaron su discusión de quién se iba y quién se quedaba mientras Máximo pedía clemencia por ellas y Pablo y Matteo no paraban de reír por el exceso de modales de su amigo. — ¿Prefieres quedarte con esa clase de personas? —Preguntó Catrina en voz baja, Marena desvió la mirada ignorando por completo a su amiga, por lo que la joven, desesperanzada negó con la cabeza y respiró profundo, ya no iba a suplicarle más, de todos modos Gloria seguía ahí y ella podría cuidarla. Había tenido suficiente de humillaciones. Tras asegurarse de que su amiga llegaría sana y salva a casa, Catrina tomó un taxi junto con Alfonso, primero la dejaron a ella. La joven llegó al edificio, Melquiades se había quedado despierto para esperarla y al verla entrar regresó a su pequeño departamento, Catrina entró al suyo y se lanzó a la cama sin cambiarse o quitarse el maquillaje, había sido una noche agotadora. Siempre sucedía lo mismo, Marena llamó a Catrina tres veces en la madrugada pero esta última no se atrevió a responder, a veces su amistad le resultaba agotadora, ya era fin de semana y no quería saber nada de nadie. —No hoy, Marena. —Susurró estirándose.  Esa...Maldita loca. Se repetía Matteo a sí mismo incesantemente mientras contemplaba la ciudad desde su ventana. Parecía un león enjaulado y estaba consternado —Maldita seas. —Susurró recordándola beber de su bebida de naranja en mano, sus ojos avellana y sus larga y petulante sonrisa.  ¿Qué era lo que más molestaba a Matteo? No saber el nombre de aquella deschavetada. Tras frotarse los ojos comenzó a plantearse el por qué le importaba tanto, apenas y habían cruzado palabra y ella era evidentemente una grosera nada más. Sin embargo el recordarla llamándolo "hijo de puta" mientras la sacaba a ella y todos sus amigos del bar, le provocaba una maliciosa sonrisa.  No lo resistió más, con su puño apretado sobre su celular marcó a Máximo. — ¡Matteeíto! —Saludó juguetonamente. Él rodó los ojos, se sentía apresurado, necesitaba saber de ella, no perderla de vista.  — ¿Sigues en mi bar? —Preguntó apurado.  —Pues...Naturalmente que no. —Respondió extrañado. —Como verás nos sacaste del ahí por tus pantalones.  —A ti no. —Respondió ansioso, tras poner su mano sobre los labios, continuó. —Eso no importa...Verás, había...Una muchachita grosera...Muy...—Hermosa, pensó. —Extraña. —Terminó por decir. —De ojos grandes, no muy alta. —Agregó, hubo un largo silencio, Máximo se encontraba con el ceño fruncido, no le había tomado ni un segundo comprender que se trataba de Catrina, la joven que quería encontrar. —Usaba un vestido amarillo, bastante llamativa, debiste verla.—El silencio tan sólo se prolongó más, Matteo hizo una mueca.  —Ni idea, lo siento.  —Finalmente resolvió el joven en un tono neutral, casi como midiendo el correcto uso de su tono de voz para no despertar sospechas de algún modo, sin embargo Matteo era más listo, él no encontraba ninguna dificultad en darse cuenta de cuándo le mentían, por lo que colerizado apretó los labios y el teléfono en su mano.  — ¿Seguro? —Preguntó entre dientes. —Creí haberte visto hablar con ella... —Dijo con una sonrisa falsa en sus labios.  —Pues viste mal. —Resolvió decir Máximo tranquilamente, a lo que Matteo respondió con terminar la llamada. ¡Maldita sea! Pensó, las cosas no se quedarían así.  *FLASHBACK* —No te he dicho otra cosa además de la verdad. —Sonrió Seth hacia Catrina con una mirada preocupada. La joven ladeó la cabeza con cierta confusión. Era imposible, alguien como él no podía simplemente poner los ojos en alguien como ella... Finalmente era una errática adolescente, él todo un joven admirable.  —Me es difícil de asimilar, es sólo eso. —Sonrió Catrina con nerviosismo. Seth rodó los ojos y se acercó a besarle ambas mejillas, la joven enrojeció con los ojos cerrados por la emoción que su tacto le provocaba. —No puedo creer que alguien como tú...me vea a mí. —Eso se debe a que nunca te has dado cuenta de lo que eres, no en realidad. —Sonrió. —Te ves pequeña y torpe, pero eres mucho más que eso, quiero ser yo el que lo devele, el que te descubra. Merezco descubrirte antes que el resto ¿Entiendes? —Le pidió saber. — ¿Entiendes? —Insistió. Catrina enrojeció una vez más y tragó saliva. Quería que la volviera a besar, ya que ella no se atrevía a hacerlo. No, era imposible. —Deja de pensarlo demasiado, Catrina Leone, te quiero. Te amo. Eres mía.  —No puedes decir este tipo de cosas, Seth... —Susurró ella mirando sus manos. Era todo diferente cuando Seth L. Greco se acercaba, todo lo transformaba en un mundo alterno al que ella apenas pertenencia, tan nuevo. Sus labios nunca habían sido tocados y ahora él los poseía como propios, sus manos nunca habían tocado el pecho de un varón de aquel modo, pero ahora lo tocaba a él.  —Pero ¿Es mentira, Catrina? —Preguntó acercándose a ella de manera posesiva, cuidando no ser visto por los padres de la joven. — ¿Es que no eres de mí? —Ella sonrió, sus ojos le brillaron, la timidez la asaltó una vez más y aquello provocó una mirada llena de ternura por parte de Seth. —Dilo. —Sus ojos oscurecieron un par de tonos, ya no se encontraba aquella ilusión e inocencia, sino cierta malicia y obsesión. —Dilo, o me iré.  —Soy tuya. —Se apresuró en decir la joven. El rostro serio de Seth se transformó en una renovada sonrisa.  —Esa es mi chica, mi niña buena. —La joven cerró los ojos. Seth besó de nuevo sus mejillas. —Mi secretísima Catrina, Catrina mía. —La joven comenzó a reír ante los apresurados besos de Seth sobre su rostro y cuello de manera juguetona.  —Quiero verte de nuevo mañana. —Suplicó la castaña con los ojos brillándole por la emoción. Seth negó con la cabeza un par de veces, provocando un rostro entristecido en la joven. —No es justo, Seth. —Murmuró. Lo necesitaba profundamente, él lo sabía. —No puedes verme cuando tú quieres.  — ¿Quieres que tus papás lo descubran? —Preguntó en un tono burlón intentando tranquilizarla. —No, tengo que venir de vez en cuando, de manera casual, para que continúes siendo mi secreto. No quiero que te aparten de mí. —No lo permitiría. —Respondió inmediatamente. —Antes me escapo contigo.  —Hay cosas que todavía no entiendes, Catrina, corazón. —Sonrió Seth. La cicatriz se marcaba en su rostro cuando sonreía con fuerza a través de la esquina de sus labios hasta la parte inferior del ojo. —Pero cuando te las explique… les darás la razón a ellos, querrás irte de mí.  —Nunca podría...  —Pero lo harías. —Sonrió. —No quiero que sepas nada. No por ahora, no en tanto puedas continuar siendo mía. —Ella sonrió y agachó la mirada apenada, Seth la persiguió con el rostro. —Te gusta que te diga eso ¿No es así? ¿Que eres mía, Catrina? —Ella cerró los ojos y puso la mitad de su mano cubriéndole el rostro. —Oh, pero si eso te encanta...  —Seth, por favor... —Susurró. El joven puso su helada mano, como siempre la tenía, sobre el muslo derecho de ella, debido a que llevaba falda no le fue difícil acercarse a su zona íntima provocando que ella cerrara los ojos con fuerza. — ¿Qué haces? —Sabes exactamente qué hago. —Murmuró en un tono enronquecido. — ¿Verdad? —Ella respiró profundo sintiendo como los dedos de Seth se acercaban cada vez más a su intimidad.  El ruido de la puerta los interrumpió, ambos se separaron, Catrina tuvo que reponer su respiración de un momento a otro con las mejillas encendidas, Seth reprimió una sonrisa. Se trataba del padre y madre de la joven, quienes regresaban de un viaje. —Muchachos. —Sonrió el padre de Catrina.  —Papá. —Sonrió la joven sin acercarse debido aquel se sentía profundamente avergonzada por lo que había sucedido. Él ladeó la cabeza dándose cuenta de que algo extraño acontecía. —Qué bueno que estén...de regreso.  —Sí, Beatriz quería asegurarse de que estuvieras bien, cariño. —Sonrió el hombre. —Seth, no me avisaste que vendrías.  —Creí que era bienvenido siempre. —La mirada fría en el joven provocó impresión en Catrina. — ¿No es así? —Sí, supongo que sí. —Murmuró encogiéndose en hombros. — ¿Se estaban...conociendo mejor? —Preguntó con cierto recelo en el timbre de voz.  —Profundamente. —Respondió Seth mirando fijamente a Catrina. Una sensación vertiginosa le provocó a la joven un escalofrío en todo el cuerpo. Estaba haciéndolo de nuevo, poniéndola en aquella situación bochornosa, ¡Ah! Seth la ponía mal.  Catrina abrió los ojos. Los sueños de aquellos recuerdos eran el motivo por el cual disfrutaba tener insomnio. Era su único escape, de otro modo Seth aparecía para embrujarle la cabeza, como solía hacer. La joven no pudo evitar cubrir sus ojos con ambas manos, de algún modo aquello era consuelo. Si hubiera hecho las cosas diferente…si supiera lo que ahora sabía…No se habría dejado engañar por él. Con un nudo en el estómago salió del departamento, ya que si no lo hacía comenzaría a sobre pensar como usualmente sucedía. Al bajar se encontró en el patio central se recostó sobre una de las hamacas que la dueña del edificio había puesto, al alzar la vista pudo ver la luna, estaba llena, aquello le provocó una sonrisa. De nuevo recordaba lo lejos que estaba de Seth…y aunque no le encantara…de su familia entera. A pesar de estar sola, no lo sentía así del todo. Había formado un extraño compañerismo entre ella y dos de los habitantes del edificio, una vieja bruja y un hombre cuyas procedencias parecían inciertas. Entre ellos se preocupaban unos por los otros y era todo lo que importaba. Además, tenía su trabajo en una galería en la que del mismo modo era cercana a su jefe, Román y su única compañera, Gacela. Sonrió al pensarlos ¿Por qué debería llorarle al pasado si actualidad estaba yendo…casi bien? — ¿Otra vez pesadillas? —Catrina alzó la mirada para encontrarse con Melquiades, el extraño hombre de oculta procedencia. —Te escuché gritar desde mi departamento. Gracias por despertarme. —Cállate de una vez, Melquiades. —Sonrió ella sentándose sobre la misma hamaca, él imitó y tomó asiento a su lado, quedando los dos juntos en el centro de esta. Catrina respiró profundo y apoyó su cabeza en el delgaducho hombro de él. —Si vuelve a pasar le diré a Dolores. —Advirtió. —Tienes que dormir, niña. —Te he dicho muchas veces que no me gusta que me digas niña… —Murmuró en un tono enronquecido. Hubo un silencio largo. —Sé que vienes a acompañarme, pero también deberías de dormir. —No quiero que vuelva a pasar. —Murmuró. Los ojos de Catrina brillaron, lo recordaba perfectamente. Meses atrás Seth se había presentado en el edificio buscando por ella. Su exceso de modales provocó desconfianza en Melquiades por lo que no pensó dos veces antes de elegir echarlo. Catrina tuvo un ataque de pánico, era la primera vez que Seth lograba acercarse tanto, afortunadamente tanto Doña Dolores como Melquiades supieron ocultar la verdad, alegando que ninguna Catrina Leone vivía ahí. —No va a pasar de nuevo. —Murmuró ella con los ojos cerrados. —Se los he dicho…Si realmente creyera que estoy aquí no habría parado de insistir. —De nuevo existía un silencio entre ellos dos, era difícil creerle a Catrina cuando constantemente cambiaba versione y detalles de su vida antes de llegar al edificio. — ¿Me contarás, Catrina? —Preguntó en un tono serio, una mueca se había formado en sus labios color rosa. —Creo que he esperado suficiente. —No se trata de falta de confianza. —Murmuró ella con los ojos apagados. —Es que tengo miedo. —Sonrió sin humor. Él la miró, Catrina levantó la mirada hacia él. Tenía una sonrisa nerviosa. —Estoy segura de que cuando ustedes, Doña Lola y tú, sepan mi historia…no van a volver a verme del mismo modo. —Murmuró con el rostro entristecido. Melquiades hizo una mueca dolida. —Es por eso…que no le he hablado a nadie sobre lo que pasó con mi pasado, con Seth. — ¿De verdad piensas tan mal de nosotros? —Preguntó. —Tú tampoco es como si nos hayas contado exactamente qué te llevó a pasar unos años en prisión. —Él sonrió sin humor y negó un par de veces con la cabeza. Una mueca se formó en sus labios, incomoda. —Eso pensé. —Es completamente diferente, niña Catrina. —Ella resopló y enseguida se levantó. Él la imitó. —Tenemos un acuerdo verbal de que, en tanto tú no me digas sobre tu pasado, no tengo la obligación de hablarte sobre el mío. —Él se levantó junto con ella y ambos comenzaron a caminar hacia la planta alta, en donde se encontraba sus respectivos departamentos, uno al lado del otro. —Es diferente, Catrina, yo no te preguntaría sobre tu pasado si no me preocupara que pudieras estar en peligro. —Ella tragó saliva. — ¿Tengo razón, peligra tu vida? —Ella lo miró cuando se detuvieron frente a la puerta del apartamento de Catrina. —Es mejor que vayamos a dormir, mi bien. —Sonrió torpemente. — ¿Está bien eso? —Él negó un par de veces con la cabeza. —Entonces no lo hagas, pero yo sí. —Para protegerte necesito saber a qué me estoy enfrentando. —Murmuró en un tono enronquecido, sus ojos habían oscurecido. Catrina desvió la mirada por un momento, encogiendo los brazos y hombros. —No te he pedido que me protejas nunca. —Sonrió. —Estoy bien, así lo he estado todo este tiempo ¿No es así? Ahora vete, Melquiades. —Él la miró y negó un par de veces con la cabeza. —No salgas al patio central a estas horas otra vez, no sola. —Ella rodó los ojos y él la miró con desesperación. —Digamos que la puerta de la entrada no es precisamente la más segura, Catrina, así que por una vez haz caso. —Tu sueño ligero me da migraña. —Él sonrió y se encogió en hombros. Entró a su apartamento intentando no hacer mucho ruido, debido a que las paredes parecían ser de papel y todo se escuchaba. Finalmente, Catrina se encontraba sola de nuevo. Aunque su intención al salir del departamento era precisamente despejar el pensamiento de Seth, tan sólo lo había empeorado todo hablando con Melquiades al respecto. Había sido un día tan extraño, de por sí. Conociendo a esos dos personajes tan…fuera de lo común. Máximo era todo energía, confianza y tranquilidad…y Matteo un enigmático problema. No se plantearía verlos de nuevo, por lo menos no si podía evitarlo, aunque aquello podría simbolizar un problema debido a que Marena era amiga por lo menos de uno de ellos. A pesar de todo…Matteo se había clavado en su cabeza, por lo menos en esa noche, de algún modo le recordaba a su pasado, la vida que ella vivía él parecía estarla viviendo. Sonrió lentamente, su último pensamiento antes de quedarse dormida fue él, con su extraño comportamiento. 
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