—¡Mamita! —gritó la pequeña Estrella, saltando sobre Roberta en cuanto la vio abrir los ojos—. ¿Te duele mucho? Papá es un bruto, por eso ya no lo quiero.
La joven, que no estaba del todo consciente, volvió a cerrar los ojos, intentando recordar lo que había pasado, pero todo fue en vano, en su cabeza no había un motivo por el que a ella le estuviera estallando la cabeza, ni tampoco una razón para que su pequeña hija estuviera mencionando que su papá era un bruto.
—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó la médico que, ni bien escuchó a la pequeña gritando a su madre, y la vio saltándole encima, se había acercado a ella para revisarla.
—¿Sábado? —preguntó la chica en la cama, sosteniendo la manita de Estrella, como si de esa manera se estuviera aferrando a la conciencia.
—Es lunes —corrigió la médico y la chica cerró los ojos con fuerza para despertar un poco mejor—. ¿Sabes quién es él? ¿Sabes quién es ella? ¿Sabes cómo te llamas?
Roberta miró a la niña en su cama, sabía que era Estrella, su hija, pero a ese hombre no lo conocía, y se lo dijo a la medico luego de que le dijera también su nombre.
—Soy Rebecca Morelli —respondió la joven—, ¿qué pasa contigo, Andrea?
—Conmigo nada —aseguró la médico, intercambiando miradas con ese hombre mayor que estaba a su lado en la habitación—, eres tú quien tiene tremendo golpe en la cabeza, hasta se te abrió la frente. Me preocupas porque los golpes en la cabeza de pronto pueden ser peligrosos. Mira, ni siquiera recuerdas a tu propio padre.
Roberta, que ahora estaba segura de ser Rebecca, solo miró a ese hombre con desconfianza, pero respiró tranquila cuando él le miró compasivo.
—¿Y Alessandro? —preguntó la joven, sonriéndole a Estrella, que continuaba mirándola con insistencia, como esperando algo de ella—. ¿Dónde está mi esposo?
—Está en la habitación contigua, cuidando de Chase —informó Roberto que, a decir verdad, ni siquiera tuvo que pedirle a ese sujeto idiota que se mantuviera alejado de su hija, porque él solo decidió poner distancia para poder pensar con claridad en todo lo que estaba ocurriendo.
—¿Quién es Chase? —preguntó la Roberta que creía ser Rebecca, tal vez por el golpe, tal vez por su inestabilidad emocional—. ¿Tu papá te compró un perro?
—Chase es mi hermanito —respondió la cuestionada y los ojos de la falsa Rebecca se desorbitaron antes de poner la mirada sobre la médico—. Él estaba en tu pancita, ¿tampoco lo recuerdas?
La joven de ojos azules sintió una dolorosa punzada atravesar su cabeza, entonces Roberto decidió llevarse a la niña para que esa joven pudiera hablar con normalidad, sin tener que mentir sobre quien era y lo que recordaba.
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—Ella cree que es Rebecca Morelli —declaró la médico luego de que, a solas, la cuestionara un poco más, llegando a esa conclusión.
—¿Está loca? —preguntó Alessandro, comenzando a enfurecer—. ¡Ella es solo una impostora!
—Alessandro —habló Andrea, intentando tranquilizar a ese hombre—. Ella ha pretendido ser la verdadera Rebecca por ti, justamente, y fuiste tú quien le dio tremendo golpe, así que solo tranquilízate que, si ella está confundida, no loca, es solamente por tu culpa.
Alessandro no dijo nada, solo chistó los dientes y se giró con molestia.
—Ella es mi hija —informó Roberto Morelli, atrayendo hacia sí toda la atención de ese hombre.
—Ay, por favor —declaró el más joven—. A ti no te hice nada, ¿por qué estás confundido? Ella es una impostora.
—No dije que fuera Rebecca —aclaró Roberto—, solo dije que Roberta Franco es mi hija. Tengo una prueba de paternidad que lo corrobora, así que, solo aprovecha que ella ahora piensa que es Rebecca y trátala como si ella fuera, porque, Alessandro, sabes bien que mi hija es lo más importante para mí; antes fue solo Rebecca, ahora Roberta lo es también.
Alessandro Bianco no supo qué pensar, sabía bien que la impostora era hermana de su esposa, pero no creyó que su suegro lo investigaría; además, tener que tratar a esa mujer como a su esposa era algo que no quería hacer, a pesar de que se lo ordenara Roberto, por eso solo se dejó caer en la cama donde su hijo dormía y vio a su suegro sosteniendo su teléfono que comenzaba a sonar.
—Ella no recuerda a Chase —informó la médico, sacando a Alessandro de sus pensamientos—... Piensa que ella es Rebecca, cree que eres su esposo y recuerda bien a Estrella, incluso sabe de tu familia, pero es todo lo que recuerda y sabe.
—Recuerda puras mentiras —farfulló el hombre, molesto—, qué conveniente.
—Si es muy conveniente —aseguró la médico—. Porque, mientras crea que ella es Rebecca, actuará como ella. Aquí el problema es si tú puedes actuar como si ella fuera Rebecca.
—Por supuesto que no —aseguró el joven padre, entornando los ojos por escuchar llorar a su hijo—. Ella no es mi esposa, es una impostora que traje a petición de ustedes para que cuide a los niños, no a mí. Ella no es mi problema.
—¿Vas a echar a la basura todo lo que hicieron Rebecca y tú solo porque no puedes aceptar que esa niña está aquí para ayudarte? —preguntó Andrea, de verdad contrariada por la apática y errática actitud de ese hombre.
—Si —respondió Alessandro—. Si hasta Rebecca ya no existe, si hasta ella dejó todo de lado, ¿por qué yo debo continuar con esto?
—Rebecca no te abandonó, Alessandro. Rebecca se murió —recordó Andrea entre dientes y entre lágrimas—. Ahora te toca continuar con lo que ella inició contigo, aun si es al lado de su hermana menor.
—No quiero ser el esposo de la hermana menor de mi esposa —declaró Alessandro y Andrea le miró aterrada, porque la actitud de ese hombre era en verdad mala—, yo ni siquiera quiero ser padre de los hijos de una mujer muerta, mucho menos de los hijos de esa impostora.
Andrea se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza para dejar de ver todo lo idiota que ese hombre se estaba comportando.
Y es que, sí, una parte de ella lo quería entender, porque Alessandro Bianco había amado como nada a Rebecca, así que comprendía que su dolor fuera tanto que incluso quisiera hacerle daño a los demás para desquitar así un poco de la furia que sentía por sentir que la vida lo atropellaba con tremenda injusticia.
Ella también pensó en algún momento que era injusto lo que había ocurrido con su amiga Rebecca, pero ellos debían continuar con lo que les tocaba, y les tocaba vivir pretendiendo que esa falsa Rebecca, definitivamente, era su Rebecca Morelli.