CAPÍTULO 31

1240 Words
—Oh, vamos, cariño —pidió Alessandro Bianco que, tras bajar de su auto, vio a su falsa esposa abrir la puerta del auto por sí misma—. ¿No me puedes permitir el lujo de ser caballeroso? —No —respondió Roberta, disfrazada, de nuevo, de Rebecca Morelli—, porque eso significaría otro puño de segundos escuchando a ese par, y mis nervios no se lo pueden permitir. A tal comentario los dos hombres que la escuchaba, tanto Alessandro abuelo como el nieto, terminaron sonriendo porque, desde que el anciano escuchó que el auto de esa familia había cruzado el umbral de su propiedad, decidió salir a esperarlos, pues se moría por conocer a su bisnieto y nuevo heredero. —Ser padres es difícil —declaró el hombre mayor y la falsa Rebecca puso una expresión graciosa en su rostro mientras asentía repetidamente—. Es por eso por lo que no quise molestarlos antes, pero me alegro de que no tardaran más en venir a verme, de otro modo conocería a mi bisnieto cuando se graduara de la universidad y tomara el mando de la empresa. La falsa Rebecca sonrió, igual que el padre de ese par de niños que, ahora, estaban: una corriendo hacia su bisabuelo y el otro en brazos de su madre, que lo tomó cuando Alessandro nieto se lo ofreció tras sacarlo de uno de los asientos para bebés que tenían en ese auto, del otro asiento Estrella se había bajado solita. —Yo siento que es a esa edad justo cuando volveré a dormir tranquila —declaró la joven, acercando también sus pasos hacia ese hombre que, ansioso, esperaba al nuevo bebé—, pero luego me acuerdo de lo que fue la universidad para mí y me doy cuenta de que no volveré a dormir tranquila jamás. El patriarca de la familia Bianco se rio tan fuerte que el pequeño Chase se sorprendió y, como ya se estaba haciendo costumbre, terminó llorando. —Chase es un llodón —declaró Estrella, dejando atrás a sus padres, hermano y bisabuelo—... yo queo que debedíamos cambialo po uno que no llode, pedo mamá no quiede. La falsa Rebecca suspiró mientras sonreía con cansancio. Era cierto que ya se había negado a esa petición de su hija mayor; pero no solo a esa, también a la petición de regalarlo y a la de tirarlo a la basura porque, según Estrella, Chase estaba descompuesto. Pero no era así, ese pequeño había estado reaccionando mal a su horrible situación familiar; además de que, tal vez, como Andrea había dicho, el pequeño añoraba un calor que le cobijó por más de treinta semanas y que simplemente había desaparecido sin que él lograra entender el porqué. Y es que, aunque Roberta se dedicó a atenderlo y cuidarlo, siendo muy franca, no lo había querido demasiado, primero porque estaba aterrada de perderlo y, luego, porque exigía demasiado de ella, que no estaba muy acostumbrada a dar tanto de sí misma. Y sí, Estrella también pedía demasiado, pero, tal vez era porque no debía sacrificarse mucho por la niña, no le costaba nada darle atención, pues esa atención no requería de limpiar un trasero sucio ni despertar diez veces cada noche y, gracias a eso, dormir entre dos y media y tres horas por noche. Roberta no lo había pensado antes, porque todo el mundo solo presumía la parte bonita de ser madre, pero la verdad era que la maternidad era horrible, como un tipo de esclavitud que apagaba absolutamente todo en las nuevas madres, desde las ilusiones hasta uno que otro proceso neuronal; porque, de dormir tan poco, Roberta ya padecía de cosas que, se supone, solo deberían padecer los ancianos. Ese era su nuevo inicio en esa familia, una que era de cuatro personas cuando estaban en público, y de dos más algún padre dentro de sus cuatro paredes, y había iniciado terriblemente. Sí, su relación con Alessandro mejoró bastante, y la relación de Alessandro con los niños dio un descomunal salto a la perfecta paternidad; pero Roberta se estaba volviendo loca y quedando tonta. Era curioso, pero su atención se perdía fácil, y no prestaba atención a demasiadas cosas; además, era como si sus sentidos se hubieran desconectado de su razonamiento. Es decir, si lo pensaba un poco, era muy idiota no darse cuenta de que tenía en la mano, o abrazado a su cuerpo, lo que tan desesperadamente estaba buscando. Lo recordaba bien, una anécdota que seguramente Alessandro contaría ese día, aunque ella le hubiera suplicado un millón y una vez que no lo contara; pero el hombre se había reído tanto de ella que, definitivamente, tenía que compartir con su bisabuelo semejante memoria. FLASHBACK No sabía si se había quedado dormida de pie y con los ojos abiertos, pero de pronto suspiró y sintió que salió de ese delicioso estupor que la atrapó, sabrá el cielo cuánto tiempo, y mirar a su alrededor le hizo despertar mejor. Su casa era un desastre, estaba segura de que no había estado así antes de que ella perdiera momentáneamente la conciencia, pero eso estaba pasando seguido y todo era a causa de Estrella y su reacción al nuevo m*****o de la familia que, al parecer, parecía estar amenazando la integridad emocional de su hermana mayor. Roberta se puso en pie, porque, a pesar de que se recordaba de pie, ella recobró la conciencia sentada en su sofá de la sala; y comenzó a levantar juguetes, empaques de comida chatarra y uno que otro artículo con el que no debería jugar una niña de casi cuatro años, todo con una sola mano, sin cuestionarse por qué no usaba dos manos. La joven estaba agotada, Chase había pasado una horrible noche debido a un cólico, y la noche de la joven no había sido mejor que la del pequeño, así que su dolor de cabeza, y el incontrolable sueño, la tenían medio en las nubes. Pero toda esa tranquilidad y calma con que se movía se terminó de pronto, justo cuando, limpiando, se acercó al portabebés de su hijo menor y él no estaba ahí. Roberta se asustó y miró todo alrededor de ese vacío objeto, sin encontrar rastro de su hijo, entonces recorrió con prisa toda su casa, incluyendo la habitación del pequeño, donde tampoco lo encontró. Desesperada, la joven devolvió sus pasos a la sala, donde usualmente pasaba todo el día, y se encontró con Alessandro abriendo la puerta, volviendo de la tienda con Estrella demasiado feliz. —¿Y Chase? —preguntó la angustiada madre, confundiendo a los que la escuchaban que, de hecho, se miraron uno al otro preguntándose con la mirada si al fin se había vuelto loca esa joven madre. —Lo traes cargando —respondió Alessandro, señalando con su dedo índice al pequeño niño que, dormido, colgaba del antebrazo de su desesperada madre. —Ay, no —soltó en un suspiro Roberta, perdiendo toda la fuerza de sus rodillas y preocupando al padre del niño cuando la vio irse al suelo, por eso corrió hacia ella, para atraparla o, ya de menos, salvar a su hijo si las rodillas de esa joven no podían. —Creo que necesitas dormir —dijo Alessandro, tomando a Chase, y Roberta, agotadísima, sin fuerzas y muy avergonzada, solo se recostó en el piso debajo de ella y se hizo bolita un rato. FIN DE FLASHBACK
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