Llegaron a la casa todos juntos y Estrella corrió a su habitación para tomar esa muñeca que, con las prisas, había olvidado cuando salieron de esa casa, pero que todo el tiempo solía tener a su lado, al menos desde que su Roberta se la había regalado.
Alessandro no lo había entendido. Esa no era una muñeca cara, como todas las que él y Rebecca le habían comprado a la pequeña a lo largo de su vida, pero de verdad le encantaba. Estrella no soltaba la muñeca para nada, incluso había descubierto a su hija una vez, sentada frente a la lavadora, esperando a que su muñeca terminara ese ciclo de lavado.
—Monita bonita me extrañaba —dijo la niña, dejando su habitación y encontrándose con sus padres, que iban en dirección de la habitación de la pareja, esa que tenía un moisés en que Chase no había dormido antes, porque el niño tenía su propia habitación, y recién nació había estado pasando todo el tiempo en la cama de esa joven.
Pensar en compartir habitación y cama con esa chica le volvió a generar una punzada en el pecho al padre de ese par de bellos niños, incluso sintió de nuevo que su estómago se incomodaba, pero no podía hacer más, no podía hacerle de nuevo un desplante a la falsa madre de sus hijos, a pesar de que no se sentía preparado para ser el esposo de la hermana menor de su verdadera esposa.
Sin embargo, sus peores temores se disiparon cuando, al llegar la noche, la chica cayó rendida en la cama tras todo el día de atender al par de críos que, aún con su ayuda, demandaban demasiada atención de su parte.
Lo único que Alessandro no pudo evitar eran esos abrazos y besos que la joven le daba, porque él no tenía el corazón para besarla o abrazarla, no sabiendo que ella no era su esposa.
El hombre lo pensó montón de veces, deseó muchas veces ser quien se golpeó la cabeza y ahora estaba confundido con la identidad de esa mujer porque, lo viera por donde lo viera, ella de verdad parecía creer que era Rebecca Morelli, y eso le mataba un poco más.
Sin embargo, lo que fue en un inicio esa incomodidad que casi le hacía vomitar, se fue transformando en ira que le hacía arder la sangre y lo empujaba a querer golpearse a sí mismo para no terminar golpeándola a ella.
Él no podía hacerle daño a la ahora madre de sus hijos, no debía dañar a la hermana menor de su amada Rebecca, pero, en el fondo de su estómago, cabeza y corazón, algo seguía presionándolo para que la odiara con fuerza.
Pero no debía, no podía hacerle eso cuando ella se esforzaba tanto por ese par de críos que parecía amar como solo él debería amarlos, como si fueran sus hijos de verdad. Porque, definitivamente, solo una madre podría hacer tantos sacrificios por una niña latosa y un niño llorón.
Aun así, cada día que pasaba la soportaba mucho menos. Alessandro odiaba que Roberta lo besara, odiaba que lo abrazara y sentirla a su lado en la cama le molestaba demasiado, de verdad, por eso comenzó a evitar las situaciones en que esa joven terminaba por hacer ese tipo de contacto con él, tan sutilmente como podía.
Pero, sin importar lo sutil que el hombre fuera, Roberta lo notó de nuevo distante, y, aunque definitivamente Alessandro ya no parecía estar molesto con ella, se notaba que él se sentía de verdad incómodo con ella y su contacto físico.
Roberta, al principio, intentando proteger su ego, decidió pensar que solo era el cansancio de ambos lo que estaba poniendo esa distancia entre ellos, y no el desagrado del hombre, que comenzaba a percibir de nuevo.
Pero la verdad siempre sale a la luz, a la joven le quedó claro esa vez que, viéndolo llegar hasta ellos, luego de un día de trabajo, el hombre besó la cabeza de todos y a ella tan solo le sonrió, cuando ella estaba preparada para recibir un beso también.
—Y eso que lo prometiste —murmuró la joven, viéndolo salir de la sala, lugar en donde ella tenía rato tirada junto a sus dos hijos—, prometiste no volver a romper mi corazón...
Roberta no lo pudo evitar, sus lágrimas corrieron porque, no es como que se hubiera dado cuenta recién, ella tenía claro que él la había estado evitando, pero se había hecho la loca por algunos días, convenciéndose de que no eran las cosas como las estaba imaginando.
Y ahora estaba ahí, con el corazón destrozado, otra vez, todo por ilusa, por empujarse a creer en él y en ese amor que, aunque hubiera asegurado ahí estaba, en realidad no existía ya.
Sin embargo, la joven no lograba entender qué era lo que había cambiado. ¿A caso había otra mujer? ¿A caso Alessandro había conocido a alguien más con quien deseara estar más que con ella? Solo podía imaginar esa respuesta, y eso la destrozaba un poco más.
Ese tipo de pensamientos, más la actitud esquiva del hombre, que ahora incluso dormía en otra habitación con la excusa de que Chase despertaba demasiado por la noche y él necesitaba descansar para poder ir a trabajar con energías, convirtieron la relación de esa pareja en algo realmente complicado.
Ninguno de los dos entendía al otro, la falsa Rebecca porque no sabía lo que pasaba por la cabeza de ese hombre, o por su corazón; y Alessandro porque no le prestaba suficiente atención a la chica.
Y es que, luego de sentirse de nuevo rechazada, la joven decidió también marcar un límite y eso, lejano a parecerle sospechoso al hombre, le llenó de alivio.
Cuando la falsa madre de sus hijos dejó de intentar besarlo o de buscar abrazarlo, e incluso dejó de intentar saber cómo le iba en el trabajo y fuera de la casa, Alessandro se sintió libre, pues, sin ese contacto e interés de parte de la joven, él no necesitaba responderle, así que su sentimiento de traición hacia el amor de su vida se había mitigado.
Sin embargo, no era normal la lejanía, sobre todo si él se hubiera dado cuenta de la dolida expresión de esa chica, que no solo lo evitaba, sino que, de nuevo, volvía a sentirse mal, depresiva y angustiada.
No había manera de que Roberta no se sintiera así, algo estaba amenazando a su familia y ella no sabía qué era, así que no había manera de que buscara contrarrestarlo o encontrarle una solución.
A ella solo le quedaba ver cómo su relación se convertía en un témpano de hielo que se rompería en cuanto uno de ellos dos, que solo se estaban manteniendo al margen de lo que ocurría, decidieran tocar ese tema, y no quería ser ella.