Observando a través de uno de los ventanales como su dulce humano seguía trabajando sin problema alguno, Dominic se mantuvo en aquel lugar unos minutos más, simplemente admirando en silencio a su compañero de vida, en lo que se controlaba a sí mismo para no ir y asesinar con sus propias manos a aquella basura que no solo le gritó todas aquellas estupideces a Teo, sino que también hizo el intento de lastimarlo en su presencia. —No creo que podamos retener a ese humano más tiempo en el callejón sin que utilicemos la fuerza —comentó Jules. Con sus labios curvándose hacia abajo en una profunda mueca, el alfa Dominic le dedicó una última mirada a su dulce chico, y finalmente asintió. Dirigiéndose al callejón al cual sus dos hombres habían arrastrado a ese estúpido humano, se detuvo al comienz

