Sentado en el sofá, Teo mantenía sus piernas alzadas frente a él, rodeándolas con sus brazos mientras su cabeza estaba apoyada sobre ellas. En silencio, admiraba su celular, el cual se encontraba en la pequeña mesa de centro, vibrando y sonando cada cinco minutos como si se hubiera echado perder. Y aun así, Timoteo solo lo contemplaba sin hacer gesto alguno por tomarlo. Austin terminó de preparar el almuerzo y apagó la cocina. Sin soportar más ese molesto ruido insistente, se acercó y lo cogió. Tan pronto como leyó el nombre de la tía de su amigo brillar en cada notificación, soltó un resoplido irritado y apagó el teléfono. —No puedo creer que tenga la valentía para enviarte mensajes, ordenándote volver luego de lo que sucedió esa noche —expresó completamente irritado. —Recuerda que soy

