Parado frente al gran ventanal que ocupaba toda una pared entera en su oficina, el alfa Dominic se encontraba admirando sin mirar realmente a las pequeñas figuritas de los humanos que se paseaban bajo su edificio y los autos que recorrían de vez en cuando las autopistas.
En su mente, aunque no estuviera muy a gusto de admitirlo, la conversación que había tenido con su hermano menor seguía clavada en su cerebro, sin querer abandonar el barco, lo cual le impedía dar su plena concentración en otros asuntos importantes.
También sabía la razón por la cual las palabras de Riven lograron golpear en él, y no se trataba de algo tan trivial como tener un poco de tiempo libre al delegar algunas de sus responsabilidades a otros, no, a él le gustaba trabajar y asegurarse de que todo estuviera bien y orden, aun si eso no le dejaba nada de tiempo para sí mismo.
La causa por la cual esa conversación no quería abandonar su cabeza era debido a una sola cosa, la marca que apareció en su espalda baja unos seis años atrás. Su marca lunar.
Nadie sabía nada de ella, con el fiasco que había resultado su relación con Ophelia, Dominic no había querido compartir la alegría que la diosa Selene decidió brindarle, no queriendo que los demás aprovecharán la situación alterando la historia para asegurar que aquella mujer era su compañera de vida. Aunque en un principio hubo interés y atracción, la química entre ellos duró exactamente un par de a costones, y una vez logró conocerla mejor, su interés simplemente desapareció al descubrir lo malvada, interesada y ambiciosa que era.
La traición y el golpe en su orgullo era algo que seguía recordando el alfa Dominic, ya que se sentía estúpido de no haber considerado la posibilidad de que Ophelia estuviera confabulada con el consejo de ancianos para poder llegar a él. Siendo así, si hubiera informado que su marca lunar apareció justo después de terminar con ella, el trío de viejos idiotas habría aprovechado la oportunidad para anunciar que era una señal de la diosa Selene para que estuvieran juntos, obligándola a tomar como su pareja, y así transformarla en la Luna de la manada.
Aun si Dominic estuviera seguro de que ella no tuviera su marca, Ophelia y los demás habrían hecho de todo para descubrirla y copiarla. Era por esa razón por la cual ocultó dicha información incluso de sus amigos más cercanos y tuvo cuidado de los momentos en que cambiaba a su forma animal para que nadie la viera al desnudarse para cambiar.
Pero el asunto era, que hacía años que su marca apareció anunciando que su pareja estaba cerca, y aun así, no era capaz de encontrarse con esta. Sin importar cuánto tiempo llevaba saliendo a otras manadas ocultas dentro y fuera de la ciudad, de las personas que iba conociendo a medida que agrandaba su imperio empresarial, simplemente no aparecía.
Y las preguntas con ello poco a poco comenzaron a aparecer en su mente con el pasar del tiempo, preguntándose por qué no había aparecido aún, si algo le habría ocurrido, y cuánto tiempo más tendría que esperar.
Era por esa razón que la conversación que había tenido con su hermano no quería salir de su cabeza. Simplemente, ya no sabía qué más hacer o a dónde más ir para conocer a su compañero de vida.
Alzando la mirada, Dominic deposito ese intenso tono azul bebé en el cielo, y una a*****a dorada apareció alrededor del iris, anunciando con ellos como su lado dominante junto a su lobo entraban en acción.
—¿Hasta cuándo más tengo que esperar? ¿Realmente mi compañero de vida está cerca?
Por supuesto, a pesar de expresar sus preguntas en voz alta, no obtuvo respuesta alguna, más que un golpeteo en su puerta. Y considerando que no tenía ninguna reunión programada para ese momento, el alfa dominante tuvo una perfecta idea sobre quienes podrían ser.
Dejando ir un suave suspiro, el alfa Dominic cedió permiso para que entraran y se dirigió hacia el juego de sofás que se encontraba cerca del ventanal. Tomando asiento justo en el medio de uno de los más largos, admiro fijamente como cada una de las personas que más confiaban, entraban uno a uno.
El primero en entrar fue Jules, con su cabello n***o bien peinado, con un corte al estilo militar que le daba una apariencia cuidada y ordenada, completando el conjunto de su traje y equipamiento que anunciaba ser un jefe de seguridad. O el matón de la mafia, como gustaba especular a los humanos.
La siguiente, fue Ava, con su largo cabello café rojizo semi ondulado cayendo hasta cerca de su cintura, con un outfits que era casual para conectar mejor con las personas, pero a su vez no dejaba de ser elegante.
Y por último, Riven entró cerrando la puerta detrás de él, con su infaltable jeans y chaqueta de traje, que sacaba a relucir su cuerpo abultado cuerpo tan trabajado como el de Jules, y con quien compartía algunos rasgos al ser familia, como en tono azul de sus ojos a pesar de ser un poco más oscuros que los suyos, sus cejas pobladas o su mandíbula marcada. Pero hasta ahí llegaban las similitudes entre ellos.
En una fila, se acercaron y se detuvieron detrás del sofá que estaba ante el alfa dominante. Con sus espaldas rectas y sus manos detrás de su espalda, enfrentaron la mirada de su líder, lo cual Dominic permitió y asintió. Alzando su mano derecha, hizo un gesto abierto para que los tres hombres lobos tomaran asiento.
—Díganme, ¿a qué debo su visita?
—Creo que sabes perfectamente por qué hemos venido, te lo advertí —anunció Riven.
—Pero primero —pronunció Ava alzando su mano—. Olvida la estupidez que dijo Riven ese día, aunque es de nuestro interés que encuentres la felicidad en una pareja en la que puedas confiar, amar y sentirte querido, no nos entrometeremos ni presionaremos al respecto como hace el trío de viejos cobardes.
—Riven mostró bastante interés ese día —comentó Dominic con tranquilidad.
—Si me permite, alfa líder, Riven no habla por todos nosotros —expresó Jules.
Observando a sus tres amigos y las personas en que más confiaba, Dominic asintió y permitió que su postura se relajara un poco.
—De acuerdo, hablen de lo que realmente han venido a hablar —pidió con un tono menos duro y más flexible, uno que se permitía usar cuando hablaba con sus amigos.
—Me equivoqué ese día, lo admito. No debo de entrometerme en ese sentido en tu vida cuando tú no lo haces con nosotros —acepto Riven—. Pero la preocupación que expresé por tu exceso de trabajo tanto en la empresa como en la manada fue real, y todos coincidimos en ello —expresó observando a los demás.
—Sabemos también que es simplemente tu instinto como lobo dominante queriendo estar al tanto de todo, lo cual empeora al ser un alfa, pero nos hemos percatado como tanto trabajo, incluso te ha comenzado a quitar horas de sueños —prosiguió Ava.
—Siempre he sido una persona madrugadora, por lo que no diría que eso es algo realmente malo —argumentó Dominic.
—Despertar diez minutos antes de las siete de la mañana estaba bien, pero poco a poco comenzaste a despertar a las seis y ahora a las cinco —atacó Jules—. Y lo sé porque me han informado de que te han visto trotar en la madrugada por casi toda la comunidad El valle de la Luna.
—Es por ello que incluso los miembros de la manada se han comenzado a acercar expresando su preocupación por ti conmigo —prosiguió Ava—. Si ya llegamos a ese punto, es porque ya no puedes seguir así.
Observando cada rostro de las tres personas en las que más confiaba, Dominic tomó en serio sus palabras y preocupación. Pensando en ello, por un segundo, se permitió a sí mismo considerar la posibilidad de un descanso lejos del trabajo y hasta tal vez de la manada. Sin tres viejos lobos molestando porque eligiera a su Luna entre las candidatas que presionaban para que conociera o porque volviera a contactar con Ophelia.
Tal vez, después de todo, un descanso lejos era lo que realmente necesitaba. Después de todo, si no había encontrado a su pareja durante su trabajo tanto dentro de la manada, como en los negocios en la ciudad, tal vez era momento de cambiar su rígida rutina y buscar en alguna otra parte.
—De acuerdo, digamos que estoy considerando la posibilidad de tomar un descanso —pronunció, animando los rostros de los contrarios—. Quiero saber quién se ocuparía de los negocios.
—Yo —anunció Riven, alzando su mano—. Como tu segundo alfa y con más conocimientos en el mundo empresarial, yo podría lidiar con los negocios, mientras Ava me ayuda con los temas de la manada, y Jules con ambos mundos.
—¿Están de acuerdo con ello? —preguntó Dominic, observando a ambos contrarios.
—Yo sí, tengo más conexión y entendimiento con los temas de la manada que la empresa —aceptó Ava.
—Me gustaría saber primero en qué lugar piensas descansar —pidió Jules—. No puedo dejar al alfa líder sólo y sin protección, por muy fuerte que seas, sigues siendo el blanco para algunas manadas que no te aceptan por envidia o por los humanos, quienes siguen intentando descubrir la mente maestra de Alpha Eco.
—Pienso en retirarme hacia mi casa que está en la reserva natural que adquirimos el año pasado. Está lo suficiente lejos de la ciudad para no preocuparme de los humanos por si quiero cambiar, y a su vez, lo suficientemente cerca de la manada por si alguno de los ancianos quiere causar problemas junto a Ophelia —respondió luego de pensarlo.
—Me parece perfecto, ya instalamos guardabosques en el lugar y una pequeña manada pidió refugio en la zona norte, por lo que los humanos no pueden entrar fácilmente —expresó de acuerdo Jules.
—Todo de acuerdo entonces —anunció Riven, aplaudiendo una vez.
—Si es así, lo mejor es que salgas en este mismo instante —comentó Ava, revisando su teléfono—. Lo mejor sería que descansaras bien antes de que Ophelia aparezca, sabes que no querrá irse fácilmente e intentará usar a Noah de excusa.
Asistiendo rígidamente, Dominic se levantó y se dirigió hacia su escritorio. Tomando su chaqueta de la silla, se la colocó y tomó sus llaves.
—No puedes trabajar en mi oficina mientras no estoy, tienes que llevarte todo esto y hablar con mi secretario para que te transfiera los detalles de mi agenda —ordenó.
—No te preocupes de los detalles, para eso estamos nosotros —aseguró Riven.
En silencio, Dominic observó a su hermano sin moverse, hasta que este finalmente se acercó y tomó las dos pilas de carpetas antes de salir primero y hacer lo que le ordenó.
—Yo volveré a la manada para asegurarme de que todo está bien —anunció Ava—. Deja que Jules te lleve para que todos estemos tranquilos sabiendo que llegaste bien.
—Puedo avisar que llegue.
—No es por nada, alfa líder, pero todos sabemos que no eres exactamente muy bueno con la tecnología, y que prácticamente te olvidas de la utilidad de tu teléfono —expresó la beta con una expresión severa, anunciando que no bromeaba.
Aceptando el pedido de su amiga, Dominic permitió que su jefe de seguridad le escoltara fuera del edificio hasta los estacionamientos subterráneos. Acercándose a su auto, Jules le abrió la puerta de los asientos traseros y la mantuvo abierta hasta que tomó asiento.
Acomodándose, el alfa dominante intentó alejar su mente del trabajo mientras su hombre conducía para llevarlo a su destino. Pero como nada parecía estar saliendo como él quería últimamente, por supuesto que tuvieron que tomar un desvío de su usual camino, y como si eso fuera poco, si auto se detuvo de la nada.
—Revisaré cuál es el problema.
Asintiendo, el alfa Dominic esperó mientras Jules se encargaba de verificar el problema. Con el pasar de los minutos y sin una respuesta, el alfa dominante se bajó de su automóvil y se acercó a Jules, quien se encontraba con su teléfono entre sus manos.
—¿Qué sucede?
—Tal parece que es un problema del motor, no creo poder solucionarlo y no arruinarlo más, así que estoy buscando un taller mecánico que esté cerca para que lo vengan a reparar —explicó—. Pediré que otro auto venga por usted.
Observando a su alrededor, se encontró con una avenida concurrida llena de tiendas de comida. Y el olor a café, despertó su interés.
—No, está bien. Esperaré a que lo reparen mientras tomo una taza de café —decidió.
Asintiendo, el alfa llamó la atención de uno de sus hombres y le ordenó que siguiera a su líder, en lo que él lidiaba con el auto. Alejándose, Dominic recorrió las calles buscando una tienda que llamara su atención, cuando una provocó un suave cosquilleo en su espalda baja, se detuvo. Sintiendo curiosidad por la reacción de su cuerpo, ingresó e inmediatamente su olfato fue invadido por un dulce aroma.
Su lobo alzó su nariz en el aire y le pidió perseguir dicho aroma, algo que por supuesto Dominic hizo, reparando finamente detrás de un pequeño hombre de oscuro cabello abultado y desordenado. Cuando este giró, le enfrentó repentinamente, lo que provocó que un tierno chillido sorprendido escapara de sus bonitos labios, y unos ojos de un singular color azul grisáceo le observaran enormemente, llenos de sorpresa y miedo.