Sus patas golpeaban la tierra con fuerza mientras corría, con sus garras enterrándose en el proceso para darse más impulso, consiguiendo así que cada zancada fuera más larga y rápida, como si el bosque mismo se lo reclamara. Su cuerpo, marcado por la tensión de días llenos de decisiones, de juicios y de la impotencia por no poder tomar a su compañero de vida a pesar de haberlo encontrado, se soltaba poco a poco con cada metro que dejaba atrás. Su respiración se le volvía rítmica. Intensa. Dominic podía sentir el sudor en su cuerpo, y con cada gota que caía, era una preocupación que se desprendía. El lobo dentro de él gruñía, inquieto. Saber que su dulce humano había vuelto a esa casa con un idiota que podría y que probablemente intentaría herirlo ahora que no estaba al lado de Timoteo par

