Saliendo del edificio de su empresa principal Alpha Eco, las cejas del alfa Dominic se fruncieron tan pronto como percibió que estaba observando los últimos rastros del atardecer. Tirando la manga de su cárdigan, revisó la hora y sus labios se juntaron sin mucho gusto tras comprobar todas las horas que estuvo alejado de su casa, a pesar de que le había prometido a su dulce chico que sería rápido. Una vez Jules estacionó su automóvil frente a la empresa, se dirigió hacia este y se subió sin la necesidad de esperar que su amigo bajara solo para abrirle la puerta. Una vez estuvo en el interior, aquellos ojos café le observaron a treves del espejo retrovisor. —¿A dónde desea ir? —preguntó el alfa. —Dame un segundo. Sacando su teléfono del bolsillo, el alfa dominante le envio se dirigió al

