Mi montaña se ha agrietado

2971 Words
DOMINIC Camino por el pasillo, con la conversación a medio terminar chisporroteando en el fondo de mi mente. Me hormiguea los antebrazos por lo cerca que habíamos estado en el ascensor, por las ganas que tengo de tomar todas las decisiones equivocadas. Nuestra lavandería es más bien un pasillo, una habitación larga y estrecha con múltiples lavadoras, secadoras, estantes, mostradores y cestas. Me dirijo al armario que esta justo dentro de la puerta. –Vaya– murmura Vanessa. –No vi esta parte en el recorrido– –Bienvenida al túnel de la lavandería– espeto, rebuscando entre las cajas de trastos que miro quizás una vez al año. –¿Todavía lavas tu propia ropa? – pregunta. –A veces– Encuentro la botella de spray que había estado buscando. –Cuando me recupero lo suficiente como para recordarlo, claro. Lo que significa que probablemente hayan pasado…meses– Ladea la cabeza. –Esas cosas básicas simplemente se resbalan con todo este estrés, ¿eh? – Mis hombros se hunden. Ahí va de nuevo, con la maldita perspicacia y ternura. La forma en que me mira me dice que me ve. Como si estuviera mirando dentro de mi cuerpo con rayos X, leyendo todos mis pensamientos y preocupaciones más íntimos. –Por decir lo menos– respondo, dándole la vuelta a la botella. –Hagámoslo antes de que la mancha se fije– Baja la mirada hacia su pecho y luego vuelve a mirarme. La mancha esta junto entre sus pechos. –¿Debería quitármelo… ¿verdad? – Mi mano se aprieta alrededor de la botella. No sugieras que se quite el vestido. Eso es innecesario. Solo quieres verla desnuda, basta, Dominic>> –Um…– lucho por un momento para recordar como formar palabras mientras miro sus pechos. Espero que parezca que estoy formulando un plan de acción. –Podemos hacer esto juntos– –No te caigas– espeta. Como si eso no fuera precisamente lo que quiero hacer. No solo en su escote, sino en toda ella. Quiero sumergirme tan profundamente en Vanessa que me asusta muchísimo. Debo de haberle dirigido una mirada severa por que se muerde el labio. –Lo siento, sé que es demasiado para será migo otra vez– –Desliza la mano debajo– le indico. –Luego lo rociaré– Y luego huiré lejos de esta situación. Hace lo que le digo y rocío la mancha con el aerosol. Se mordisquea el labio mientras observa. –No crees que lo decolore, ¿verdad? – –No debería. He usado este en camisas elegantes antes y nunca he tenido problemas. Lo dejaremos reposar y luego lo lavaremos– Ella asiente, presionándose una mano en la frente. –Lo siento, otra vez– Sigo de pie muy cerca de ella, mucho más cerca de lo necesario. Pero demonios, si puedo apartarme. Mi mirada la recorre, captando todos los espectaculares detalles. Las motas verdes y amarillas en sus ojos, los vellos ralos que bordean su rostro. Las ligeras pecas en sus mejillas, con si hubiera intentado, sin éxito cubrirlas con maquillaje. –Debería disculparme– No sé si es la proximidad, o el estrés, o que, pero necesito sacarme esas palabras del pecho. –Fui yo quien te saco de clase. No lo habrías manchado si no te hubiera traído aquí. Solo otra cosa que necesito compensar ahora– Parpadea, apartándose un poco. –¿Ah? ¿Qué más tienes que compensar? – Entrecierro los ojos. –Vamos. Como si ya no tuviera una cuenta pendiente– –No la tienes, Dominic. Me encantaría saber qué crees que tienes que compensar– Trago saliva con dificultad. Paso noches enteras catalogando todas las manera en que no estoy a la altura, las maneras en que he fallado. Tengo mi cuenta pendiente en nombre de Vanessa, así como una más larga para toda mi vida. –Se lo idiota que puedo ser– –Así que si te das cuenta– Chasquea la lengua, con una sonrisa casi de oreja a oreja. Se inclina de nuevo, la timidez que emana de ella es tan atractiva que casi caigo de cabeza en un beso con ella. –Entonces, ¿Cuál es el plan para compensarme? Me encantaría saberlo– –¿Tienes alguna sugerencia? – –Bueno, no estoy buscando una canasta de regalo de chocolates, Dominic– Me río. –Así que descarta mi primera idea– –No sé, mis ideas no podrían estar del lado correcto de la línea de amigos– dice con un guiño. Conozco este juego demasiado bien. Y no hay nadie con quien quiera jugarlo más que con Vanessa. –¿Quién está vigilando esa línea de todos modos? – pregunto. –Pensé que ese era tu trabajo– responde con una desafiante elevación de la ceja. Había sido mi trabajo, cuando aún controlaba mi deseo. Cuando podía mentirme a mí mismo sobre lo atraído que me siento por esta mujer. Pero ahora que está a centímetros de mí, mirándome como si fuera el único hombre en el mundo, no puede importarme menos el hecho de que se supone que debo mantenerme alejado de ella. –Estamos en la lavandería, Vanessa– digo, dando vueltas a la botella en mis manos, porque si no lo hago, es probable que la agarre por la cintura y la apriete contra mi cuerpo. –La línea solo existe abajo– –¿Y en el gimnasio? – pregunta. Mi ritmo cardiaco se acelera al darme cuenta de que probablemente había sido consciente de mi lucha por hacer lo correcto desde el principio. –Creo que la línea se ha borrado por completo en todas las áreas de mi pent-house– –Ahora tengo mucha curiosidad por saber cuál es tu plan para compensarme– Ladea una cadera, cada parte de su cuerpo desafiándome. Por suerte, es como estar a la altura de las circunstancias. –Tendría que sacarte de mí nomina para responder a esa pregunta– digo con suavidad. Sus ojos se abren de par en par, un rubor se aparece en su mejilla. Podría besarla hasta que desaparezca, o se vuelva aún más brillante. –Entonces, para que todas mis fantasías de la preparatoria se hagan realidad, tendré que dejar tu nomina, ¿eh? – Ahora soy yo quién parpadea sorprendido. Se me escapa una risa. –Espera, ¿Qué? – Se tapa la boca con una mano. –Es broma– –¿Fantasías de la preparatoria? Volvamos a esa parte– Su rubor aumenta mientras se cubre las mejillas con las manos. –No necesitamos volver a esa parte– –Vanessa, te estás sonrojando. Necesitamos volver a esa parte– Puedo molestarla así todo el día. O al menos hasta que finalmente nos lleve a la habitación. Gime mirando al techo. –Odio mis mejillas– –Soy un gran fan de ellas– Ya ni siquiera me importa estar cruzando oficialmente la línea. La línea que yo mismo había trazado. Cojo una botella de spray diferente. –Enjuaguemos esto mientras me cuentas más sobre esas fantasías de la preparatoria– –Dominic, estoy tan avergonzada– dice abanicándose. –Era tan nerd en ese entonces, y yo…– –Está bien– le aseguro. –Aunque tienes suerte que Dominic de diecisiete años, no supiera eso– Sus ojos se abren aún más. –¿Qué dices? - –Hubo un tiempo en que estaba bastante seguro de que Elí me odiaría de por vida por lo que quería hacer contigo– admito con una risa. Dentro de mi cabeza, mi mente se descontrola. ¿Por qué estoy diciendo eso? ¿Cómo hemos llegado tan lejos, tan rápido? Sin embargo, no puedo frenar. Ni siquiera un poco. Su garganta se mueve bruscamente, y se tapa la boca con las manos de nuevo, mirándome con los ojos como platos. –Estás bromeando– –No, no lo estoy– –Habría muerto, Dominic– empieza a abanicarse de nuevo. –Habría muerto y habría ido al cielo– –De todos modos, eras demasiado joven– levanto la botella y ella desliza la mano por debajo de la tela de nuevo mientras yo rocío la mancha. –Tú eras estudiante de segundo año, yo de último. Luego fui a la universidad y me distraje como es debido– Pero ahora no es toda la verdad. La distracción fue temporal. Y ahora que está de nuevo frente a mí, al alcance de la mano todos los días, apenas puedo controlarme. Ella asiente, el rubor se desvanece. Pero su pecho sigue subiendo y bajando pesadamente. Y yo estoy a centímetros de distancia de rodearla con el brazo y no soltarla nunca. –Si. Esos enamoramientos de preparatoria nunca duran, ¿eh? – dice. No estoy de acuerdo. Mi enamoramiento por ella ha durado más que cualquier otra relación romántica en mi vida, para mi consternación. Pero no quiero admitirlo. De alguna manera parece triste. Después de todos estos años, después de tantas mujeres entrando y saliendo de mi vida, ¿Por qué mi enamoramiento de preparatoria sigue siendo el que más me ha hundido? –Toma. Sécate esto– tomo una toalla de manos seca detrás de Vanessa. –Creo que por poco evitaste una mancha permanente– Se aferra a la toalla de manos contra el pecho, su mirada escudriñando mi rostro. habíamos abierto una lata de gusanos, y yo sé que no debo pensar que podríamos volver a meterlos. Lo que significa que necesito retirarme. Porque cualquier cosa con Vanessa, o con cualquier otra persona, es imposible. Cualquier cosa hermosa que tenga la oportunidad de crear seguramente terminará en llamas. Toda mi vida es una prueba de como la miseria sigue a la belleza. Había perdido a dos hermanas; mi proyecto apasionante probablemente me enviara a prisión. ¿Qué miseria me espera al otro lado de una relación satisfactoria? No quiero averiguarlo. –Dominic… – empieza a decir, pero un crujido en la cocina nos interrumpe. Inclino la cabeza hacia la puerta. –Voy a ir a comprobar eso. si estas lista, podemos volver a bajar– Tomo una bocanada de aire mientras salgo de la lavandería, sintiendo como si hubiera cruzado varios límites y me hubiera salvado de algo peligroso. ¿Cómo puede una simple eliminación de manchas ser a la vez una victoria y un fracaso? Cruzo el umbral de la cocina y encuentro a Weston en la isla, con las palmas de las manos presionadas contra la superficie. –¿Qué estás haciendo? – Las cejas de oscuras de Weston estan fruncidos hacia la mitad de su frente. –Solo estoy decidiendo si quiero comer o beber por estrés– –Primero comería por estrés– digo. –Seguido de beber por estrés– Se levanta con una risa sin humor. –Gracias por el consejo– Golpeo el mostrador con los nudillos mientras me acerco a él. –Asher está en la sala de juntas con Alan. Estamos elaborando nuestra estrategia– La mandíbula de Weston se flexiona mientras mira fijamente a un punto incognoscible en el aire. –¿No debería ser parte de eso? – –No lo creo– digo con dificultad. –Al menos no ahora mismo– Me dirige su mirada oscura. La tristeza me devuelve el brillo. Una crudeza que me deja sin aliento. –¿Qué debería haber hecho diferente, Dominic? – La pregunta es un puñetazo en el estómago. Ahora, como todos tenemos treinta años más, la retrospectiva es más que perfecta. –Deberías habérnoslo dicho entonces. Cuando te enteraste– –Papá me pidió que no lo hiciera– espeta Weston. –Eso estuvo mal de tu parte– digo en voz baja. –Era demasiado para que un niño lo guardara en silencio, para que lo llevaras solo– –Pero lo hice– dice Weston. –Y después de un tiempo, simplemente no parecía necesario detonar todo por un pequeño detalle del que ni siquiera estaba seguro de que fuera cierto– –Un pequeño detalle– Eso sí que es gracioso. Este pequeño detalle tiene el potencial de cambiarlo todo. Y lo más importante, nuestra familia. Lo único que yo creía como solido como una roca e inquebrantable. Una vez más, la prueba de que al bien siempre le sigue el mal. Incluso las apuestas más seguras en la vida son susceptibles de un fracaso total y absoluto. ¿Cuándo aprenderé? –Hola chicos– La suave voz de Vanessa detrás de mí me hace retorcer a mi alrededor. Verla allí, retorciéndose las manos, mordisqueándose el labio inferior mientras su mirada se mueve de uno a otro, con esa mancha húmeda en su vestido a la vista, me envía una oleada de calidez y ternura. Quiero abrazarla y no soltarla nunca. –Hola, Vanessa– Weston saluda con la mano, pero está cansado. –¿Por qué no bajas sin mí? – inclino la cabeza hacia Weston. –Tenemos que hablar de algunas cosas– Ella asiente. –Por supuesto, ¿Necesito una llave para operar tu elegante ascensor o…? – Sonrió, decidiendo acompañarla al ascensor, aunque no necesita llave para bajar. Aprieto mi mano contra la parte baja de la espalda sin siquiera pensarlo, guiándola fuera de la cocina. –Avísale a Asher que volveré pronto, ¿de acuerdo? – Ella asiente mientras nos acercamos al ascensor privado. Busco en su rostro alguna señal de que el umbral que habíamos cruzado antes en la lavandería no va a empeorar las cosas. –Bajaré pronto– añado, sabiendo que, en mi vida de fantasía alternativa, esta es la parte en la que me inclino y la beso. Bésala>> Bésala>> Bésala>> Vanessa entra en el ascensor, levantando una ceja. –¿Entonces no necesitaba una llave para el ascensor elegante? – Niego con la cabeza. –No para bajar– Las puertas se cierran, ocultando su sonrisa cómplice hasta que me quedo mirando mi propio reflejo en el metal pulido. Ignoro los latidos de mi corazón y vuelvo a la cocina. –¿Qué hacían ustedes dos aquí arriba? – pregunta Weston. –Tuvo un accidente con el tzatziki– digo. –¿Es un eufemismo o…? – Lo miro con los ojos entrecerrados. –No. Y, además, lo que estoy haciendo aquí arriba con Vanessa es lo que menos te preocupa. Aunque solo fuera quitar manchas– Weston parece no creerme. –Claro. Ahora, dejémonos de tonterías. Déjame bajar allí y hacer una estrategia con ustedes– –Realmente no creo que sea una buena idea– –Soy parte del maldito negocio– dice con fuerza, acercándose. –Soy parte de la maldita familia– –No estoy tratando de excluirte– digo. –Pero sé lo enojado que esta Asher ahora mismo. Si bajas ahí, nada va a mejorar ni a avanzar. Simplemente se detendrá. Y tú también lo sabes– Weston gruñe– apretando el puño repetidamente. –No puede estar enojado para siempre– –¿Tu lo crees? Weston, puede que no vuelva a hablarte– La emoción me oprime la garganta inesperadamente y aparto la mirada. –No estoy mintiendo sobre eso. Está más enojado que nunca– –¿Tú también estas enojado conmigo? – Su pregunta me toma por sorpresa. Estoy tan acostumbrado a ser el mediador que apenas recuerdo que tengo mi propia opinión. Trago saliva con fuerza. –Lo estoy. Pero también lo entiendo. Así que estoy…no sé. Estoy atrapado en el medio. Eso es lo que estoy– –Fiel a mi estilo– murmura. –Escucha, probablemente sea mejor que vuelvas a Harlem esta noche– le digo. –O tal vez a tu casa en el norte del estado. Si Asher regresa aquí esta noche, creo que todos necesitamos algo de tiempo para calmarnos. ¿Sabes? – La mandíbula de Weston se flexiona cuando su mirada se posa en mí. –¿Ahora me vas a echar de mi propia casa? – –No te voy a echar– digo. –Pero tienes que admitir que un poco de espacio ayudaría. Soltaste una gran bomba hoy. Y no puedes culparnos por necesitar un tiempo, mierda, para clasificar los escombros– –¿Qué escombros hay ahí? – pregunta Weston, golpeando la isla con el puño. –Ustedes saben todo lo que hay que saber. ¿Qué más puedo decir? – –No puedes decir nada– digo. –Eso es lo que queremos. Deja que nos enojemos. Pensábamos que éramos un equipo. Que íbamos por la vida con el mismo conjunto de datos. Pero tu tenías datos diferentes y elegiste no compartirlos con nosotros– Lo señalo con el dedo. –Ese es el maldito problema, Weston. Si no parece y huele a traición, ¿Qué demonios crees que es? – Frunce el ceño. –Nunca los traicioné. Fue todo lo contrario. Me esforcé al máximo toda mi vida para ser leal a nosotros. A nuestra familia. Para mantener esta mierda unida– Ignoro sus palabras con un gesto. No estamos llegando a ninguna parte, y hay demasiadas cosas por resolver abajo. –Por favor. Danos un poco de espacio, mierda– –Lo tendrás, mierda– espeta Weston. –No te preocupes– Sale furioso de la cocina. El espacio entre mis orejas palpita mientras me dirijo al ascensor. Toda mi vida, mi familia había sido una montaña, el punto de referencia que guía mi esfuerzos y me ancla a tierra. Primero como un Haynes, luego como un Hamilton. ¿Pero ahora? Mi montaña se ha agrietado. La grieta se ha formado. Y el último cimiento solido de mi vida se ha dividido oficialmente en dos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD