DOMINIC
546
El número me pasa por la mente una y otra vez. Muchos números lo hicieron. Es parte de mi forma de procesar el mundo. Pero este número en particular me dejó perplejo.
546. La cantidad de dólares que Vanessa había gastado en mi tarjea de crédito. En otras palabras, absolutamente nada. Es tonto. Es ridículo. ¿Qué demonios había comprado si no le hubiera dado límite de gasto? ¿Un par de zapatos de diseñador de la sección de ofertas?
No saberlo me pone nervioso, especialmente mientras deambulo por esta recaudación de fondos ubicada en una galería de arte, flanqueado por mis hermanos, y esperando a que aparezca Vanessa. Necesita lucir como se debe, y una parte de mi está demasiado preocupada por si podrá lograrlo.
Pero si fuera cualquier otra secretaria, no te importaría nada.
Había pasado su primera semana en Hamilton Enterprises sin incidentes. Hizo lo que le dijeron, hizo preguntas, llego y se fue a tiempo, como la buena hermana pequeña que es. Mis dedos se aprietan alrededor del vaso de whisky en mi mano izquierda. Estoy tan cerca de convencerme de que añadirla al equipo podría ser algo normal y habitual en la oficina. Que no interrumpirá nada. Que podría convertirse en parte del fondo borroso de la vida diaria. Una planta en maceta que apenas se nota. Una planta en maceta con brazos y vestidos ridículamente sexys. Bueno, una planta en maceta con demasiadas curvas.
Me aclaro la garganta, echando un poco más de whisky en mi boca mientras completo mi decimo vistazo furtivo a las puertas arqueadas de la galería. Un arte extraño y cinético se extiende por la pared central. Esculturas de metal salpican la gran sala, ambas líquido y elegante en su abstracción. Vanessa todavía no está aquí, y debería haber estarlo. Weston charla con la gente a mi derecha, mientras Asher y Mila estan enfrascados en una conversación a mi izquierda.
–Bueno, Dominic, como sabes, tiene mucho de qué hablar en ese ámbito– La conversación de Weston se desvía hacia mi cuando se gira. Atrayéndome a su conversación. Estira el brazo, señalando a un hombre con. Una barba que solo podría describirse como una correa para la barbilla.
–Dominic, este es Francisco Serpetti–
Paso por las presentaciones y los detalles posteriores, un startup tecnológico busca asesores expertos, ¿y me interesaría actuar como uno?
Me excuso tan amable y rápidamente como puedo con una rápida promesa de asistir de alguna manera. Le paso mi tarjeta.
–Mi correo electrónico está ahí. Mi secretaria, Vanessa, organizará algo– le digo, luchando contra mi impulso de volver a recorrer la habitación al mencionar su nombre. ¿Dónde esta? ¿Y por qué estoy tan ansioso por ver que vestido traerá puesto esta noche?
Siento un hormigueo en la piel, un calor que me sube de la cabeza a los pies. Detrás de mí, Asher canturrea: –¡Oh, Vanessa! Ahí estás. Me moría de ganas de que conocieras a Mila–
Todo dentro de mí se tensa, como una goma elástica a punto de romperse. Me giro para encontrar a Vanessa sonriéndoles a Asher y Mila como si fueran el dúo más fascinante del mundo. Y todo lo que puedo ver es a ella.
Vanessa. Se convierte en el centro de atención de la habitación y el oxígeno disponible con un vestido de encaje n***o ajustado y con hombros descubiertos. Grandes pendientes de perlas salpican los lóbulos de sus orejas, su brillante cabello castaño enmarca su rostro en suaves y elegantes ondas. Mis manos se aprietan en puños mientras me acerco a ella sin siquiera decidirlo.
Su desempeño laboral podría haber sido rutinario, pero su presencia no lo es. Cuando Vanessa está cerca, el aire zumba, lo que no parece ni remotamente sensato ni normal. La otra cosa que no parece sensata ni normal es cuanto la deseo. ¿Es esto algún tipo de atracción de la preparatoria que salió mal? Tal vez realmente he perdido la cabeza en medio de todo el estrés de hace un par de años. Sea lo que sea, no lo quiero en mi vida.
–Mila ha estado en la casa de los Hamptons la semana pasada– dice Asher mientras me acerco. Mila toma las manos de Vanessa entre las suyas inclinándose para darle un beso falso en la mejilla. La alegría en el rostro de Vanessa es imposible de pasar por alto. Vanessa está destinada para esto: estos salones de baile, el ritual de la recaudación de fondos, todo.
–Es un placer conocerte– dice Mila efusivamente. –¡Y puedo añadir que te ves impresionante! ¿Dónde conseguiste este vestido? –
Las mejillas de Vanessa se sonrojan. Su garganta se mueve. –Yo, eh…lo hice yo misma–
Esto es nuevo para mí. Noticias imposibles. Bebo un sorbo de whisky, pretendiendo mirar alrededor de la habitación, fingiendo estar concentrado en cualquier cosa que no sea esta conversación de la que no formo parte. Asher me rodea los hombros con el brazo, acercando mi cabeza a su boca.
–¿Vas a levantarte la mandíbula del suelo o debería hacerlo yo? –
Su sonrisa arrogante pide a gritos que alguien se la quite de un golpe. Con gusto me ofrecería. –Vete a la mierda–
–Solo curiosidad. Porque si no planeas hacerlo. Vanessa podría tener una idea equivocada sobre su nuevo jefe–
Le doy un codazo en la caja torácica. Fuerte. –No hay ideas que pueda tener. ¿Pues dejar de acosarme? Eres la última persona para hablar de ética laboral–
La sonrisa de Asher se vuelve diabólica. –Escucha, solo porque estoy llevando a cabo una adquisición hostil de Cargill Realty eso no significa que no tenga ética laboral. ¿Vas a decirle a Vanessa que solías estar enamorado de ella en la preparatoria, o debería hacerlo yo también? –
Le lanzo la mirada más letal que puedo. Solo hace que su sonrisa se ensanche.
–La forma en que me miras me dice que voy a tener que hacerlo–
–Cállate la boca– le advierto. –Si esta es tu definición de alivio de estrés, ya es jodidamente molesto–
Mila se gira repentinamente hacia nosotros, buscando a Asher. Su sonrisa rosada nos saca de nuestra silenciosa discusión. –¿Asher? ¿Puedes sacar una de mis tarjetas de tu bolsillo? No me queda ninguna en mi bolso–
–Por supuesto, cariño– Su rostro es pura travesura mientras rebusca en el bolsillo interior de su pecho.
–¿De qué están hablando? – pregunta Mila.
–Solo algunos asuntos sin resolver de la preparatoria– Asher les guiñe un ojo a Mila y Vanessa. Le doy un puñetazo furtivo en la parte baja de la espalda que lo hace toser bruscamente. Saca la tarjeta de presentación un momento después.
–Voy a secuestrarte y enviarte en helicóptero al Triangulo de las Bermudas– le advierto una vez que Mila y Vanessa vuelven a estar enfrascadas en la conversación.
–Estás siendo el mejor raspador de idiotas–
–Dime– dice Asher. –¿es un raspador de idiotas un utensilio que se usa para remover la estupidez, o es un edificio altísimo de estupidez? –
–Es un edificio altísimo de estupidez– aclaro, prácticamente siseándole al oído. –Uno de los altísimos. Ya sabes, los edificios que solo se aprueban gracias al contratista de mala muerte–
Asher asiente sabiamente mientras Weston nos enarca una ceja en señal de juicio. –¿De qué se quejan? –
–Nada– le digo-
–Weston, dile a nuestro hermano cuantas veces lo pillamos mirando a Vanessa como un tonto enamorado en nuestro último año de preparatoria–
–Cincuenta y dos veces– informa Weston. –Un promedio de una vez a la semana durante el año–
Pongo los ojos en blanco. –Claramente no tienen nada mejor que hacer que hojear nuestro viejo anuario e inventar historias–
Si hay alguna duda de que no necesito a nadie más en mi vida más allá de mis hermanos, aquí está mi prueba. Entre Asher y Weston, tengo las manos más que ocupadas. Tengo lo esencial: mi familia más cercana, la combinación de trabajo y placer los fines de semana, y el conocimiento de que está haciendo el bien a la gente. Mi trabajo es mi expiación por mis fracasos pasados. Estoy ayudando a los niños, aunque no había podido ayudar a mis propias hermanas pequeñas.
Una dolorosa punzada en el pecho me deja sin aliento. –Hey, ¿necesitas otra copa? – me pregunta Asher. –No creo que tengamos a nuestras damas de regreso pronto– inclina la cabeza hacia Mila y Vanessa, quienes en este momento estan adulando los detalles del vestido de Vanessa.
Nuestras damas. Eso es una broma. Vanessa nunca será mi dama, porque yo nunca tendré ninguna dama. No a largo plazo, al menos, y no pronto. No cuando tengo a la bestia de la investigación de la comisión de la Bolsa de valores sobre mi cabeza y tengo que averiguar de qué manera nueva y emocionante mi vida podría comenzar a deteriorarse cuando menos lo espero.
–Whisky– le digo, entregándole el vaso vacío. Asher también toma el pedido de Weston y luego se desliza entre la multitud, dirigiéndose a la barra. De verdad, sabíamos que el también quiere socializar. Como la mariposa social y el camaleón que es. socializar es la especialidad de Asher. Mi trabajo en estos eventos es simplemente permanecer vivo y parpadear hasta que sea un momento aceptable para irme. Weston está en algún punto intermedio: bastante sociable, pero en el fondo es hogareño.
–¡Dios mío, ni siquiera he venido a saludar! – La dulce voz de Vanessa me retuerce las entrañas de nuevo, mis muslos se tensan. Inclino la cabeza en su direccion.
–Bienvenida, Vanessa– Weston se inclina y le da un abrazo flojo. Sus mejillas se sonrojan cuando me mira. Me pica las palmas de las manos, queriendo extender lo mismo, pero no puedo. No con la línea que he trazado en la arena. Ella y yo vamos a seguir siendo jefe y empleada. Esa es la única manera en que tiene sentido.
–Este lugar sí que es elegante– dice, pasándose las manos por la parte delantera del vestido. –Hay tantos conjuntos fantásticos aquí esta noche– un bolso cuelga de una muñeca, algo sencillo y plateado. Cuando sus ojos se posan en mí de nuevo, capto el mismo destello plateado en sus ojos. –¿Llevan camarones en una bandeja? –
–Los aperitivos estan buenos esta noche– dice Weston.
–¿Cuánto cuestan? – se mordisquea el labio inferior, mirando alrededor del local. Un camarero se acerca con una bandeja en la palma de la mano.
–Nada– le digo. –La comida está incluida en el precio de la entrada. ¡Adelante! –
–¿Puedo tomar solo uno? ¿No son pedidos? –
–Todos para ti– la tranquilizo, incapaz de evitar una sonrisa.
El alivio inunda su rostro y se lleva una mano al escote al cruzarse con el camarero más cercano.
–¿Disculpe, señor? ¿Podría molestarlo con una muestra? –
El camarero de corbata negra hace una pausa en su ronda mientras Vanessa saca una servilleta de coctel y un camarón perfecto, recién pelado, de la bandeja. Tiene los ojos muy abiertos.
–Esto parece fresco– dice. –No se parece en nada a esas cositas rosas que venden en el supermercado–
–Eso son auténticos camarones del Golfo– le digo, incapaz de apartar la vista de ella mientras los mordisquea. Se lame los labios un momento después.
–¡Dios mío! La salsa esta picante. Ya me arde la boca–
Le hago una señal a otro camarero y tomo la bebida que hay en su bandeja. Una copa de champán. La levanto en dirección. –Tenemos esto de reserva por si te pica demasiado–
Suelta una risita, da otro bocado y un poco de salsa le mancha el labio. –Estoy arruinando el elegante evento a los diez minutos, ¿no? –
No tiene ni idea de lo guapa que se ve. Arreglada a la perfección, encantada con un camarón picante. No puedo evitar esbozar una sonrisa. –Por suerte, se permite comer en estos sitios–
Vanessa da el último bocado, gimiendo con aprecio. Esto no es lo que suelo oír en eventos como este. Flexiono la mandíbula y observo como su lengua se desliza sobre su jugoso labio rosado, lamiendo la salsa de naranja.
–Está bien, creo que estoy lista para esa bebida– dice con una sonrisa. Se la entrego, engullendo el contenido de la copa mientras ella delicadamente levanta el borde hacia sus labios, con el meñique en alto, y bebe un sorbo.
–Tienes un don natural– comento, finalmente capaz de apartar la mirada de su rostro. Siempre había sido fácil mirarla, como para perderme en ella. Podría haber pasado las siguientes dos semanas viéndola lamerse la salsa de naranja de sus malditos labios. –¿Estás listas para trabajar ahora o necesitas más camarones? –
Se abate ligeramente. –No debería. Si como otro, comeré treinta más. Y luego todavía necesitaría postre además de eso. Dominic, estoy en la ciudad de Nueva York, necesito comer como una supermodelo–
–No es tan glamuroso como parece– le digo. –Es principalmente apio–
Resopla. –No puedo con el apio. Es como morder agua con pelo. Así que si, mejor pido otro camarón– Se abalanza hacia el camarero más cercano, con más confianza y experiencia que la primera vez. –Adiós a la dieta de supermodelo. Esa idea duró como cinco segundos–
La observo mientras se acaba el siguiente camarón con un gemido de agradecimiento. Odio lo mucho que disfruta esto.
–¿Estás ista? –
–Nunca. No cuando hay tantos aperitivos tentadores a mi alrededor–
Me muerdo el labio, luchando contra la sonrisa que amenaza con apoderarse de mí. Vanessa rebusca en su bolso y saca una elegante tableta. Observa la sala, saludando discretamente a otro camarero. Su bandeja contiene champiñones rellenos, y sospecho que a Vanessa también le gustarán.
–De acuerdo. Déjame sacar mi tableta nueva para tomar notas– murmura mientras la enciende, pasando las pantallas. –Mi nuevo jefe me la acaba de regalar, ¿no es un melocotón? –
–Es algún tipo de fruta– respondo. –pero no estoy seguro de que sea un melocotón–
–Oh, ¿es una fruta? – una curiosidad genuina pulula en sus ojos mientras me mira. –No pensé que fueras de tipo que recoge fruta–
–Tal vez un tomate– sugiero, viendo a donde quiere llegar y queriendo aclararlo. Aunque no debería importarme si se equivoca de idea. De hecho, será mejor que se equivoque de idea. –Ácido. Potente. La base de cualquier plato que estés preparando–
Parpadea un par de veces, asintiendo. –Eso suena bien–
El camarero se acerca con su bandeja de champiñones rellenos. Asiento con la cabeza hacia Vanessa. –¿Qué tal estos? –
Sus ojos se iluminan y coge uno de la bandeja. –Dominic Hamilton, ¿intentas distraerme? Es mi segunda semana en el trabajo y todavía tengo que demostrar mi valía. El tomate de mi jefe podría despedirme si no lo hago–
No puedo contener la sonrisa esta vez. Es demasiado fácil con ella, con el intercambio, las bromas, la forma caprichosa en que podemos sentarnos aquí y no decir nada y decirlo todo a la vez. No puedo recordar la última vez que había hecho esto con alguien que no fuera Weston o Asher.
Tomo un champiñón de la bandeja para mí. Nuestras miradas se encuentran y nos lo metemos a la boca al mismo tiempo, observándonos mientras masticamos.
No había visto a esta mujer en más de una década hasta la semana pasada, pero ahora, siento que no ha pasado el tiempo en absoluto. Aunque hay un barranco del tamaño de Kentucky entre nosotros, lleno de eventos y experiencias vitales desconocidas, todavía siento que la conozco.
La familiaridad me eriza la piel. No me gusta. No puedo tenerlo. No cuando he pasado la última década de mi vida manteniéndome en las sombras. Las cosas están seguras allí, sin ataduras y tibias. Sin gente nueva, sin amor nuevo. Tengo suficiente amor en mi vida. Y no tengo espacio para más.
Me aclaro la garganta, enderezando la espalda mientras fijo mi mirada en la persona importante más cercana. No importa quién. Solo necesito desviar la conversación de cualquier cosa que amenaza con tirar de la armadura que protege las partes más sensibles de mí.
–Probablemente tendrás noticias de ese tipo de allí–
–¿Quién? ¿El que está de pie junto a la persona con el vestido de cuentas más fenomenal que he visto en la vida real? Debe ser muy pesado. Me pregunto cómo sujetaron las cuentas–
Sonrío y señalo al hombre con el que Weston hablo antes, dándole un resumen poco inspirado de mi interacción anterior con el. después de eso, señalo todos los nombres más importantes en la sala, algunos de los cuales la hacen jadear, particularmente los nombres conocidos como Spike Lee y Tina Fey.
–Hay tantas celebridades aquí– murmura, con una mano presionada en la barbilla. –Debería haber usado algo de diseñador–
Parpadeo un par de veces, mirando su vestido. Su escote es lo primero que noto: delicioso, perlado, completamente mordible, maldita sea, pero aparto la mirada antes de que mis pensamientos puedan ir demasiado lejos. –¿De verdad hiciste tu este vestido? –
Ella asiente con un suspiro triste. –Aunque debería haber elegido Givenchy–
–Es un vestido bonito–
–¿Bonito? Verás, me diste tu tarjeta de crédito y venía a esta función y…– suspira de nuevo, volviendo a centrarse en la tableta que tiene en las manos. –Estoy respirando el mismo aire que Tina Fey. Eso es todo lo que importa–
Mis dedos se aprietan alrededor del vaso de whisky. Tengo más preguntas sobre el vestido. Y muchas más palabras para describirlo, todas ellas mucho más fuertes que “bonito” Pero no cederé ante ellas. Me concentro en el clamor de la habitación que nos rodea, el estruendo de voces y las botellas de champán se abren de golpe. Respiro hondo para despejarme. Es difícil mantener la concentración cerca de Vanesa. Es demasiado cálida y acogedora.
–Hey. Hice la donación–
Weston me empuja por el hombro, llenando mi visión de repente.
–Oh, ¿donaron esta noche? – pregunta Vanessa inocentemente. –¿Algo más que comprar las entradas? –
Weston asiente, señalando con la cabeza en mi dirección. –Es todo este tipo. Apoyando a los hackers de la próxima generación–
Sonrió en su direction. –Suena tan grosero cuando lo dices–
–¿Cuánto donaste? – le pregunta Vanessa. Me preparo para su respuesta y su reacción.
–Trecientos mil– responde Weston.
Vanessa parpadea varias veces, girando su mirada hacia mí. –Oh, ¿eso es todo? –
Esta vez, no puedo evitar la risa que sale disparada de mí. Hay algo en la mirada de que me ha dirigido, junto con el aire de locura detrás de sus palabras.
Asher se une a nosotros un momento después, algo salvaje iluminando su rostro, como de costumbre. –Chicos. Hay alguien a quien tenemos que reclutar esta noche. Se llama Roxy Wyndham y está muy interesada en encontrar una nueva empresa de gestión de patrimonios. No solo eso, es amigable con los hackers. Me he puesto en contacto, pero tenemos que cerrar trato. Le dije que le enviaríamos al embajador–
El embajador suele ser Alan. Pero esta noche, se refiere a Vanessa. Nos mira con los ojos muy abiertos.
–¿Supongo que soy yo? –
–Todo lo que tienes que hacer es presentarte, conseguir su información más importante y cortejarla un poco– digo.
–¿Cortejarla un poco? – repite Vanessa.
–Charlar sobre lo que parezca relevante– ofrece Weston. –Encontrar un interés en común, algo de que hablar…–
–Estoy bastante seguro de que se dará cuenta en diez segundos de que no soy nadie en el campo, pero bien. hagámoslo– Vanessa exhala un suspiro fortificante y endereza la espalda. –¿Adónde voy, chicos? –
Asher ayuda a guiarla hasta el objetivo, y los tres la observamos mientras se desliza entre la multitud, dirigiéndose hacia Roxy.
–Lo hará genial– murmura Weston.
Frunzo el ceño y asiento, perplejo por mi incapacidad para apartar la mirada del contoneo de sus caderas.
–Bueno, ya nos hemos presentado, hemos hecho nuestra donación y estamos buscando un nuevo cliente– digo haciendo un gran alarde de mirar mi reloj inteligente. –Creo que es hora de que me vaya–
–¿Cuándo la fiesta acaba de empezar? – pregunta Asher, fingiendo incredulidad. –Si, eso suena muy propio de Dominic Hamilton–
–Hey, me soltaré en una fiesta cuando sea la mía– aclaro. No es que lo necesite. Mis hermanos saben lo mucho que puedo festejar cuando quiero. Lo que ya no saben es cuánto me automedico cuando no me ven. Beber o fumar para dormirme es ahora la norma. No estoy orgulloso de ello, pero es la conclusión natural de esta situación de mierda en la que me encuentro. Y necesito empezar a relajarme esta noche.
Asher sonríe a la multitud. Sigo su mirada y encuentro a Roxy observando paralizada mientras Vanessa cuenta una historia con su típico estilo gregario y contagiosamente cálido.
–Creo que Vanessa lo está logrando– murmura Asher.
–Genial. Una razón más para que me vaya. Ella lo tiene controlado–
–¿Seguro que no quieres recordar el pasado? – Asher me da un codazo desagradable. –¿Robarle ese beso que nunca pudiste bajo las gradas? –
Me giro hacia él, intentando con todas mis fuerzas clavarle las dagas en la mirada. –¿Recuerdas lo que dije sobre el triángulo de las Bermudas? – Y hablo en serio. Contrataría al cartógrafo necesario para dejarlo allí y que no vuelva nunca. Odio sus bromas sobre Vanessa solo porque hay una pizca de verdad en ello, y ellos lo saben. Después de todo, son mis malditos hermanos. Lo único que se hacer es irme.
En el fondo, una parte de mi quiere atrapar a Vanessa y huir lejos de la fiesta, llevarla algún lugar donde solo nos podamos sentar simplemente. Ponernos al día. Ver qué pasa. Y no puedo permitirme darle a esa parte de mi la oportunidad de actuar. Me lo tengo estrictamente prohibido.
Un tercero se ha unido a Vanessa y Roxy al otro lado de la habitación, un ejecutivo petrolero bien vestido que asiste a todos estos ventos. Alto, cabello oscuro y una sonrisa ganadora radiante hacia Vanessa. Se toca el pecho cuando él le dice algo que provoca que se sonroje. El nudo en mi estómago se aprieta aún más. Lo peor de tener a Vanessa cerca es saber que la atraparán en un instante. Y nunca podré ser yo quién la atrape.
Bebo mi whisky de un trago y le entrego el vaso vacío al camarero más cercano. –Me voy. Dile a Vanessa si pregunta–
–Ve a decírselo tú mismo– responde Asher.
Lo miro con los ojos entrecerrados de nuevo.
–Adiós imbécil–
Se ríe y me abraza. –Te quiero, fenómeno. Lo sabes, ¿verdad? –
Lo abrazo fuerte, dándole una palmada en la espalda a mi hermano menor. –Yo también te quiero–
Somos Asher, Weston y yo contra el mundo. Así ha sido desde mi adolescencia. Y así va a seguir siendo.
Introducir, o quitar, a cualquier otra persona lo perturbaría todo, y Dios sabe que no puedo soportarlo. La única manera de mantener todo en orden es asegurarme de que nada cambiará.