🔑Cerrajera 1🔑

2467 Words
Un golpe a la pared… Luego otro… Y otro … Tras otro. El olor a rosas me tiene cagada la existencia. Y no, hoy mi historia no comienza con una profunda reflexión sobre una mierda. ¿Por qué saben qué? A la mierda con la vida. Otro puñetazo termina rompiendo levemente la pared de madera y yeso. — Señorita Boule mantenga la calma— me dice Adirael a mis espaldas. Se mueve con dolor, está sentado sobre la cama, no parece querer salir de la habitación dónde estamos encerrados. La herida en su garganta apenas está cerrándose y ni hablar de su abdomen, aún sangre sigue saliendo. — ¡Cállate la boca Adirael! Esto no debería pasar así, no deberíamos estar aquí — otro golpe a la pared ocasiona que mis nudillos sangren. —Señorita se está lastimando y además… — ¡DIJE QUE SILENCIO! Yo no soy una inútil como tú que estás ahí postrado en la puta cama. Los ojos de Adirael viajaron de mis iris a sus manos ensangrentadas por intentar detener el sangrado. ¡Maldita sea! ¿Dónde mierda está la puta de Lucebeb? Nos transportó a este lugar y ni la cara a podido darme. Lucifer debe estar regocijándose de tenerme apresada en esta habitación que por alguna razón no puedo abrir, ni mucho menos destrozar la puerta o cualquier cosa de este cuarto. Es como si estuviese hecha especialmente para que nadie salga. Le propino una patada a una silla y el dolor en la pierna me hizo flaquear y caer al piso. — ¡SUFICIENTE BOULE CONTROLATE! — el demonio golpea con su puño la cama y las sabanas fueron inseneradas rápidamente por un fuego vivaz, su cuerpo quedo atrapado entre las llamas y lo único que reluce son sus iris rojas — ¡te estás lastimando! — el fuego ceso y sus ojos volvieron a su color azul característico — además te he tratado de decir que no estamos en el infierno. — ¿Ah no? ¿Entonces dónde estamos? — me intento levantar del suelo pero el dolor se intensificó en mi pierna. — En tu mundo ¿no puedes distinguir entre el olor de los mortales y el del infierno? — levemente la herida de su garganta se terminó de cerrar — no sé en que lugar en específico estamos pero sé que es tu mundo. — ¿Y porque no podemos salir de este cuarto entonces? — No tengo todas las respuestas señorita. Sin previo aviso la puerta de la habitación se abrió levemente y el olor a incienso fue como un golpe directo. Intenté levantarme nuevamente del suelo. Me levanté pero Adirael había sido más rápido y ya había salido como un perro guardián para asegurar el perímetro. Creo que no le importa estar aún en pelotas, su espalda definida no me deja ver hacia afuera, hasta que llego a su lugar y lo aparto del camino para poder ver mejor. Era una casa espaciosa donde estábamos, con una decoración de la época , escaneé el lugar en busca de algo o de alguien pero lo único que noté fue una pared repletas de flores rojas, con una mas que otra rosa marchita. De ahí venía el olor tan horriblemente familiar. Intenté avanzar pero Adirael frustra mi paso sujetándome del brazo. — Sé que estás ahí, termina de aparecer — dice Adirael a lo que yo pensé era una sala vacía. — No soy un fugitivo, no estoy escondido señor, al parecer son ustedes mis amigos, quien deberían esconderse — cada palabra fue pronunciada por una voz suave que no pude descifrar de dónde venia , era como si viniera de todas partes. — ¿Quién mierdas eres? Y más importante ¿dónde estoy? — Soy Liruar, madam y no sé preocupe por dónde están, es un lugar seguro. — Muéstrame tu cara por favor — Adirael siempre tan pasivo. — O te muestras o juro que… — Ya le dije madam yo no estoy escondido, estoy justo aquí pero no poseo un cuerpo físico, no veo la necesidad de uno — aún es extraño no saber de dónde viene la voz. — Pero como demonios voy a hablar con la nada, un cuerpo es algo débil pero estúpidamente necesario — le digo un poco incómoda de no saber a qué dirección hablar. — ¿Para qué precisamente? ¿Para mostrar mis órganos reproductores al aire , sin pudor alguno? — hace referencia a las bolas de Adirael — pero puedo comprender su incomodidad e incomprensión madam, solucionare su problema. Escucho un crujir y luego una gran vasija que reposaba sobre una mesa, cayó al suelo reventando en miles de pedazos, luego cada trozo de arcilla roto se fue juntando y reagrupándose emitiendo un sonido de quejido. Las piezas tomaron forma de un cuerpo, era casi como un rompecabezas andante. — Creo que para usted, esto debe servir ¿cierto? — la silueta de arcilla hace una reverencia ante mí. — No lo hagas — le digo a secas. — ¿Qué no haga qué señorita?— dice la arcilla viviente. — La reverencia, no lo hagas… — Es la ley madam, yo soy un demonio común y usted es la princesa , debo mostrar mi respeto — el demonio vuelve a tomar una posición erguida. — No soy la princesa ¿ok? Si quieres respetarme, hazlo por el miedo de que puedo asesinarte ahora mismo, pero eso no es lo que quiero— aparto a Adirael de mi camino y avanzo — dime ¿dónde está Lucebeb? Esa maldita me debe algunas respuestas. — El señor Belcebú no se encuentra en casa justo ahora, pero me dejó instrucciones que los hiciera sentir como en casa . — No quiero una mierda, solo quiero… — ¡Señorita! — está vez fue Adirael quien hablo interrumpiendo — tenga calma por favor. Aprieto los puños clavando las uñas en las palmas al grado de que duele. — Liruar, ¿entre tus instrucciones está alguna relacionada con mantenernos aquí? — Adirael camina hasta Liruar y parándose al frente de él, es mucho más alto por mucho. — No señor Adirael, no están obligados a quedarse aquí, son libres de irse cuando lo deseen — Liruar señala la puerta de salida. — ¡Entonces me voy! — digo avanzando. — Señorita espere, deberíamos considerar la posibilidad de… Hago caso omiso a las palabras de Adirael y sigo avanzando, aunque me cuesta por el dolor. — Princesa Boule, al señor Belcebú le gustaría mucho que usted se quedará para… — No me importa que demonios quiera ese o esa imbécil — hablo sin detenerme — Adirael, ¿o vienes o te quedas a jugar al demonio mayordomo con él? — Señorita Boule, recuerde que el señor Belcebú nos sacó del infierno no creo que no sería cortés irnos sin… — ¡Púdrete Adirael! — ya casi llego a la puerta pero mi salida fue interrumpida por él. Su mano se había posado sobre mi hombro y gire sobre mis talones para darle un golpe al imbécil de Adirael pero fue más rápido y en un movimiento quedé acorralada junto a su cuerpo caliente. Intenté moverme pero ejerció presión sin lastimarme, su mentón se clavo en mi cabeza y ni pensar en su m*****o pegado a mi espalda. — ¡Suéltame imbécil! — intento soltarme. — Señorita Boule, tranquila… Respire… Deje de actuar por una vez de forma tan impulsiva, escuché no digo que nos quedemos aquí, pero usted necesita alimentarse, no come nada desde hace 4 días, necesita cambiar ese vendaje y yo necesito ahora mismo algo de ropa, solo espere lo justo y nos iremos de aquí. Además el señor Belcebú nos trajo aquí, si quisiera hacerle daño ya la hubiese asesinado ¿no cree? — Adirael habla con su tono más serio. — Además princesa en la cocina ya hay un estofado hecho especialmente para ustedes — Liruar habla y al moverse la cerámica cruje — Adirael suéltame — le digo tajante. — Promete que hará las cosas pensado con la cabeza fría. ¿La cabeza fría? ¿Cómo puede pedir cosas tan absurdas? Mis planes van de mal en peor y él solo quiere que me calme. Claro para él es fácil decirlo, no tiene la necesidad de lograr su cometido, yo lo prometí, se lo prometí a los que me criaron, se lo prometí a mi mamá y me lo prometí a misma y eso es lo único que importa, lo único que me da un motivo de estar aquí ¿sino qué? ¿Sería alguien común? Eso nunca lo podré ser. —Adirael por favor — le vuelvo a pedir, ya un poco más calmada. Ciertamente muero de hambre pero no debería ser impedimento. — Boule, sabes que te conozco, he cuidado de ti desde que eras una niña y sé que cuando te suelte huiras — el desgraciado tiene razón. — Adirael, ok está bien, no te estoy dando la razón ¿entiendes? Pero no me soltarás nunca, así que como quieras, solo quiero irme de aquí lo más pronto posible. Adirael poco a poco me suelta y por un segundo pienso en correr pero algo me dice que me quede. Me volteo, lo veo a los ojos y le doy un empujón. — Liruar ¿dónde esta esa comida?— le digo caminando hasta él. — Ya se la traigo señorita — el demonio camina hasta lo que parece ser la cocina. — Te juro que si me envenenan te arrepentirás — sentencio a Adirael. Él solo sonríe de medio lado. Luego de un minuto vuelve el demonio con un plato de comida caliente y lo coloca en el comedor al otro lado de la sala. No es necesario que diga nada, entiendo que debo sentarme allá , así que camino. — Liruar podrías darme algo de ropa por favor. — Sería un placer señor Adirael, acompáñeme a la habitación. Los dos desaparecen detrás de la puerta de un cuarto y yo sigo comiendo, rápido para poder irme lo más pronto posible. Necesito descubrir todo lo que acaba de pasar. Si Lucebeb no fue quien me mantuvo cautiva por días ¿entonces quién? Lucifer me queda claro que tampoco fue, que demonio tendría el valor de hacer eso. Aunque lo niego, es cierto que en el infierno todos me conocen como “la princesita de Lucifer” y es algo muy poco probable que alguien se atreva a dañarme si las consecuencias son enfrentarse contra él. En dieciocho años nadie se había atrevido a esto, él único loco que me secuestraba era Rael pero lo hacía con permiso de Lucifer y era para llevarme a lo que él consideraba vacaciones. Un ruido fuerte me hizo salir de mis pensamientos, por obvias razones mis sentidos se alertan y busco en todas direcciones. Escucho al fondo las risas de Adirael por lo cual él está bien. Vuelvo la vista a la comida y de nuevo escucho el sonido, viene del suelo ¿un sótano tal vez? Me levanto de la mesa y busco la puerta que me lleve abajo y no fue difícil encontrarla ciertamente. La puerta no era nada parecida a la decoración de la casa , es de hierro oxidado y resistente. Me acerco y de un solo toque se abre , crujiendo horriblemente. Del otro lado, solo oscuridad y una escaleras que a simple vista parece que un leve soplo las haría desplomarse. El olor que proviene de la penumbra es de sangre y azufre. Decido bajar sin importar que, al bajar el primer escalón, la herida en mi pierna duele mucho más , pero eso no me frena y sigo bajando. A cada paso la sensación de caer en un abismo se incrementa. Al llegar a lo que parece el suelo , aunque simplemente es tierra roja , avanzo un poco más y el panorama es iluminado por una luz roja tenue , que no sé describir de dónde proviene. Esto es gigantesco, no veo cuál es el final ciertamente, sobre las paredes de piedra carmín, grilletes reposan oxidados. En mi avanzar me topo con múltiples herramientas de tortura física regados por todo el lugar, sin ningún orden. Siento que alguien camina junto a mi , no, son dos … ¿Tres? Pero no puedo ver nada. Al moverme sin cautela termino pisando lo que a mi parecer son costillas humanas y no camino mucho para percatarme que no son los únicos restos óseos en el lugar. Mi piel está tibia como si una fina lana ardiente me arropa suavemente. Está sensación no es buena. Volteo rápidamente al ver que algo se ilumina y me percató que es una mesa redonda de mármol puro y repleta de miles de platos que no siquiera sé sus nombres. Sobre ella una fuente de chocolate y otra de vino , ambas rodeadas de frutos tropicales y genuinamente perfectos y apetecibles. No pueda evitar sentirme atraída hacia tal asombro y mi estómago pide a gritos saciar el hambre de días que ese estofado no logro llenar. No soy de comidas tan extravagantes así que opto por tomar un pan caliente que huele a miel y canela. Primero siento su textura un segundo y me deleitó con su olor y luego lo llevo a mis dientes. Al primer bocado fue dulce y glorioso como si la masa fuese sido moldeada por un ángel pero al pasar por mi garganta un sabor amargo y ferroso se incrusta en mi paladar y quemando mi esófago. Todo a mi panorama se nublo en un segundo dejando paso a una nueva realidad, la mesa frente a mi ahora repleta de moscas y la comida sobre esta en un estado de putrefacción deplorable. El olor azufre se incremento notablemente y puedo oír gritos lamentables que quedaron grabados en las grietas de las cavernosas paredes. Ese calor que desde ya hace mucho no sentía pero su infernal familiaridad me incómoda. — ¡Que mierda! ¿El infierno? Mi padre sabrá que estoy aquí — corro devuelta a la salida pero parece que todo cambio, nada está como hace un momento, un enjambre de moscas pasa a mi lado en busca de lo que reconozco como sangre encharcada. No logro orientarme en este lugar y los gritos son como piezas de vidrio en mi cerebro, porque no estoy segura si los oigo en realidad o solo están en mi cabeza. Doy vueltas sobre mis pies en busca de la salida o de alguien a quien pueda obligar a sacarme de aquí. —¡¿ No hay nadie en este puto lugar?! — mi voz es como un eco inaudible perdido entre el aleteo de insectos. — No estás sola, estoy yo... Esa voz...
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