Jackson
Joder, era adorable. No solo adorable, era jodidamente sexy también. Pero había algo en la forma en que me miraba, en cómo su boca parecía querer curvarse en una sonrisa todo el tiempo, que me daban ganas de hablarle.
—Hola, Gabriella —dije cuando levantó la vista, parpadeando como si yo fuera una especie de aparición.
Miró su placa con el nombre, que fue donde descubrí cómo se llamaba esa belleza. Luego volvió a mirarme.
—Hola —respondió—. ¿Puedo… puedo ofrecerte algo? Creo que la cocina ya está cerrada, pero… —Miró por encima del hombro hacia la cocina. Estaba nerviosa, y eso la hacía aún más atractiva.
Y ya era una bomba, con ese cabello rojo cayéndole en rizos ligeros sobre el hombro, y esos ojos marrones, grandes y redondos, en los que quería perderme.
—Sí —dije—. Tu número.
Parpadeó. —¿Qué?
—Fui un poco directo —dije—. Lo siento. Es solo que eres la cosa más hermosa que he visto en mucho, mucho tiempo. Y no puedo dejar pasar la oportunidad de pasar un rato contigo.
Volvió a parpadear antes de que sus mejillas se tiñeran de rojo.
—No soy una cosa —espetó.
Reí. Dios. Temperamental también. Era el paquete completo.
—Te acabo de decir que eres hermosa, ¿y lo único que oíste fue que te llamé "cosa"?
Se encogió de hombros. —No me gusta que me traten como si fuera parte del servicio.
Reí de nuevo. —No era mi intención tratarte así. Mala elección de palabras. Eres la mujer más hermosa que he visto en mucho, mucho tiempo. ¿Mejor así?
Se mordió el labio y luego asintió, tímidamente.
Mierda. Ya me estaba volviendo loco. Sonreí.
—Y sí quiero pasar un rato contigo. ¿Te gustaría tomar algo conmigo?
Vaciló.
—Todavía queda algo de tiempo antes de cerrar, ¿verdad? —pregunté.
—No está permitido beber durante el turno —dijo.
—¿Y quién se va a enterar? —pregunté—. Solo quedamos nosotros.
Cuando miró a su alrededor, vio que tenía razón. No quedaban más clientes. Todos se habían ido ya a casa. Faltaban cinco minutos para medianoche, y todavía tenía tiempo para servir un par de cervezas más.
Estaba pensándolo, lo notaba en su cara. Y verla pensar era condenadamente sexy.
—Está bien —dijo al fin.
Le sonreí. —Perfecto.
Desapareció por un momento y luego volvió con dos cervezas.
Caminamos hasta la mesa donde había estado sentado con mi amigo de la universidad, Jhon, y su novia, Carrie.
—Entonces, Gabriella —dije cuando nos sentamos.
—La mayoría me llama Gabby —dijo—. La placa es algo formal. —Se tocó el nombre en el pecho.
—Gabby. Me gusta. —Era pícara. Me encantaba—. Yo soy Jackson.
Sonrió. —Hola, Jackson.
Sonreí al escuchar mi nombre en sus labios.
—Entonces, Gabby, ¿qué haces además de trabajar aquí?
—Soy estudiante —dijo—. Estudio arte.
Silbé entre los dientes. —Eso es impresionante.
—¿En serio?
—Por supuesto —dije. Se notaba tímida bajo el cumplido.
Siempre he tenido mucho respeto por los estudiantes de arte. Es una carrera difícil—todo se basa en la pasión, porque la mayoría no llega lejos en el mundo artístico. Ganar dinero con algo así, por muy apasionado que seas, es complicado.
—¿Y tú? —preguntó.
—Terminé la universidad el año pasado. Ahora estoy terminando una pasantía.
—¿Y qué sigue para ti entonces? —preguntó.
Di un trago a mi cerveza. —Escuela de negocios.
—¿En serio?
Asentí. —Quiero marcar la diferencia, ¿sabes? Pero no en el sentido en que lo dice la mayoría.
—¿Entonces cómo?
—Comida gourmet.
Se rió, y yo estaba perdido. Podría volverme adicto a ese sonido.
—Oye —dije, dándole un golpecito suave en el hombro y disfrutando del contacto—. La buena comida une a las personas. Y además, es un negocio rentable.
—Me gusta tu entusiasmo. ¿Dónde queda tu escuela? —preguntó.
—Nueva York.
¿O fue mi imaginación, o su expresión cambió?
En dos días me iba a Nueva York para empezar la maestría. Había trabajado duro para llegar hasta aquí, y trabajaría aún más duro cuando llegara a la Gran Manzana.
—¿Cuándo te vas? —preguntó.
Vacilé, sin saber si debía decírselo. No quería espantarla.
—En dos días.
Sus ojos se agrandaron. —Vaya, eso es pronto.
Asentí.
Irme era agridulce. Amaba Los Ángeles, pero necesitaba dar el siguiente paso. Un MBA abriría muchas puertas para mí. Y tenía grandes planes.
—Estoy segura de que te irá muy bien en la maestría —dijo Gabby—. Se nota que estás apasionado por tu futuro negocio.
Asentí. —Sin pasión, ¿cuál es el sentido?
—Exacto —dijo—. Por eso estudio arte, aunque sé lo que la mayoría dice al respecto.
—Me parece algo noble —dije—. ¿Qué tipo de arte haces?
—Pinto —dijo, y sus ojos se iluminaron.
—Ah. ¿Qué te gusta pintar?
—Cualquier cosa —dijo, jugando con un mechón de su cabello rojo fuego—. Paisajes, abstracto. Pero lo que más me gusta son los retratos. Amo los rostros de las personas. Siempre cuentan una historia.
Me sonrió. Sus ojos eran hipnotizantes. Sabía que pronto me iría, pero quería conocerla mejor. Había algo en ella que me empujaba a acercarme más, a descubrir qué la hacía latir por dentro.
—¿Estás soltera? —pregunté.
Mi propia pregunta me sorprendió tanto como a ella.
—Sí —dijo, y una expresión cruzó su rostro tan rápido que no alcancé a descifrarla.
—Qué suerte la mía —dije con una sonrisa.
Ella rió, y fue hermoso. Rica, plena, genuina.
—Sí, supongo que sí.
Tomé un sorbo de mi cerveza.
—Entonces, ¿qué haces cuando no estás trabajando en Café Noir o pintando cuadros?
—Ser estudiante a tiempo completo y trabajar me ocupan casi todo el tiempo —admitió.
—¿Y qué harás esta noche? —pregunté.
Se encogió de hombros.
—Después de cerrar y borrar cualquier evidencia de que estoy rompiendo las reglas ahora mismo —me guiñó un ojo—, probablemente me vaya a casa a dormir bien, así puedo levantarme temprano para las clases de mañana.
—Qué lástima —dije.
—¿Por qué?
—Porque esperaba que salieras conmigo a celebrar.
Parpadeó.
—¿Qué estamos celebrando?
—El hecho de que conocí a la mujer más hermosa que he visto en mi vida —dije sonriendo, mientras la veía sonrojarse hasta las orejas.
—Ay, eres muy hábil, Jackson. Pero conocerme no es razón suficiente para celebrar.
—Oh, Gabriella —dije, inclinándome hacia ella—. ¿Te has visto?
Volvió a sonrojarse y extendí la mano para tocarle el brazo. No pude evitarlo. Era magnética.
—Entonces, ¿qué dices? —pregunté—. Cuando termines aquí, ¿quieres venir conmigo?
—¿A dónde vamos? —preguntó con voz entrecortada.
—A donde tú quieras.
—Para alguien que parece tenerlo todo bajo control, pensaría que tendrías una respuesta lista para esa pregunta —dijo.
Reí.
—¿Crees que lo tengo todo bajo control?
—¿No es así? Quiero decir, mírate —recorrió mi cuerpo con la mirada, y disfruté cada segundo de cómo me miraba—. Definitivamente tienes pinta de ser el tipo de hombre que dirige reuniones en una sala ejecutiva.
Solté una carcajada.
—¿Tan obvio es que estudio negocios? ¿No podría pasar por carpintero o leñador?
Levantó las cejas.
—¿En serio? ¿Leñador? Ya te imagino con camisa de franela y botas, mirando un árbol y pensando cuánto tendrás que sobornarlo para que se caiga por ti.
Estallé en risa.
—¿Sobornarlo?
—Bueno, se nota que haces ejercicio —dijo, sonrojándose—. Pero no tienes las manos encallecidas de alguien que maneja una motosierra para ganarse la vida.
Se inclinó y tomó mi mano entre las suyas. Al contacto, una corriente eléctrica saltó entre nosotros y se me cortó la respiración. Me miró antes de observar mi mano.
Me encantaba sentir sus manos sobre la mía, su piel suave, tersa, sus dedos hábiles. Tenía pequeñas manchas de pintura, y esos detalles la hacían aún más encantadora.
Me incliné hacia adelante hasta que nuestras cabezas quedaron juntas, estudiando mi mano.
—¿Entonces crees que soy mejor cerrando tratos que talando árboles? —pregunté con la voz un poco ronca.
Ella volvió a mirarme, y su rostro estaba tan cerca que pude ver las motas doradas que bailaban en sus grandes ojos marrones.
—Sí. Y además es mejor para el medio ambiente.
Reí suavemente. Podía oler su champú. Levanté la otra mano y le aparté un mechón de cabello de la cara. Sus ojos seguían fijos en los míos, y cuando me incliné para besarla, ella cerró los ojos.
Cuando nuestros labios se tocaron, sentí la misma descarga eléctrica increíble que me recorrió cuando tocó mi mano. Deslicé mi lengua dentro de su boca y ella gimió suavemente.
El sonido fue erótico, y me endureció al instante.
Le tomé la mejilla entre las manos y la besé con más urgencia, intentando mostrarle lo que me provocaba. Deslicé las manos por su espalda, subiendo por sus hombros hasta enredarlas en su cabello mientras la acercaba más. Sus brazos se envolvieron alrededor de mis hombros. Inhalé su aroma, completamente embriagado.
Cuando por fin nos separamos, nos miramos. Ella estaba sin aliento, como si hubiera corrido una milla, y sus ojos eran más oscuros, más profundos. Sus labios estaban entreabiertos.
—Ven a casa conmigo —dije.
Se echó un poco hacia atrás.
Mierda, ¿la había arruinado?
—Tengo que limpiar y cerrar el café —dijo.
Asentí.
—Te ayudo.
Nos pusimos de pie juntos. Todos los demás empleados ya se habían ido, y la ayudé a cerrar. Levantamos las sillas sobre las mesas para que el personal de limpieza llegara en la mañana, limpiamos los mostradores, y ella encendió el lavavajillas industrial que alguien había cargado antes.
Todo el tiempo no pude dejar de mirarla. La observaba mientras se movía, atento a cada gesto. Era elegante y delicada, hacía todo con cuidado, como si realmente le importara. Su largo cabello rojo parecía una llama bajo las luces tenues. Cuando me miraba de vez en cuando, sus ojos eran profundos. Su expresión sugería que estaba tan ansiosa de salir de allí como yo.
Cuando todo estuvo listo y cerró con llave la puerta, se volvió hacia mí.
—No suelo hacer esto —anunció.
—¿Qué? ¿Recibir ayuda para limpiar el lugar?
Soltó una risita.
—No. Irme a casa con alguien que acabo de conocer. No es… lo que suelo hacer.
—Está bien —dije. ¿Y si cambiaba de opinión? La deseaba con desesperación, pero no quería convencerla de hacer algo que no quisiera.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo?
—Sí, lo estoy. Solo quería que lo supieras.
Asentí.
—Tomado en cuenta. Y es un honor.
Ella también asintió.
—Entonces, ¿para dónde vamos? —preguntó.
Tomé su mano y la llevé a mis labios, rozando sus nudillos con un suave beso.
—Por aquí —susurré, y la guié hacia mi coche.