ERIN —¿Estás segura de que tienes todo lo que necesitas? —Ajusté la manta más fuerte alrededor de las piernas de mi mamá. —Erin. —Puso su mano sobre la mía, deteniendo mi ajetreo—. Sí. Puedo ir al baño y a la cocina sola, sabes. Suspiré, pero aunque su toque era reconfortante, seguía tensa. —Lo sé. Es solo que… estaré fuera tanto tiempo. —No más que con tu último trabajo. Forcé una sonrisa. —Síp. Supongo que es cierto. Me apretó la mano. —Los nervios del primer día son normales. Aunque diré que has estado zumbando por aquí como colibrí todo el fin de semana. ¿Estás segura de que descansaste lo suficiente? —Estoy bien. Dormí bien anoche. Eso era mentira. Me había despertado cada par de horas. Sin embargo, no era solo el nuevo trabajo lo que ocupaba mi mente. También era lo que había

