Grace —Estoy tan feliz de que por fin haya terminado el día —me quejé al dejarme caer en el sofá después de llegar del trabajo. Como de costumbre, Michael había llegado antes que yo de su oficina. No solo ganaba el triple que yo, también trabajaba menos horas. —¿Día difícil, cariño? —Michael se dirigió a la cocina con ligereza para servirme una margarita del refrigerador. Me la pasó. —Mi jefe, ese imbécil de Mason Reynolds, me estuvo encima todo el día. —A mí no me molestaría que él estuviera encima de mí todo el día —bromeó Michael, pero lo ignoré. Agradecida, tomé la margarita y le di un gran sorbo. —Es un completo idiota, se la pasa fijándose en cada pequeño detalle. Me tardé diez minutos más en volver del almuerzo y me regañó delante de toda la empresa. Pero me desquité. ¡Uf, es

