GABRIEL
Su respuesta me tomó por sorpresa.
—¿Quizás no deberías estar aquí? —repetí, saboreando las palabras lentamente en mi lengua.
Tessa asintió, completamente imperturbable. Tuve que luchar contra una sonrisa. Esta chica tenía agallas, sin duda. La mayoría de los entrevistados entraban a mi oficina temblando de miedo.
No Tessa. Ella había entrado como si el lugar le perteneciera, moviendo esas caderas anchas, batiendo sus ojos verdes.
¿Y esos labios?
Santo cielo. Eran tan carnosos que debería ser un crimen.
Tessa soltó un pequeño suspiro. —Supongo que pondré el elefante sobre la mesa. Estoy aquí por mi padre.
Solté una risa baja. —No mucha gente admitiría eso.
Hizo una mueca. —No es como si me sintiera orgullosa de ello ni nada.
—En realidad, no estás aquí solo por James… —le
