Patricia
Tomé una respiración profunda mientras las llantas delanteras del coche de Wesley pasaban por la acera que llevaba al estacionamiento con servicio de valet del restaurante.
—Pareces nerviosa —dijo Wesley, lanzándome una mirada seductora mientras tocaba el freno y esperaba en la fila para que llegara nuestro turno bajo el toldo.
Negué con la cabeza y sonreí.
—No estoy nerviosa.
Él bufó, pero sus ojos brillaban con picardía.
—Sí, claro.
—¿De verdad crees que puedes leerme tan bien? —pregunté.
Se rascó un lado de la mandíbula y me miró de reojo, con sus penetrantes ojos azules atravesándome. Su chaqueta de cena negra y la corbata color salmón lo hacían ver ridículamente atractivo.
—Hmm…
—¿Qué? —Su sonrisa era contagiosa y no pude evitar reír.
—¿Alguna vez has comido en est
