Patricia
Wesley subió las escaleras corriendo, recogió a su hija del suelo y ambos desaparecieron por el pasillo. Sus voces se escuchaban desde los escalones, aunque no pude distinguir lo que decían.
Mi lado más doméstico se derretía en secreto por Wesley y por cómo cuidaba de su hija, asegurándose de que todas sus necesidades estuvieran cubiertas antes que cualquier otra cosa en su vida.
Busqué algo con lo que entretenerme para calmar los nervios y empecé a limpiar la estufa y las hermosas encimeras, notando el estante de especias inmaculadamente organizado y admirando la despensa enorme y bien surtida. Todo en la casa era hermoso y lujoso. Nunca había estado en una casa tan elegante como esa, y todo tenía el toque personal de Wesley.
Para rematar todo lo perfecto en él, Wesley sabía
