ERIN —Mierda. En un instante, Isaac me soltó y cruzó la habitación de un salto. Cerrando y asegurando la puerta que daba al pasillo principal, se giró hacia mí. —Debería haber pensado en eso. Asentí, con la lengua demasiado hinchada para responder. El contacto de Isaac me había dejado intoxicada. Sabía que debería estar cuestionando mis acciones, pero tampoco quería hacerlo. Lo que quería, en cambio, era perderme en el calor y el toque de Isaac. Presionarme contra él hasta no poder distinguir dónde terminaba yo y comenzaba él. Era peligroso, sí. Y no solo porque mi trabajo estaba en riesgo. Isaac no era como ningún otro hombre que hubiera conocido. Los hombres no entraban en mi vida con frecuencia, y los pocos que lo hicieron nunca me movieron realmente. Pero Isaac… encendía un f

