Mason —Toc, toc. Oye, amigo, ¿tienes un minuto? Parker asomó la cabeza por la puerta de mi oficina y me encontró sentado en mi escritorio con la cabeza entre las manos. —Ahora no —gruñí, esperando que se fuera, pero Parker me conocía demasiado bien para eso. Ignorando mis palabras, entró tranquilamente en la oficina y puso los pies sobre mi escritorio. —¿Qué te pasó este fin de semana? —preguntó—. Prometiste que ibas a invitar a todos a unas copas en el bar y no apareciste. Tuve que pagar la cuenta. De nada, por cierto. Luego traté de localizarte todo el fin de semana y mis llamadas iban directo al buzón. ¿Qué pasó? ¡Tú y Grace deben haberse dado una buena fiesta! —Podrías decir eso —respondí con rigidez. Saqué del bolsillo la carta arrugada de extorsión y se la entregué. Observé su

