Patricia —¿Estás emocionada? —Me arrodillé frente a Dylana y tomé sus pequeñas manos con hoyuelos entre las mías. Noté que estaban más húmedas de lo habitual. Dylana asintió, pero sus mejillas estaban sonrojadas. Wesley, Dylana y yo estábamos tras bambalinas en el auditorio de danza de la Academia de Artes Escénicas de Los Ángeles. Las audiciones comenzarían en pocos minutos. Dylana miró a las otras niñas con las que competiría, la mayoría acompañadas por sus madres, que las ayudaban a prepararse. Wesley era uno de los pocos padres presentes. —Vas a arrasar —susurré y deposité un delicado beso en su mejilla derecha, regordeta—. Naciste para ser bailarina. —¿De verdad lo crees? —Un destello de brillo regresó a sus ojos. —Al mil por ciento. Los hombros de Dylana subieron y bajaron co

