Wesley —Vaya, eso fue simplemente extraordinario. Después de las audiciones, nos quedamos un rato por allí. Dylana charlaba emocionada con las otras bailarinas alrededor del ponche en la mesa de refrigerios, y yo me servía unas galletas de la bandeja. Me di la vuelta y vi a la antigua profesora de danza de Dylana —la misma que la había expulsado de su clase— acercándose a nosotras. Movía las caderas de un lado a otro como si fuera la responsable directa del éxito de Dylana en el baile. La sonrisa en su rostro era demasiado amplia para ser sincera. Sus pálidos ojos azules brillaban con un hambre glotona. Me coloqué delante de Dylana, con mis instintos de oso protector en máxima alerta. Esa mujer era de la vieja escuela, y no en el buen sentido. Había bailado en el Carnegie Hall y desti

