Capítulo 7

2659 Words
Dentro del bosque que rodeaba la montaña, lo suficientemente cerca de la carretera como para poder llegar sin problemas a su camioneta, pero a la vez lo bastante lejos como para trabajar tranquilo, Santos terminaba de cortar en pedazos un tronco talado, seleccionando los cortes que necesitaría para comenzar su nuevo proyecto. Trasladándolo con algo de esfuerzo toda la madera que se llevaría en esa ocasión, el alfa se detuvo un momento y limpió el sudor de su frente con el dorso de su mano para tomar una profunda respiración que le ayudó a recuperar un poco el aliento. Abriendo la puerta del copiloto, Santos tomó su botella de agua y bebió el último trago antes de lanzarla completamente vacía en el interior. Por supuesto, el agua le ayudó a calmar un poco su sed, pero no hizo nada realmente por el constante rugido que emitía su estómago, exigiéndole comida. —Supongo que ya es hora de ir a comer algo —murmuró, palmeando distraídamente su estómago, como si ese simple gesto le ayudaría a calmar un poco su hambre. Por supuesto que eso no sucedió, y el lobo de Santos se irritó por hacerle esperar tanto por algo tan simple como conseguir comida. Cosa que realmente era simple. Si tan solo Santos supiera cocinar algo más que tostadas, tocino y huevo revueltos, pero la realidad era que no sabía ni le interesaba aprender, por algo es que tampoco tenía su cocina equipada con nada. Si tenía hambre, la opción del alfa siempre había sido recurrir al restaurante "Sr. Bear" que dirigía el señor Bevis junto a su esposa, algo que definitivamente ya habría hecho desde que su estómago emitió el primer rugido tras llegar al bosque, si no fuera porque ir significaba encontrarse con aquel molesto omega horriblemente alegre que no dejaba de acosarle con la mirada cada vez que había ido. Solo tres veces se había presentado desde el cambio de camarero, y no quería exponerse a una cuarta cuando estaba ese chico acosador. Porque no había otra forma de describirlo, además de extraño, claro. Tanto Ted como su esposa, debieron de haberle advertido que no era necesario acercarse y cantarle el menú del día tras sentarse en su mesa, pero ese omega de todas formas se había acercado las restantes dos veces y le había no solo leído el menú, sino que también recomendado la especialidad del día. Cada vez que se alejaba para atender otras mesas, podía sentir esa mirada chocolatada sobre su persona, y que el chico no temiera de sus gruñidos ni se quejara de su pésimo humor de mierda tampoco ayudaba. Santos seriamente se preguntaba si algo estaba mal en el cerebro del chico, considerando que seguía aprovechando cada oportunidad para tocarlo con una excusa, por lo que no, no quería arriesgarse a volver al restaurante y encontrarse con esa molestia extraña aun si se estaba muriendo de hambre. Y como si esa fuera su señal, su estómago volvió a rugir más fuerte que antes y su lobo empujó en su mente, deseando cambiar y salir de caza él mismo por un jugoso conejo y así solucionar el problema que tanto se tardaba en arreglar. —No tengo tiempo para que salgas a divertirte hoy —murmuró, rodeando su camioneta para subirse detrás del volante. Pensando en una solución para conseguir algo de comida de su restaurante favorito sin la necesidad de encontrarse con ese omega, Santos finalmente se decidió llamar directamente al dueño y pedirle que le llevara su comida hacia su taller. Sabía que el señor Bevis no se negaría, después de todo él mismo le había asegurado que podía hacer aquello y lo había hecho veces anteriores. —Santos, ¿ocurre algo, chico? —preguntó el señor Bevis. —No, solo quería que me entregaran mi comida en mi taller, no tengo tiempo para ir a darme una vuelta por ahí hoy —anunció. "Ni pienso hacerlo mientras ese chico llamado Tristán siga por ahí" Pensó, aunque por supuesto que no lo dijo. —Tendrás que esperar unos minutos —expresó y la voz de Tristán se escuchó del otro lado anunciando un pedido. —Mientras esté en mi taller en menos de una hora estaré bien —aseguró. —Hecho —aceptó el otro alfa, y entonces la llamada simplemente se cortó. Con eso arreglado, Santos echo a andar su camioneta para conducir devuelta a su taller. Lamentablemente, su lobo no parecía estar muy satisfecho a pesar de que la comida pronto llegaría para saciar su hambre. —¿Quieres quedarte tranquilo? —gruñó cuando volvió a sentir a su lobo empujando en él, queriendo cambiar y salir—. No te dejaré libre solo para que cazes a un tonto conejo, tengo cosas más importantes que hacer —resopló—. Conténtate con saber que no iremos al restaurante y aun así, estaremos consiguiendo comida. Por supuesto, sus palabras obviamente no ayudaron para calmar a su lobo y, por el contrario, parecieron irritarlo más. Tomando una profunda respiración, Santos tomó la decisión de dejar salir a correr un poco a lobo para estirar sus patas, gastar un poco de energía de esa forma para luego ir a un bar y gastar el resto follando a un desconocido contra la pared del callejón. Pero, a pesar de que eso siempre había funcionado para calmar a su lobo, en ese momento solo pareció irritarse más con sus planes. —¡Bien! Entonces simplemente no haremos ni una mierda, lobo tonto —espetó frustrado. Conduciendo el resto del camino mientras intentaba adivinar los deseos de su lobo, Santos finalmente llegó a su taller y quedó en lo mismo, sin saber que jodidos deseaba su lobo tonto. Disminuyendo la velocidad, los labios del cambiaformas alfa inmediatamente se curvaron hacia abajo en una mueca de puro disgusto al contemplar a su tío esperando por él frente a la puerta cerrada de su taller. No sabía qué era lo que el hombre estaba haciendo ahí, pero la verdad es que tampoco le interesaba descubrirlo. Deteniendo su automóvil frente a la puerta más grande de su taller que le permitiría entrar con su camioneta sin problema, Santos se bajó ignorando deliberadamente a su tío Belmont y le sacó el candado al portón, logrando así abrirlo fácilmente. —No sé por qué le tienes tantos seguros a esta pocilga, nadie querría robar alguna cosa de toda esta basura —expresó el beta, observando con disgusto el interior del taller lleno de herramientas y muebles. —Lárgate —anunció, sin siquiera dedicarle una sola mirada. Volviendo hacia su camioneta, el alfa se subió nuevamente y la introdujo a su taller, entonces se dedicó a bajar toda la madera que había conseguido. —Deberías de dejar de talar los árboles de nuestro bosque si solo estás haciendo porquerías como estas —espetó Belmont desde el interior de su taller. Soltando un resoplido molesto, el lobo alfa se enderezó y contempló a su tío con todo el disgusto y desagrado que sentía. —¿Qué es lo que quieres? —espetó, observándole de frente. —De ti, creo que lo sabes muy bien —respondió, lanzándole una mirada llena de odio puro. —Por supuesto, es el mismo sentimiento y deseo que tengo yo por ti —le respondió con una sonrisa malvada—. Ahora, si solo te has presentado porque no tienes nada mejor que hacer con tu asqueroso tiempo, sería mejor que te largaras y permitieras trabajar a los que realmente tienen un trabajo —expresó fríamente. —Difícilmente yo llamaría esto trabajo —se burló—. Cualquier cachorro de cinco años podría hacer esta clase de cosas mucho mejor que tú. —Y, aun así, hay manadas de afuera que hablan directamente con Kenneth para pedir algunas de mis creaciones o solicitar un pedido especial —le recordó con una sonrisa arrogante. —Idiotas que no saben nada —espetó. —Como tú —respondió. —No me faltes el respeto de esta manera, imbécil bueno para nada —gruñó—. Que seas un alfa no te da el derecho ni a una mierda. —Que sea un alfa no tiene nada que ver en esto, si tú me tratas mal, entonces yo te trataré igual, no te debo nada como para estar obligado a hacer cualquier cosa por ti, lo que incluye tenerte respeto —espetó, cruzando sus poderosos brazos sobre su pecho. Y a pesar de que dicha pose lo hizo lucir más intimidante, la verdad era que Santos solo lo había hecho para controlar sus ganas de lanzarle unos cuantos buenos puñetazos a su tío. —Ahora, si solo has venido a molestar, será mejor que salgas tú mismo por tu propia cuenta si no deseas que yo te saque a la fuerza —indicó con rudeza. El hombre mayor bufó como si no creyera en sus palabras y pasó una mano por su cabello n***o con destellos plateados que indicaban su edad. —Te gustaría que te dejara, pero Kenneth me ha enviado a buscar uno de tus asquerosos muebles —anunció y observó a su alrededor sin mucho interés—. Dime cuál es para que cada uno pueda ser feliz lejos del otro otra vez —ordenó. —Es ese —anunció, señalando un mueble de cocina grande que consistía en dos partes unidas. En la de arriba, constaba con cinco puertas con vidrio, luego seguía una puerta más larga que los conectaba directamente hacia el mueble de abajo, donde estaba el mesón, tres cajones hacia abajo, y seguido tres puertas más a sus costados, una al lado de la otra. Y si, el mueble lucía tan pesado como se veía y se necesitaba al menos de dos personas como para poder subirla a una camioneta. —Esa mierda no caerá en mi auto —espetó de mal humor, sacando su celular de su bolsillo. —Debiste de haber preguntado las medidas antes de venir —expresó, retomando su trabajo de bajar la madera de su camioneta. Obviamente, sin siquiera ofrecer su ayuda para subirla una vez llegara el otro automóvil, aunque tampoco creía que este aceptaría su ayuda de cualquier forma. Cuando su tío Belmont terminó su llamada, Santos simplemente sabía que los problemas vendrían nuevamente en forma de palabras rencorosas y venenosas, como siempre que el beta estaba en el mismo espacio que él. —¿Cuándo dejarás tranquilo a Kenneth? —cuestionó—. Es que acaso no puedes simplemente hacer tus cosas solo que tienes que forzarlo a aceptar estos trabajos mediocres, utilizando las conexiones de otras manadas como excusa para poder ponerte en contacto con él —expresó con desagrado. —Yo no soy el que hace promociones de su trabajo en otras manadas, el mismo Kenneth es quien lo hace —corrigió. —Por favor, como si tu hermano tuviera algo de tiempo libre e interés como para hacer ese tipo de cosas —resopló—. Para mí es bastante obvio lo que estás haciendo aquí —anunció. —¿En serio? —cuestionó, saltando fuera de la parte trasera de su camioneta una vez lanzó el último tronco como si nada, logrando que, instintivamente, su tío retrocediera—. Pues no me interesa escuchar ninguna de esa mierda, así que será mejor que te lo ahorres —ordenó, alejándose nuevamente. —No, lo haré porque alguien tiene que decirte en la cara tus verdades —expresó enderezando sus hombros—. Solo utilizas de excusas estos mediocres trabajos tuyos para seguir manteniéndote en contacto con tu hermano Kenneth, intentando inútilmente que este realmente te perdoné por haber matado a sus padres, pero ¿qué crees? Él nunca podría perdonarte el haberlos matado, al igual que cada integrante de esta manada —anunció malvadamente, con odio—. Absolutamente todos saben que eres un asesino y te quieren fuera de aquí —expresó. —Cállate. —ordenó volviendo puños sus manos. —No, porque alguien tiene que recordarte la sangre que ensucian esas manos, no eres más que un asesino que dejó sin líderes a su manada, por tú maldita culpa estuvimos a punto de desaparecer y obligaste a tu hermano Kenneth a tomar el mando de la manada antes de tiempo para ello, abandonar sus estudios y volver aquí a cumplir con su deber —expresó—. Todas las desgracias en esta familia, las has traído tú y solamente tú —anunció. Y Santos cerró sus ojos, no queriendo que aquello malvados ojos azules contemplaran el verdadero dolor que provocaban sus palabras. —¿Qué? ¿Se supone que ahora estás enojado solamente por haber escuchado la verdad? —se burló su tío Belmont. —Silencio. —bramó, sin mirarlo. Prácticamente, podía sentir el sabor metálico en su paladar por haberse roto una parte de su boca de tanto morder su mejilla para contener su rabia. Pero mientras más observaba a su tío reír felizmente en su cara mientras le decía toda esa mierda, más empujaba su lobo contra él, queriendo atacarlo y acabar directamente con el problema que tanto lo lastimaba y molestaba. —Vamos, hazlo —ordenó el beta—. Yo sé que quieres golpearme hasta matarme, después de todo, eso es lo que eres, un simple asesino —declaró. Y entonces, al mismo tiempo en que Santos alzaba su puño dispuesto a romperle más que solo la mandíbula con la fuerza de sus golpes, el rostro de su tío se volvía mortalmente pálido y luego comenzó a tambalearse de un lado a otro antes de finalmente, inclinarse sobre un costado y arrojar todo el contenido de su estómago en sus propios zapatos. Con aquella sorprendente y confusa imagen, por supuesto que el alfa quedó algo sorprendido y confundido. —¿Qué mierda me has hecho? —se quejó su tío de forma miserable. Bajando su puño, Santos sonrió con una satisfacción que irritó al hombre mayor. —Yo no hice nada, es probablemente el veneno dentro de ti que te está atacando —se mofó. Belmont soltó un sonido irritado y molesto antes de enderezarse algo tambaleante, con sus brazos rodeando fuertemente su estómago. —Esto no se ve a quedar así, descubriré cómo es que me has envenenado y lograré que te expulsen de la manada —juró con su cuerpo comenzando a temblar ligeramente. —Sí, claro, intenta lo que quieras —bufó—. Ni siquiera te he tocado ni ofrecido algo, por lo que no hay pruebas que nos relacionen ni que demuestren tus delirios —indicó observando satisfecho como su tío parecía solo empeorar. —Maldito imbécil, juro que me cobraré de esta —gruñó Belmont, alejándose a paso tambaleante hasta que salió de su taller. Deseando comprobar de que el imbécil de su tío realmente se había ido, Santos le siguió fuera de su taller y su mirada inmediatamente recayó en el joven omega que se apoyaba en la pared con su rostro pálido y sus ojos cerrados con fuerza. —Hey, ¿qué tienes? —cuestionó, y su mano fue hacia el hombro del omega cuando este se inclinó a un costado, con toda la apariencia de estar a punto de desmayarse. —Dios, solo dame unos segundos —pidió Tristán, casi apoyándose totalmente en él. Si no fuera porque la mano del alfa le seguía sosteniendo por el hombro en su lugar, el lobo sumiso hacía tiempo que habría caído directo al suelo. Lentamente, esos parpados se abrieron y Santos frunció ligeramente el ceño tras haber contemplado una especie de reflejo violeta en ellos que desapareció tan rápido como lo observó. —Hey, hola —anunció entonces, con un intento de sonrisa alegre, mientras su mirada curiosa se posaba directamente sobre él otra vez, fingiendo que su rostro no seguía horriblemente pálido y con la apariencia de que en cualquier momento se iba a desmayar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD