Alzando su mirada, Santos sintió a su lobo un tanto inquieto, esta vez, siendo un reflejo de sus propios sentimientos mientras se acercaba al restaurante. Y cuando abrió la puerta, provocando que la campanita en la parte superior de esta sonara, esperó casi conteniendo el aliento. —Buenas tardes, bienvenido a nuestro restaurante —anunció la alegre y cálida voz de Tristán como siempre. Observando la gran sonrisa en el rostro del omega, el alfa sintió que, instintivamente, todo su cuerpo se relajaba a la vez que su lobo se calmaba. A pesar de que ya habían pasado sus buenos días, cada vez que Santos colocaba un pie en el restaurante, casi esperaba que Tristán hubiera cambiado de opinión y ya no intentara ser su amigo. El solo pensar en el omega brindándole un trato frío y distante, se s

