Capítulo 5

2632 Words
Lijando la áspera superficie de la encimera del mueble de cocina en el que trabaja, Santos intentaba concentrar toda su atención en su trabajo, pero era un poco difícil de hacerlo cuando su teléfono seguía sonando y sonando sin importar cuántas veces había rechazado o ignorado la llamada, su hermano Kenneth simplemente no se rendía. Cuando el molesto sonido se detuvo, el cambiaformas alfa soltó un suspiro de alivio y cambió la hoja de lija para seguir con su trabajo, buscando la suave superficie lisa que deseaba. Con el polvo acumulándose, Santos se detuvo y sopló logrando que esta cayera al suelo. Pasando sus dedos por la superficie, asintió satisfecho cuando no encontró nada de aspereza. Ahora solo necesitaba trabajar en las puertas, colocar las gavetas y ya podría comenzar con el barnizado y entonces... —¡Mierda! —exclamó con molestia, observando resentido su estúpido teléfono olvidado en su mesa de trabajo. Maldiciendo por lo bajo, el alfa finalmente se alejó del mueble y se acercó cogiendo su teléfono, para encontrarse nuevamente con el nombre de su hermano parpadear en la pantalla. Chasqueando su lengua con molestia ante la insistente interrupción, Santos finalmente contestó la llamada. —¿Qué? —esperó, sin mucho humor. —Hasta que finalmente me contestas —expresó. —Si veías que no lo hacía, debiste de haberme dejado en paz, estoy ocupado y no tengo tiempo para ti —gruñó. —No creo que estés tan ocupado como para no poder tomarte unos míseros segundos y contestarle la llamada a tu hermano —refunfuñó. —Contaré, no tengo tiempo para esto —anunció, alejando su teléfono. —¡No! No cortes, necesito saber cómo vas con el encargo y te tengo otro trabajo de una manada cercana —exclamó, logrando que Santos se detuviera. No muy feliz, el lobo alfa enderezó sus amplios hombros anchos y se dio vuelta para seguir trabajando en su mueble. —¿Qué quieres saber? —cuestionó, colocando el altavoz antes de dejar su teléfono sobre la superficie de la encimera. —Me han preguntado en cuántos días más estaría listo el mueble para la cocina —respondió su hermano mayor por apenas un par de años. —Si dije que siete, es porque serán siete días —respondió con dureza—. Todavía me quedan tres para seguir trabajando. —Lo sé, es solo que pareció que estaban algo apresurados por recibirlo, a lo mejor su otro mueble ya no tiene más uso —expresó Kenneth. —Eso no es mi asunto, se le preguntó qué tan urgente lo necesitaban y ellos estuvieron bien con el plazo de siete días, ahora se aguantan —indicó para nada interesado en la excusa. —Bien, les diré —aceptó—. Pero, en caso de que me ofrezcan más dinero para que lo termines en menos tiempo, ¿qué hago? —preguntó. —Rechazarlo —respondió sin dudar, revisando las puertas del mueble—. Dije que serían siete días y en eso se queda, no me apresuraré en mi trabajo solo porque ellos cambiaron de opinión —indicó fríamente. —De acuerdo —aceptó, con un tono que le decía a Santos que no estaba muy feliz con su respuesta a pesar de haberlo aceptado—. Ahora, hay un m*****o en una manada vecina donde uno de los nuestros se va a casar, que quiere un clóset grande con tres puertas con grabados de girasoles y cajones en la parte de abajo —informó. —Necesito las dimensiones, medidas y que tenga claro la imagen del grabado porque no se cambiará nada una vez comience —anunció. —¿Lo estás aceptando entonces? —indagó. —Depende de lo que te dije y el tiempo estimado en el que lo necesita, si es para tres días no lo haré —respondió, enderezándose para revisar las gavetas—. Puedo comenzar a trabajar en el dentro de tres días, y dependiendo del grabado me estaré tardando entre tres a cuatro días solo en eso, lo demás depende del tamaño del mueble —explicó. —De acuerdo, entonces te volveré a llamar una vez tengas eso —comentó. —No, no lo hagas, solo envía un mensaje —anunció. —Si tendrás alguna duda o me falto algo, lo mejor es que me lo vayas diciendo todo en una llamada que por partes en un mensaje —indicó. Y Santos no tuvo argumento para ello, por lo que solo se quedó en silencio, concentrado en colocarle un tornillo a la gaveta. —Entonces, ¿cómo estás? —preguntó Kenneth—. ¿Ya has comido algo? Si no es así, tal vez puedas venir a casa y comer algo conmigo, ya sabes... Como en los viejos tiempos —expresó—. Si tienes algo de tiempo, tal vez también cenes aquí y así salimos a correr como antes, en la tarde ya no trato con los asuntos de la manada. Deteniéndose, Santos observó resentido el celular. —¿Para qué? —¿Cómo que para qué? Eres mi hermano, Santos, obviamente quiero saber cómo te ha ido durante el día o la semana —expresó—. Tanto el tío Belmont como yo estamos preocupados por ti, cada vez te distancias más y más de nosotros y... —Adiós —cortó el alfa, para nada interesado en escuchar cualquier cosa de su hermano mayor. Sin importar lo que este le dijera, él sabía mejor que nadie la verdad, y ninguno de ellos se interesaba realmente en él, no desde... —No pienses ello —se ordenó, apagando mejor su teléfono para que Kenneth no le molestara más al respecto. Guardando su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón, Santos prefirió seguir trabajando en el mueble, terminando de arreglar las puertas y colocar las gavetas en su lugar. Cuando su estómago volvió a rugir por cuarta vez exigiéndole comida y atención, el alfa finalmente se detuvo con una expresión no muy feliz. Todo era la culpa de Kenneth por mencionar la comida, ahora no podía dejar de pensar en ello, lo que tenía a su lobo también irritado. Aunque... Bien podría ser esto producto por no haber comido nada esa mañana. Arrojando un suspiro, el alfa finalmente dejó sus herramientas y sacudió su ropa quitándose el polvillo que caía de la madera al trabajar en ella hasta que estuvo limpio. Agarrando sus llaves junto a su chaqueta, salió de su taller cerrando la puerta con el candado antes de salir de ahí. Sabía que realmente nadie entraría a su taller ni que tendría realmente las pelotas como para intentar robarle, pero como Santos nunca podía estar seguro de las intenciones de los demás, prefería ser precavido. Y considerando que la mayoría de las personas ahí le odiaban, era bueno prevenir que lamentarse. Cruzando la plaza principal con las personas apartándose de su camino inmediatamente al verlo, el cambiaformas alfa entró en su restaurante favorito, sintiendo como su lobo se calmaba ante la escena familiar más la promesa de comida. Santos ni siquiera observó al rededor del restaurante, él simplemente cruzó y se dirigió hacia su mesa habitual, y tomó asiento, esperando que le llevaran su comida como siempre. Cuando la camarera no apareció luego de los primeros tres minutos como siempre, Santos alzó su mirada con el entre cejo fruncido y observó a su alrededor. Sus cejas fruncidas se juntaron aún más, cuando su mirada recorrió entre los clientes, observando nada más que sonrisas a dónde sea que mirara, no importaba si era una pareja hablando, o un grupo de amigos charlando, absolutamente todos tenían una sonrisa en sus rostros con un aire relajado y feliz rodeándolos, expandiéndose por todo el restaurante de Bevis. Eso fue tan extraño, que Santos observó sus manos un momento y se pellizcó una antes de volver a alzar la mirada para encontrarse con lo mismo. Absolutamente nadie le estaba mirando, ninguno parecía realmente prestarle atención de ninguna forma, y aunque eso era algo que el alfa siempre había deseado, se sentía algo... Irreal. Ya estaba más que acostumbrado a que las personas se concentraran en él cada vez que entraba en un lugar o paseaba por las calles, y aunque una mirada bastaba para que dejaran de hacerlo, de igual forma le era extraña la situación. Fue entonces que su mirada capturó una pequeña figura revoloteando por todos lados con una sonrisa... Bonita, asquerosamente alegre y amable, agradable. Y cuando el chico observó en su dirección, Santos se encontró con unos ojos café, un cabello rubio con reflejos castaños y rostro entre bonito y guapo que hacía un agradable contraste llamativo. El desconocido le sonrió en cuanto le observó y Santos solo pudo curvar sus labios en una mueca, lo que solo pareció aumentar la sonrisa del chico antes de acercarse y detenerse frente a él con un par de menús entre sus manos. —¡Hola! Espero que hayas tenido un buen día, aquí está el menú de hoy —expresó asquerosamente alegre mientras dejaba la hoja plastificada sobre la mesa entre sus brazos—. Si no sabes que elegir, te recomiendo la especialidad de la casa el día de hoy, he escuchado buenos comentarios al respecto —comentó y sonrió. Otra vez. Sin poder evitarlo, Santos soltó un gruñido un poco hostil en respuesta, esperando así atemorizar un poco al indudable omega parado frente a él, pero el chico solo siguió observándolo con esos ojos tranquilos, unos... Que parecían ver muchas cosas. —Mi nombre es Tristán, por cierto —anunció, señalando una pequeña placa rectangular colgada en su pecho con su nombre. —No me interesa —espetó, empujando el menú fuera—. ¿Dónde está la otra mujer? —cuestionó de mal humor. Tristán inclinó levemente su cabeza hacia un costado y le observó puramente con curiosidad, y el lobo de Santos se removió en su interior, prestándole algo de atención al inusual chico. —¿Te refieres a Silvia? —preguntó—. Se ha tomado un tiempo por motivos personales y yo la estoy reemplazando en lo que vuelve —explicó y señaló el menú—. ¿Qué te gustaría comer? —le recordó. Torciendo sus labios, Santos observó la mesa y finalmente dejó escapar un suspiro pesado al escuchar su propio vientre rugir. —Solo ve a la cocina y di que Santos está aquí —ordenó. —Por supuesto, en seguida vuelvo —asintió, tomando devuelta el menú antes de retirarse. Acercándose a la barra, Tristán contempló a su jefe ocupado en el otro extremo en la caja, por lo que, quitándole un pequeño seguro, abrió una parte del mesón que actuaba como puerta y cruzó dirigiéndose directo a la cocina del otro lado. —¿Señora Bevis? —llamó, observando a la omega del otro lado moviéndose por la extensa cocina junto a su ayudante. —¿Qué necesitas, chico? —preguntó la mujer mayor, sin observarle. —Bueno, hay un cliente que no me dijo su orden, solo que viniera aquí y que dijera que "Santos está aquí" —explicó. —¿Santos está aquí? —preguntó la señora Bevis, deteniéndose y observándole de frente. —Uh, un alfa alto, con hombros anchos y brazos fuertes, ojos color ámbar y cabello n***o como el carbón —describió. —Ese es Santo —sonrió con alivio, volviendo a moverse—. Me alegra que apareciera hoy, ya me estaba preocupando —expresó la omega. Tristán asintió sin decir nada, concentrado en el joven de la cocina que, a pesar de no decir ni mostrar nada en su rostro, podía sentir el disgusto y miedo emanando de su cuerpo. —Sigue atendiendo mesas, Ted te llamará cuando esté lista su comida —expresó la señora Bevis, despidiendo al omega. Sin desperdiciar la oportunidad, Tristán rápidamente salió de la cocina, no queriendo permanecer mucho tiempo cerca del ayudante de la señora Bevis por obvias razones. —¿Sucedió algo? —cuestionó el señor Bevis al verle salir. —Nop, alguien llamado Santos llegó —expresó, y eso pareció ser suficiente explicación para su jefe, quien inmediatamente observó en dirección donde se encontraba dicho alfa y asintió conforme. Viendo claramente como sentimientos cálidos eran emanados del cuerpo de su jefe, al igual que la esposa de este en la cocina, Tristán no pudo evitar sentir algo de curiosidad, ya que para otros solo había sentimientos malos al respecto. Atendiendo a los clientes sentados directamente en la barra, Tristán salió a limpiar una de las mesas desocupadas y luego volvió al mesón. Cuando contempló su tarrito de propinas lleno hasta la mitad ya, sus cejas se alzaron con sorpresa y observó al señor Bevis. —¿Es real o estoy soñando? —preguntó, señalando su tarro. El alfa mayor rió con una mano apoyada en su vientre algo abultado. —Es real —indicó, sonriendo divertido—. Debo de admitirlo, a mí también me ha sorprendido un poco, ya que generalmente todos se olvidan de ese tarro, pero considerando el trato que le das a nuestros clientes era obvio que te dejarían propinas generosas —expresó. —Yo solo soy amable —expresó Tristán, con un leve sonrojo y una gran sonrisa orgullosa. —Eres mucho más que amble, casi haces parecer de este pequeño restaurante en uno de cinco estrellas —indicó. —Ted, aquí está la comida del chico —anunció la señora Bevis, dejando una bandeja con comida en el pequeño mesón del gran rectángulo que los conectaba directamente a la cocina. —¿El chico? —preguntó el lobo omega mientras su jefe se alejaba. —Esta es la comida de Santos —anunció el hombre mayor, entregándole la bandeja—. Cuando lo veas sentado en su mesa, no vayas con él a entregarle el menú y ven directamente aquí para decirnos, ese chico siempre pide lo mismo —explicó. Observando la bandeja con tres diferentes platos, el postre y un vaso de zumo natural, Tristán asintió y se alejó para volver con dicho hombre con aspecto rudo y sombrío, también totalmente peligroso. Acercándose, el lobo de Tristán volvió a acercarse despierto por la curiosidad, y si era sincero, él mismo la sentía también. Pero, cómo se suponía que no iba a sentir curiosidad por dicho hombre con tal apariencia y carácter gruñón y rudo, cuando a pesar de que su rostro mostraba desagrado y odio puro, en realidad, Tristán no podía sentir ninguna de esas emociones emanando del cuerpo del alfa. En realidad, no podía sentir absolutamente ninguna, nada de nada. Y eso nunca le había pasado, siempre había sido capaz de sentir las emociones de los demás sin importar la edad de este desde que se había presentado como un omega con dones. Por lo que, por supuesto que sentía curiosidad por el hombre extraño. —Disculpe la demora, aquí está su comida —anunció Tristán, comenzando a servir cada plato de la bandeja. —Deja eso, yo lo haré —espetó con aquel tono rudo y malhumorado. Pero al igual que antes, el cambiaformas omega en realidad no pudo sentir cualquier emoción mala del hombre, ni ninguna especialmente. —No, está bien, es mi trabajo —expresó con una pequeña sonrisa, apartando la bandeja un poco para seguir. —Solo vete —expresó Santos irritado, logrando quitarle la bandeja al omega, solo que... Sus manos entraron en contacto con ello y el alfa se sintió totalmente perdido, cuando pudo contemplar a través de esos ojos café, desde el asombro, conmoción, curiosidad y luego solo... Había una gran sonrisa maravillada, casi cautivada en el rostro del chico, el cual seguía manteniendo el contacto con él como si no quisiera perderlo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD