Por Evelyn Entré a casa como un alma en pena. No me pidió mi número de teléfono, ni me dijo que me quería volver a ver. Jamás en mi vida disfruté tanto del sexo pero no fue sólo eso, fue mucho más, fue una entrega con mi alma. Le di mi corazón, debo parecerle una loca que se va con cualquiera, sin embargo, no es así. Tal vez me lo merezco por como viví el sexo estos últimos meses. Cuando llegué, en casa estaban cenando. Mi madre estaba enojada, porque prácticamente desaparecí desde el día anterior, le avisé tarde que me encontré con mis amigas y nada más y yo en ese momento tenía como disimular mi estado de ánimo. Comí poco y con la excusa de que dormí poco por estar con mis amigas y por ello me dolía la cabeza, me fui a acostar. Mi hermana ayudó a mi madre a lavar los platos. Ya

