La mansión Brown por fin había quedado en silencio.
Leonardo y Evelyn se habían marchado con Gabriella. Los Donovan se habían ido también, y el resto de los hombres estaban ocupados reforzando la seguridad del lugar después de todo lo ocurrido. El caos había amainado… al menos por esa noche.
Damien cerró con cuidado la puerta del cuarto de su hijo. Dante dormía profundamente, aferrado a su tiburón de peluche, con las mejillas sonrosadas y una leve sonrisa en los labios. Alina se inclinó sobre él, con esa ternura que desarmaba a cualquier bestia, y le acarició la frente con suavidad.
—Buenas noches, cariño —susurró, con una voz que apenas era viento. Mientras pasaba su mano por sus cabellos azabache.
Damien la escuchó desde la puerta. Su corazón se tensó, la forma en que Alina pronunci
