Capítulo 5

1480 Words
Llegaron a una habitación modesta en comparación con la belleza en la que todos se estaban hospedando. Selene miró a la ventana y tenía la misma vista que la de su habitación en el piso de arriba. La noche era calmada y muy diferente a lo que pasó hace casi media hora. Escuchó cuando la puerta se cerró, pero no le dió importancia. Estaba extremadamente segura con Nikolas. El mafioso le pasó seguro a la puerta y se quedó observándola desde donde estaba. Esa había sido su costumbre durante los últimos años. Verla a lo lejos, echarla de menos a la distancia y anhelar su contacto. Una de las cosas que más lamentaba con su cambio tan repentino era eso, la bonita relación que crearon juntos. Selene suspiró, eso lo alertó, caminó hacia ella y se puso a su lado. La mujer se tensó al inicio, pero estaba tratando con todas sus fuerzas quedarse en el mismo lugar que él. —La puerta está cerrada, pero puedes salir corriendo por la ventana y lanzarte al mar. Lo más probable es que algo ahí abajo te coma, pero bueno, entre lo desconocido del mar y yo, te recomendaría quedarte conmigo —bromeó, o tal vez no. —Tu sentido del humor está cada vez más roto —se fue a sentar a la cama—. No cené y tengo un poco de hambre. —¿Por qué no comiste? —No quería encontrarme contigo, pero tengo tan mala suerte que te veo hasta en la sopa —admitió. Nikolas se rió. Ella tenía una bonita lengua venenosa. —Aquí hay comida —señaló la mini nevera a su lado—. Tienes que levantarte y venir por ella. —Me acabo de sentar y soy una damisela en apuros —lo miró con falsa ternura. —Eres desagradable —hizo una mueca y fue a sacar una bandeja de lasaña fría—. No hay donde calentar... —hizo una mueca. —Me gusta la comida fría también —él la miró y no hubo mentira en su respuesta—. No creas que por ser chef comí comida recién hecha. Mientras estuve trabajando en el extranjero comí si acaso dos o tres veces comida caliente. No tengo mi propio restaurante, así que el trabajo es bastante fuerte y dos minutos sentadas era como mucho. —¿Por qué ser chef? No comes a las horas y parece agotador. ¿No quieres tener tu propio restaurante? —le entregó la comida—. Desde que te casaste no vas a trabajar. ¿Qué haces ahora? —le preguntó, aunque sabía la respuesta. —Mis padres eran felices cuando cocinaban juntos. Amaban cocinar en el restaurante. Lamentablemente, no nos fue tan bien como se esperaba. Tu padre tenía unas tasas muy altas para pagarlas y bueno, ya conoces el resto de la historia. Nikolas se sentó en la punta de la cama en silencio. Ella empezó a comer, haciendo las mismas muecas de siempre. Se recogía el cabello en un moño desordenado para no comérselo, pero tampoco lo amarraba con una goma, era con su propio cabello. Fruncía la nariz, masticaba lento y elegante. Parecía sacada de un cuento de princesas, pero uno en donde tenías que tener cuidado porque podrían ser mortales. Era delicada y a la vez peligrosa. —No me respondiste que haces es Alemania, Selene. —Estaba comiendo, señor impaciente —alzó una ceja—. No hago nada. Hay unas mujeres muy huecas que solo hablan de dinero y en como aman a sus esposos —Nikolas sonrió, no era muy diferente a lo que hablaba Daphne con las mujeres de Grecia. Como fue el primero del Sacerdocio en casarse, era imposible que entablara un tema de conversación adecuado con ellos. Alessandra y Kassia no eran difíciles, pero su esposa nunca llegó a tener un lazo con ellas. Las esposas de sus amigos tampoco eran malas, de hecho, todas eran amigas y hablaban entre los mafiosos. A Selene nunca le fue complicado con el Sacerdocio y ellos la aceptaron casi de inmediato. Eran perfectas y estaban destinadas a ellos. —¿No hablas de esas cosas con las chicas? —Selene lo miró con asco. —Tenemos una vida fuera de ustedes, Nikolas. No siempre hablamos de ustedes —aunque últimamente, él era el tema de conversación—. Además, con ellas las cosas no son huecas. Cada una tiene personalidad y no es desagradable. Las mujeres del clan son más como... —guardó silencio para no mencionar a Daphne. —Lo sé —todo su aura cambió y se puso serio—. ¿Con qué te lastimaste en la cabeza y la muñeca, Selene? Ella siguió comiendo, decidiendo si decía o no la verdad. Nikolas podía acabar con Gabriel, pero era la primera vez que lo hacía y se había disculpado. No quería generar más tensión de la que su esposo iba a empezar a crear. —Con el movimiento del barco en el baño. Me estaba bañando y me lastimé. La segunda vez en el movimiento metí la mano para no golpearme la cabeza —puso la bandeja en una mesita que había al lado de la cama—. ¿Es suficiente información para ti? —No —dijo rotundamente y se acercó a ella—. Si llego a saber que fue Gabriel... Ella terminó de reducir el espacio entre los dos y lo miró con temor. No por lo que le pudiera hacer, es por el miedo que venía arrastrando desde hace años. —Gabriel no es Daphne —la frialdad de esos bonitos ojos le dió nervios en su estómago—. No me mires así. Fue solo una broma, Nikolas. Ninguno de los dos es malo. Se acostó en la cama y miró el techo. Realmente no sabía si Gabriel sería como Daphne y tampoco quería averiguarlo. Ella solo quería vivir en paz y lejos de los conflictos. —Serás mi chef personal cuando volvamos a Miami. Gabriel todavía no lo sabe, pero tendrás una semana para ir a Grecia —se acostó de lado, con su brazo siendo una almohada para su cabeza—. Solo me harás las comidas a mí y tendrás un sueldo adecuado para tus conocimientos. No cocinarás para más nadie y tampoco serás molestada. Cocinarás y te irás. ¿Quieres tu antiguo apartamento? —Sí, no quiero vivir en la organización —giró su cabeza para verlo—. ¿Por qué me quieres cerca si tú mismo me enviaste lejos? Él, con su mano libre la arrimó. —Solo estás frente a mi casa, Selene —ella tenía cara de cansada—. Nunca te quise lejos, pero no quería que toda la mierda que había en mi familia te afectara. —¿Hay un cambio ahora? —ella se permitió tocarlo. Ambos se sintieron bien. Era suave y delicado. —Sí. Pude controlar la organización matando a la mano derecha de mi padre y casi quedando huérfano —le sonrió—. Hace dos años te fuiste y para mí no fue sencillo tener que verte con otro hombre. —Te acostumbras con el tiempo. —Eres mía, Selene —la acercó más, para que sintiera su bulto. —Mi corazón pertenece a otra persona. Alguien que no se compara contigo —confesó, ella amaba al antiguo Nikolas. El que, a pesar de todo, luchaba por mantener la relación a flote. —Dame su nombre completo y verás como yo lo supero —iba a matarlo. —Tu bulto me está molestando —la presionó más a él—. ¿Acaso quieres ser mi amante? —A mí me molesta tu ropa —rozó su nariz con la de ella—. No seré tu amante porque primero mataría a Gabriel. —Mi esposo. —Tu jodido nada. —Mi esposo —siguió diciendo. —Selene... —Es mi esposo. —Eres jodidamente mía, Selene —metió la mano dentro de su pijama y alzó la ceja al darse cuenta de que no llevaba bragas—. Hasta ella se babea por mí. No nos hagas esto, Selene. No amas a Gabriel y solo existe ese papel. No eres nada de él. —Él es mi esposo y tú serías mi amante. El hombre de mi mejor amiga muerta —dijo con desprecio. —Pero al fin de cuentas, mía —bajó su pantalón de pijamas y luego el de ella. —Pero él... —no pudo terminar de hablar porque ingresó en ella de manera abrupta—. Nikolas... —Lo mato y seremos dos viudos en el mundo —miró como sus mejillas se ponían rojas y su interior era estrecho—. Dos viudos que se... —Amo a otro, Nikolas. —Amabas. Y la besó.
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