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            Volví a silbar, el silbar que a veces emitía Jorge, (cuando andaba de buenas). Si tan amante era de él y bien se conocían, posiblemente sabría reconocer ese detalle. Pero se limitó a permanecer de pie frente a la ventana y asomarse un poco, fijando la vista hacia la calle en vez de hacia algún punto en el jardín.             Ya iba a dejar yo salir otro silbido cuando escuché que alguien tocaba el timbre desde la puerta de rejas que estaba enmarcada en el cercado principal. Eso llamó la atención de Ademisa, pero no se movió de su sitio hasta escuchar de nuevo que el timbre anunciaba a alguien llamando desde la acera. Maldije a mis adentros la llegada de esa persona, cerré los ojos y supliqué al cielo y los mares que no se tratara de una pandilla de amigotes o un trío de amigui

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