Tan protector

1132 Words
Hyacinth (18 años) Tres años después. —Lucky… —gemí, sonando un poco demasiado cerca de un quejido para mi gusto. Aclaré mi garganta y empecé de nuevo, infundiendo firmeza en mi voz. —Luca Diamonte, necesitas reponerte. Tenemos clientes en menos de una hora. Una voz ahogada salió detrás de la puerta del baño. —Paciencia, Cinn. Gruñendo por lo bajo di media vuelta y entré en nuestra pequeña cocina. Hoy definitivamente necesitaba café. Coloqué la cápsula de un solo uso dentro de la cafetera Keurig y puse mi taza favorita blanca con lunares negros y una sorprendente flor de crisantemo naranja y roja, sobre el soporte. Configuré la máquina para que se preparara. Dos minutos después, mi café estaba listo y Lucky entró en la cocina. Tomé la taza y subí a un taburete alto junto a la isla de granito. Vestido con su atuendo habitual de jeans oscuros y una camiseta, olía fresco y limpio. El aroma de su gel de ducha llegó a mi nariz, picante y aromático. Inhalé el olor familiar, mi cerebro automáticamente lo asociaba con el hogar. Lucky era mi único hogar ahora. Mi única familia. No podía evitar preocuparme por él. —Llegaste tarde anoche. —Empecé la conversación, pero dejé que mis palabras flotaran en el aire. Abrió un armario y sacó una caja gigante de Froot Loops, luego se dirigió al refrigerador para coger un galón de leche. Sosteniendo la caja bajo el brazo, utilizó su mano libre para abrir el cajón y sacar una cuchara antes de unirse a mí en la isla. —Sí, ella quería una segunda ronda, ¿o era la tercera? — dijo distraídamente. Vertió cereal en el tazón. Rodé los ojos. No era lo que quería escuchar. Agarré mi taza con ambas manos y soplé suavemente. El vapor se disipó en el aire. —¿Siquiera sabes el nombre de esta? Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. Metió una cucharada grande de cereal en su boca, con leche goteando de sus labios. —Por supuesto, es Sandra o Sarah, algo parecido. —Sus ojos bailaban con humor abrazando completamente al mujeriego que era. ¿Cómo podía hablar con la boca tan llena de comida? Sacudí mi cabeza y resoplé de disgusto, horrorizada tanto por sus modales en la mesa como por sus asquerosas aventuras sexuales. Por supuesto, no era solo culpa de Lucky. Al menos de la parte del sexo, no de la falta de etiqueta básica en la mesa que la mayoría de las personas empleaban. Las mujeres se le lanzaban a diario. Las mujeres humanas no tenían oportunidad. No con un lobo depredador viril. Su magnetismo animal era demasiado poderoso para que pudieran resistirse. Luca satisfacía todas sus fantasías lascivas, generosamente y minuciosamente, como si fuera su segundo trabajo. Bebí mi café, lamiendo las gotas extra de mis labios. —Lucky, tienes que tener cuidado. No querrás romper el corazón de la chica equivocada o peor aún, embarazar a una de ellas con una cría. Habíamos tenido esta conversación más de una vez. Yo entendía a las mujeres y lo necesitadas y desilusionadas que podían estar. Él podría dejar en claro sus intenciones desde el principio, pero eso no significaba que pudiera regar críos por ahí. —Ya sabes que siempre tengo cuidado, mamá. Solo cumplo mi responsabilidad cívica de mantener a la población femenina feliz. Y para ti soy Whiskey —me recordó, refiriéndose a su identidad alternativa. —Siempre serás Lucky para mí —mascullé—. No entiendo por qué elegiste ese nombre y nunca lo sabré. Por qué papá lo permitió, nunca lo entenderé. Excepto que sí lo entendía. Mis padres habían adoptado a Luca cuando era solo una pequeña cría huérfana porque su madre y su padre fueron víctimas de la guerra. Papá amaba a Luca como a un hijo y con frecuencia lo había consentido, incluso dejándolo elegir un nombre tan ridículo cuando preparó nuestras identidades alternativas. Tal vez era porque nunca asumió realmente que tendríamos que usarlas. —Whiskey es un nombre genial —replicó, continuando con su desayuno. —No cuando se supone que debemos pasar desapercibidos. Presumir un nombre como Whiskey Cole solo está pidiendo que alguien cuestione si es real o no. Ignoró mi afirmación añadiendo más cereal a su tazón. —¿Quiénes vienen esta mañana? —Tommy y Leroy. —Me levanté, llevando mi taza de café vacía al lavavajillas. El labio de Luca se arqueó en un gruñido. —No me gusta cómo te mira. —No es peligroso. Lo sabes. No corro ningún peligro con ningún hombre humano. —No importa. El muy bastardo solo te mira las tetas todo el tiempo. Mis ojos volvieron a rodar. Era una hija entrenada de un Alfa. Podía destrozar y escupir a cualquier hombre humano. Lucky casi llegaba a ser demasiado protector. No pude evitar hacerle cosquillas. Llevaba una camiseta sin mangas de color azul cobalto con escote pronunciado sobre un sujetador push-up, mostrando una gran parte de mi generoso escote, mostrándome completamente como la tatuadora ruda que era. Agarré los lados de mis pechos y los empujé hacia arriba y juntos, parpadeando inocentemente. —¿Esto? ¿Esto te molesta? Frunció el ceño. —Sabes que es asqueroso cuando haces eso, hermanita. —Tú no eres el único con sexualidad —le recordé. Los ojos verdes se fijaron en mí. —¿De verdad? ¿Y cuándo fue la última vez que te entregaste a dicha sexualidad? Mi corazón se retorció. No era que no encontrara atractivos a los hombres, simplemente no podía. Desde que había visto a ese desgraciado de mi pareja, Leander, al menos. No lo quería. Correría toda mi vida para mantenerme alejada de él, pero cada vez que me acercaba físicamente a otro hombre, el recuerdo de los penetrantes ojos ametista y azul celeste de Leander llenaban mi mente. No podía sacarme esa imagen de la cabeza, haciéndome imposible dar el siguiente paso con alguien. —Estoy trabajando en ello —insistí. Su expresión se suavizó. —Mereces ser feliz, Cinn. Tragué saliva, abrumada por el amor y la preocupación en su voz. —Algún día… —susurré, mis palabras quedándose en el aire. Él ya sabía lo que iba a decir. Era otra conversación que habíamos tenido más de una vez. Dejándolo pasar, él se quejó. —¿Por lo menos te cambiarás la camiseta? Hazlo por mí, así no tengo la necesidad de desgarrarle la garganta al macho caliente mientras intento hacer un lindo dibujito en el hombro de su amigo motociclista. No pude evitar sonreír ante su cara desconsolada. Realmente lo pasaba mal cuando los hombres me miraban como si me quisieran devorar. Despertaba su instinto protector dificultándole concentrarse en cualquier otra cosa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD