ALANA.
Henry se materiliza en el momento en que la última persona atraviesa las puertas del frente del teatro, inclinándose en el rectángulo oscuro que conduce el backstage, con los brazos cruzados, mirando. Esperando a contar conmigo, y creo que nunca lo he hecho y no esperaba algo menos.
Eso no es cierto. La mamá de Ivan insistió en organizarme una despedida de soltera. Para eso fueron necesarias dos Xanax y todavía llamé a Anya desde el baño, híper ventilando.
—¿Gané algo?— preguntó cuando entré por la puerta, sintiendo que es la torre de Londres.
—Creo que crema de coco— le digo, mi voz rígida, como siempre ocurre cuado estoy nerviosa. —El de nuez costó cerca de novecientos—
—Señor, ten piedad— dice. —¿Wallace consiguió alguno?—
Estamos a unos pasos detrás de el escenario, en un pasillo al lado de una serie de escalones, débilmente iluminados desde el escenario y la puerta.
—No— digo, y una sonrisa aparece en el rostro de Henry.
Los dos pasaron la última hora alternando viajes a la mesa de pasteles y superándose mutuamente. Ivan nunca dijo una palabra y Henry nunca se callo. Lo admito: tengo curiosidad.
—Bien— dice, y se recuesta contra la pared, con un pie apoyado detrás de el mientras aplana su espalda hacia ella, con los brazos aún sobre su pecho. Se ve diferente solo, con poca luz, al final de la noche. Hay menos fanfarronería y encanto superficial, más humanidad. No mucho más , pero algo.
Respiro profundamente y encuentro la pared opuesta con mis propias manos detrás de mi espalda, preparando lo que he estado practicando durante la última hora.
—Lo siento—digo, con voz firme. Henry espera un momento, mirándome.
—Continúa — dice finalmente, y tengo que apartar la mirada mientras la irritación brota dentro de mi.
—Lamento haber entrado en pánico y haberte obligado a decirle a Ivan, y por extensión a todos los que estuvieron presentes esta noche, que estamos saliendo— le digo, concentrándome en los escalones a nuestra izquierda porque si hago contacto visual, estoy segura de que pareceré poco sincera, y no lo soy.
Lamento haber dicho que estaba saliendo con Henry solo para cabrear a Ivan, incluso si la forma en que sus ojos brillaban, su mandíbula se tensaba y su cara se oscurecia, me trajo un júbilo puro y crepitante, un subidón sin igual. Principalmente. Lo siento sobre todo.
—¿Forzado?— dice, arrastrando las palabras en voz baja y con un tono de pelea debjo.
—No me obligaste, Yamada— A mis espaldas, cierro el puño contra la pared y presiono mis nudillos contra ella. Por supuesto, Henry no puede simplemente aceptar una disculpa.
—Tu mismo lo dijiste— digo, sonando notablemente tranquila. —No te di muchas opciones—
—Pero tu si las diste—
—Entonces te obligue—digo, pronunciando demasiado la palabra como si pensara que nunca la hubiera escuchado antes. —Lamento haberte obligado a ser amable conmigo durante cinco minutos, ¿podemos..?
—Cuando me llamaste tu amante me diste opciones y elegí una— dice, interrumpiéndome. Presionó mis nudillos con más fuerza contra la pared. —No puedes actuar como que eres un titiritero todopoderoso que mueve los hilos y me hacen bailar—
—¿Titiritero?— digo, con sarcasmo ahora a todo trapo. —¿Hablas en serio?—
—No me obligaste hacer una mierda. Elegí una opción y elegí la que te hizo un favor— dice, sin cambiar el tono en lo más mínimo. —Y ahora me debes una—
—Ya me disculpe—
—Gracias. Eso no es lo que me debes— Estoy tentada de decirle que se vaya a la mierda y luego se vaya, porque no quiero estar en deuda con Henry por nada. No veo por que podría quererme en deuda con el, que podría necesitar de mi que no pueda conseguir por si solo.
Hay un largo, largo silencio en el pasillo, los sonidos de la gente en el otro lado de la pared flotando sordamente.
—Está es la parte en que dices esto: Henry, ¿que te debo?— dice en una terrible imitación de mi. —Y luego digo, gracias por preguntar Yamada, es muy amable de tu parte reconocer tanto mi existencia como el hecho de que te ayudé unas horas atrás— Dejo de lado el reconocimiento de su excistencia para otro momento, porque solo puedo lidiar con gran parte de sus tonterias.
—¿Qué te debo?— pregunto, perfectamente firme, incluso cuando mi sangre se siente como lodo en mis venas. Pienso en el Padrino y espero que el favor no sea un asesinato.
—Gracias por preguntar Alana Yamada— dice y sonríe con una gran y amplia sonrisa que solo llega parcialmente a sus ojos. —Me debes una cita— Hay un momento único, horrible, en el que el mundo se pone de su lado, donde creo que está haciendo obertura romántica, y debe notarse en mi cara porque el resopla. —A la cena en casa de mi jefe— dice, después de un momento. —¿Sabes, lo que le pedí a Anya?—
—Obviamente— miento.
—¿Eso es todo?— pregunto.
—¿No es eso suficiente?— pregunta, inclinando ligermente la cabeza.
—Si realmente quieres, apuesto a que se me ocurre..—
—No— lo interrumpí. Es más duro y más cruel de lo que pretendía, pero la idea de ir a una cena llena de extraños y el silencio hace que el sonido de mi propio pulso sea abrumador, hace que este pasillo trasero se sienta demasiado estrecho, hace que la cortesía sea una remota imposibilidad.
—Esta bien, entonces— dice mientras yo respiro.
—En todo caso, una noche de encantar a tu jefe y compañeros de trabajo suena como si estuvieras recibiendo más de ese trato que y— digo. Se esta riendo cuando llego a la mitad de la frase: una risa falsa y demostrativa que me pone los dientes de punta. Cabrón.
—El favor no es que encantes a nadie—dice, como si aún intentar divertido. —El favor es que estés presente y no le arranques la cabeza a nadie de un mordisco. Tampoco voy a negociar imposibilidades—
—Cuatro horas de cortesía es mucho pedir a cambio de cinco minutos de pequeña charla— señalo, ignorando el resto. Soy conciente de que el encanto no es uno de mis puntos fuertes y no deseo hablar más de ello.
—Considéralo un intercambio por lanzarlo sobre mi sin previo aviso frente a ese pendejo—dice. Más silencio.
—Como...—
—Por qué..—
Ambos empezamos y paramos al mismo tiempo. Nos miramos el uno al otro. Henry hace su primer gesto de irritación y yo vuelvo a presionar los nudillos contra la pared.
—El es mi ex—digo.
—¿No terminó bien?—
—No— le digo. —¿Tú ?— Parece que va hacer otra pregunta y luego decide que no lo importa.
—Servimos juntos— dice.
—¿Lo hiciste?— pregunto y me sorprendo a mi pesar. Sabía que ambos estaban en los Marines, pero nunca me di cuenta de que eran al mismo tiempo y nunca me di cuenta de que se conocían. Ivan se negó a hablar de ello en otra cosa que no fueran trivialidades patrióticas y anodinas, y no es como si hubiera intercambiado más de un puñado de palabras con Henry desde la universidad.
—Desafortunadamente—dice. Bien. Soy curiosa. Tengo tanta curiosidad que considero hacer una pregunta más, pero luego decido devolverle el favor.
—Está bien—digo, porque alguien tiene que decir algo, pero aparentemetne no es así porque que el silencio vuelve a caer entre nosotros hasta que Henry suspira. Luego me lanza su teléfono y, en lugar de atraparlo, lo lanzo accidentalmente hacia las escaleras.
—Dios— murmura.
—No puedes simplemente arrojarle cosasa a la gente— espeto. —¿Qué diablos pensaste que pasaría?—
—¿Lo atraparías como una persona normal?— Por suerte, el teléfono esta bien.
—¿Por qué tengo esto?—
—¿Por qué crees? Dame tu número — dice, como si arrojarme algo fuera la forma obvia de obtener mi información de contacto.
—Te recogeré mañana a las cinco—
—Henry— digo muy lentamente.
—No voy a ir a esta cena..—
—Te recogeré a las cinco o le contaré a Wallace lo que realmente está pasando— Nos miramos fijamente en la poca luz y estoy tentada de tirar su teléfono, caminar hacia el y poner mis manos alrededor de su cuello. Por supuesto que Henry conseguirá lo que quiere, porque siempre lo consigue. Es un chico blanco guapo que ignora cualquier regla que quiera y pisotea a cualquier otra persona, y ni siquiera lo sabe. Él piensa que le debo una.
Estoy tan enojada que quiero llorar, pero en lugar de eso, puse mi número en su teléfono y se lo devolví.
—Genial— dice. No parece que le parezca genial, pero un momento después mi teléfono suena en mi bolsillo y asumo que es el.
—Envíame un mensaje de texto con tu dirección mañana—
—Henry— ladra un voz y doy un salto. Ambos nos volvemos y vemos a Knox asomándose por la puerta. —¿Terminaste aquí? Aún tenemos que llevar el arte a casa de Andy. Hola, Alana— Asiento, porque no tengo idea de como actuar.
—Hey. Gracias por supervisar los pasteles—
—Por supuesto— El asiente y luego mira a Henry.
—¿Vienes?— el pregunta a Henry.
Me gusta Knox. No lo conozco muy bien, pero no se molesta mucho en charlar y le gustan los animales, así que estamos bien.
—Por supuesto— dice Henry, se levanta de la pared y me saluda con la cabeza.
—Cinco. No olvides tu dirección— Se aleja sin esperar confirmación mientras Knox mira de el, a mi y luego de regreso, con el rostro lleno de preguntas pero ninguna de ellas llega a sus labios. Los dos se van y finalmente respiro profundamente, me tapo la cara con las manos y enrosco los dedos en mi cabello. Quizás podría lanzarme al sol.