Capitulo XIV

928 Words
Beatriz siempre tuvo pocos enemigos. Poseía una gracia y un don encantador que difícilmente provocaba en los demás odio. Teresa le había dicho que tenía mucha facilidad para atraer almas sinceras. Pero sus comportamientos rebeldes últimamente le habían traído mala fama. Para aminorar todo ello se quedaba todas las tardes, a la hora de la salida, arreglando y limpiando las aulas. En cierta ocasión, mientras limpiaba el escritorio de una maestra, observó el sobre de una carta. Estaba apilada sobre otros manuscritos de su maestra. Como no había nadie, la intentaba abrir dentro de la misma aula. Estaba amarrada con unos hilos muy finos y resistentes. En esto tardó mucho tiempo. Al lograr desatar todos los nudos, observó el rostro extraño de una compañera, fuera de su salón, por la ventana. Se asustó y creyó que la había estado observando allí por largo rato. Sin vergüenza, se acercó a la ventana y cerró las cortinas para que no la viera. Ahora sí estaba completamente encerrada. Al abrir el sobre, se encontró con un pergamino de unos 100 cm. de largo que decía: "Beatriz y Teresa. Ambas sean malditas, malditas, malditas..." Y así, la palabra "maldita" se repetía por cientos o miles de veces, porque la letra era muy pequeña y estaba escrito lo mismo a ambos lados del pergamino. La letra parecía hecha con sangre. No sabía si la sangre era de una persona, de un animal, o de algún otro ser. Beatriz se asustó mucho. Mientras tanto, tocaba sus amuletos de protección, porque sentía que la carta estaba cargada de maldad y odio. Le parecía algo muy ofensivo, casi un delito. Su autoestima estaba muy herida y creyó que una buena parte del curso o del colegio la odiaba. Pero este odio también estaba repartido hacia su amiga y esto la intrigó. Al tratar de dormir no dejaba de escuchar una voz repitiendo: "Beatriz y Teresa, malditas, malditas...". Pensó que el sonido de la voz correspondía a su agresor. Al día siguiente se lo mostró a Teresa, ella notó que la carta había sido rasgada con uñas o alfileres. Teresa la calmó. —Tienes que saber algo, no somos moneditas de oro para caerle bien a todo el mundo¹ —Yo sé. Pero el odio que estoy recibiendo me parece algo muy injusto ¿Sabes? Desproporcionado. Yo nunca le he hecho nada malo a nadie—le decía mientras lloraba. —Mi querida Beatriz, te voy a dar un consejo de monjas: Soporta, de manera paciente, estas pruebas. Porque fortalecen el alma y el carácter. —¿Que clase de pruebas son estas? Sobrepasan mi capacidad para soportarlas. —No digas eso. Con el tiempo entenderás—le dijo—Mírame, soy quién, alguna vez, decidió perdonarlo todo². Y era cierto, a Teresa nunca la vió flaquear ante atentados contra su autoestima o dignidad. Suponía que en su anterior colegio, las pruebas debieron ser enormes. Y por eso se había vuelto así. —Esto realmente es algo malo. Y viene con toda la mala intención. Mira, estos rasguños son prueba de que realmente intentaron hacerte la maldad. O es brujería—le dijo Teresa. Pero el autor del pergamino seguía siendo un enigma. Decidieron investigarlo a fondo. Teresa le sugirió que, antes que nada, no levantara sospechas sobre nada. Que, de manera sutil, observara las miradas de sus compañeros y maestros, sus expresiones. Estudiaba la naturaleza humana de cada uno de ellos. Por la meditación profunda, sentía que tenía una especie de detector de ego, y sentía las intenciones de las personas. También observaba a aquellas personas con malos rasgos físicos, al igual que Ramakrishna, creía que los rasgos físicos influyen en el carácter³. Aún así, no consiguió nada. Porque creía, además, que la capacidad de las personas para ocultar cosas era demasiado grande, no podía con la hipocresía humana, era inagotable. Por sus habilidades psíquicas podrán imaginar que desentrañar este misterio era fácil, pero no. En este caso específico, la fuerza del enemigo debió ser muy poderosa, porque aún con todas las potencialidades del alma de Beatriz, no logró descifrar por mucho tiempo este enigma. La mayoría de sus compañeros la trataban bien y tenían un buen concepto de ella, la incluían. Por este motivo, se le dificultaba en gran medida, ver las malas intenciones. Además, incluso de los más malvados, se había ganado su amistad. —¿Por qué necesitamos encontrar al malhechor?—le preguntó Beatriz a Teresa, cuando las aflicciones -generadas por la carta- habían disminuido. Aunque Beatriz era muy perceptiva, no tenía la habilidad ni la experiencia de Teresa para resolver este tipo de problemas. —Porque esto es un tema serio. Alguien tiene esos sentimientos hacia ti. Esto no es algo que deba tomarse a la ligera. Esa noche, después de varios días transcurridos del sueño donde escuchaba su nombre y el de su amiga ser maldecido, volvió a escuchar la misma voz, pero, en esta ocasión, pudo ver su presencia. El problema se volvió más complejo, porque no era un ser humano, sino un demonio el que ahora gritaba su nombre. —Mira, creo que el ser que te maldice por las noches es alguien de tu curso. Un demonio en cuerpo de persona—le dijo Teresa, aunque Beatriz ya lo había intuído, con la observación de Teresa quedó completamente convencida. Ahora, con la presencia demoníaca en su curso, temió profundamente volver al colegio. Que tu lugar de estudios sea una auténtica pesadilla, lo consideró un crimen peor que el bullying. Las batallas ahora no eran físicas, sino espirituales.
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