Capitulo XVI

1229 Words
Finicio entró de inmediato al baño y vió el cuerpo de Beatriz fuera de la cabina, con la cabeza dentro de la misma. Era como si sabía todo lo que había sucedido. Se percató de la forma de su cuerpo, notó que no era una niña, sino una adolescente. Su cuerpo estaba sucio por los ataques, había poca sangre. Lo notó delgado, proporcionado, delicado y elegante. —Esto no es normal, debe ser obra del demonio—dijo Fenicio para sí, al ver que tenía unos rasguños extraños en su cuerpo. A pesar de la violencia del ataque, su rostro aún conservaba una finura angelical. Él mismo, con sus fuerzas, sacó la puerta de la cabina del baño. Lo hizo de un modo que no lastimara el frágil cuello de Beatriz. Fenicio nunca pensó en buscar ayuda de los demás. Se quedó por un rato contemplando su rostro , mientras yacía en sus brazos. Por razones desconocidas, no le preocupaba si ella estaba al borde de la muerte. Solo la miraba. —¿Que es este rostro? ¿Y ese cuello? Parecen más delicados que los miembros de un cisne—dijo Fenicio. Y es que el rostro de Beatriz parecía emanar una energía de santidad. La levantó del piso y la cargó. Beatriz recobró el conocimiento, se sentía débil y mareada. Se encontraba en casa de Teresa. —¿Qué sucede?¿Dónde estoy?—preguntó Beatriz, como no consciente de las cosas de su alrededor. —Beatriz, al fin volviste. Creía que te habías ido—dijo Teresa, muy calmada. Como comportándose así para no preocupar a su amiga. Le tocó la frente y dijo: —Parece que ha bajado. Sí, la fiebre está por desaparecer—y le dió un vaso de agua. Beatriz notó la presencia de otra persona en la habitación contigua a la que estaban. Teresa ingresó en la otra habitación y dijo: — Si te vas a ir, no te preocupes, ella está mejor. —Dale mis mejores deseos ¿ok? —Ok—le dijo Teresa con una sonrisa. El chico salió de la casa de Teresa. Teresa se acercó nuevamente a la habitación. Beatriz la miró y le preguntó en voz baja: —¿Quien es él? —Ah, es el chico que te salvó. —¡No me digas!—dijo con la voz más fina y silenciosa que pudo soltar—Espera, ven, acércate. Dile que venga. Teresa corrió hacia Fenicio y lo hizo entrar nuevamente a la casa. Al acercarse a Beatriz, ésta se sonrojó y le dió las gracias. —No es nada, tranquila. Cualquier persona en mi situación, haría lo mismo—le dijo Fenicio. —No se si cualquier persona, pero gracias—dijo Beatriz—Tengo una pregunta ¿Cómo supiste que estaba ahí? —Bueno, un fuerte impulso me hizo entrar. Ni yo lo sé, quien sabe, quizás fue el destino—dijo mientras le sonreía. Beatriz se puso aún más nerviosa. —Haber chiquillos, si quieren, les doy espacio para que se conozcan—dijo Teresa —No no—dijo de inmediato Beatriz—el joven ya se va. Buena suerte, y que la pases bien. Estoy en deuda contigo. Fenicio se despidió y se esfumó, dejando una estela de humo por su moto. —No sabía que él estaba aquí ¿Por qué no me dijiste?—dijo Beatriz. —¿Que importa? Ya se conocen. —¿Realmente él me salvó? —Absolutamente, creo que ni yo lo hubiera hecho mejor—dijo Teresa con una mirada pensativa. —Ahora si ¿Que te pasó? —Si te cuento creo que no me creerás—dijo Beatriz con la voz muy baja. Beatriz le contó a Teresa cómo la entidad había intentado estrangularla y quitarle la energía. Teresa la escuchaba con una mirada de preocupación. En los días posteriores el estado de salud de Beatriz empeoró. Había dejado de asistir a su colegio, lo hizo por consejos de Teresa. —Ese colegio tiene una energía extraña. Y por el nivel de conciencia que has alcanzado, no es bueno para ti. Además ves más y sientes de manera diferente. Es mejor que -por ahora- evites estar allí. Beatriz le hizo caso y dejó de asistir, al menos temporalmente. Beatriz solía pasearse cerca del colegio para encontrarse con su amiga. Tenía efecto postraumático por las desgracias sucedidas de manera continua. Estaba esperando a su amiga, observaba el río, caudaloso y hondo, y le dió terror caer. Escuchaba el sonido de las aguas, mezcladas con voces extrañas. Después contempló las enormes murallas del colegio. Recordó los ataques, el joven que recogía agua del pozo, los fantasmas que vigilaban en la noche, el ataque del ser desconocido en el baño, todo. Por el consejo de Teresa, sintió que un peso se lo quitaban de encima, ya que no estaba obligada a asistir. A lo lejos, en una moto, vió a Fenicio. Estaba conversando con dos amigas. Al observarlo, bajó la mirada, y, de inmediato, vió para otro lado. —Hey, hola ¿cómo estás?—dijo Fenicio. Al notar su presencia se acercó rápidamente. Beatriz lo saludó. —¿Por qué estás aquí, en este lugar tan peligroso?— le dijo. Y es que Beatriz estaba cerca de un precipicio, a punto de caer al río que delimitaba el colegio. Al notar que no usaba uniforme, bromeó: —No me digas que ya te expulsaron—Fenicio se empezó a reír—No no. No me malinterpretes. Es solo una curiosidad, porque veo que no usas uniforme—le dijo mientras su mirada parecía penetrar sus ojos. —Solo estoy de paseo. Vine a contemplar este hermoso paisaje. Y si, ya no estoy en el colegio. —¿Me dirás por qué? —No tengo la obligación de contestarte ¿o si?—se lo dijo con una voz bajita, como para no lastimarlo. —Oye, solo quiero saber— Ambos se quedaron callados. Apareció, como de sorpresa, Teresa. —Hola ¿me podrías decir de dónde diablos vienes? ¡dime! Porque tú paradero siempre es incierto—dijo Fenicio en son de broma a Teresa. Para seguirle la corriente, ella le contestó: —Como nunca nos vemos, es obvio que no sabes nada sobre mí—Todos empezaron a reírse, porque hasta Beatriz sabía que ambos estudiaban en la misma aula. —¿Y que hacen aquí?—preguntó Teresa. —El problema es Beatriz, que no me quiere decir por qué la expulsaron—dijo Fenicio. —Shhh. Aqui no hablen de eso, vámonos más lejos si quieren conversar—dijo Teresa, ella creía que, en un colegio como ése, hasta para decir una palabra había que tener cuidado. Ambas se subieron en la moto de Fenicio. Beatriz iba detrás del cuerpo de Finicio, notó sus grandes espaldas y se sintió incómoda. Fenicio tenía un cuerpo musculoso, atlético. Llegaron a un lugar apartado. Veían el paisaje del colegio a lo lejos, desde una zona más alta. El camino recorrido estaba marcado por una carretera empedrada, las piedras parecían hechas con una precisión extrema, que las hacía encajar una a otra de manera precisa. Tanto Beatriz como Teresa no sintieron ni un leve movimiento brusco durante el viaje. Fenicio sugirió que el colegio, antes que un castillo, parecía una iglesia medieval.
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