Teresa escuchaba atentamente el tono disminuir de la voz Beatriz, provocada por los recuerdos. Ella finalizó su relato diciendo:
— Después de ver a ese horrible demonio, desperté en una cama. Creía que todo era un sueño, pero comprendí que no. Eso realmente pasó. Estoy confundida. A veces pienso que Ricard pertenece a esa energía oscura, a la
que siempre he temido, y, por eso ahora, mis visitas a su hogar son más esporádicas—dijo, su mirada pensativa y distante, parecía perdida en el centro de la pista de atletismo, ubicada en el centro del colegio.
Eran tal la distancia -de la que estaban apartadas de los demás estudiantes- que parecían perderse, viendo a lo lejos una gran ciudad. El paisaje era algo grotesco, era como vivir en la Edad Media. Las murallas de piedra que delimitaban el colegio eran gigantescas. Los edificios de estudio en el centro estaban formados por torres circulares, parecidas a las que hay en Irlanda y Escocia, solo que más anchas que largas, a algunos estudiantes les daba terror entrar a estudiar allí. Las oficinas de administración parecían basílicas, con enormes cúpulas, tenían un estilo gótico.
El modelo de la arquitectura era como de hace 5 siglos. Había un enorme pozo, en el centro de los edificios de estudio. Según cuentan los profesores más viejos, una persona joven se había ahogado en épocas remotas, en los primeros años de la fundación del colegio. Tenían guardias en las cuatro esquinas de las murallas. Hasta la gente vieja parecía de otra época, con sus pellotes encima de las sayas. Beatriz estaba segura que, incluso las costumbre higiénicas, parecían seguir, pues dichas prendas parecían no haberse lavado desde la mismísima Edad Media.
Teresa parecía cómoda en el silencio.
Entonces, Beatriz le preguntó:
¿Tú qué piensas que sea todo eso?
—Gracias por darme tiempo para pensar. He notado que cada lugar tiene una energía particular. Esto es evidente
cuando visito alguna casa de mis amigas. Una casa se impregna de la energía de quienes la habitan. Hay hogares que son más mentales, otros más espirituales, y otros más oscuros. Cuando visito a mis sobrinas, experimento una sensación de genialidad. En su hogar hay mucha energía mental. Este colegio tiene una energía potencialmente mental, por el tema de los estudios. Aunque su atmósfera también es muy mundana. Hay mucho pervertido y depravado s****l en potencia. No me fiaría tanto de personas así. Son, hasta cierto punto, un reflejo de la conciencia colectiva del planeta. Aunque también hay almas elevadas y nuevas. Algo de eso he logrado percibir. Gané este entendimiento al contarle mis experiencias a Ricard. Fue él quien me
ayudó a entender lo que sentía.
Eso es verdad con respecto a personas,
familias, clanes, grupos, y hasta naciones. Por eso place visitar ciertos lugares, o estar en compañía de ciertas personas. Claro, no todos son igualmente perceptivos.
— Pero ¿Qué piensas del tema del demonio?—dijo Beatriz, intentando que sus curiosidades fueran satisfechas, antes de que Teresa se explayara con el tema.
—¡Oye! ese es un buen título para un libro. El tema del demonio¹.
—Disculpa por cambiar de tema.
—¿Por qué te disculpas? Una conversación va donde va una conversación²—dijo Teresa—El padre de Ricard debe estar recibiendo -de modo directo o indirecto- influencia de ese demonio. Estos seres se pegan a hogares o personas, cuando éstos, experimentan emociones oscuras, intensas. No es de extrañar que alguien muy lujurioso, atraiga cierto tipo de entidad. Ellos se alimentan de las energías oscuras que experimentan los seres humanos. El padre de Ricard pudo haber tenido un bajón emocional relevante, y alguna entidad oscura entró en su aura. El recibe influencia parcial de ese demonio. Tener arrebatos de ira, dolor, tristeza, sufrimiento, es obra del demonio.
—Eso explica todo. Porque esa familia está atravesando pruebas de naturaleza emocional tremendos, pero ¿por qué se apoderan de las personas?
— Este no es un planeta de luz³. Aquí hay más oscuridad que luz. Fíjate, cuando algo malo sucede, esa entidades están al acecho. En cambio, cuando algo bueno pasa, es como si todo se alineará para que el bien no perdure por mucho tiempo. La gente se deja influenciar más por el mal, que por el bien. También, naturalmente, les atrae más las malas noticias, que las buenas.
Sin siquiera notarlo, estaban muy cerca del anochecer. Habían pasado como cuatro horas conversando. Teresa le hizo subir las murallas gigantes. Para ella no era tan difícil, porque conocía un método para hacerlo. Los límites del colegio eran tan poco concurridos por los estudiantes, que las autoridades habían arrojado algunos neumáticos en esa zona. Apilaron, de manera muy precisa, muchos neumáticos, y crearon una torre para poder subirse. Teresa, por tener más experiencia, la ayudó a subir primero. Parecía una escalera que se dirigía al cielo⁴.
La vista era espectacular, podían ver una buena porción de la playa. El mar parecía brillar. A lo lejos, lograron observar a unos delfines. Como Teresa tenía el oído más agudo, logró escuchar los silbidos de frecuencia modulada que producían. Los delfines también brillaban. Los miró por largo rato. Creyó que se trataba de una señal que su amigo trataba de enviarle.
Era tan tarde, que, al bajar, notaron que ningún profesor o estudiante estaba en el colegio.
Beatriz había estado inquieta al subir las murallas, porque vió cuatro guardias antes de que anocheciera. Los vió flotar. Parecían fantasmas que protegían el gigantesco colegio, con forma de castillo. No sólo flotaban, a uno lo vió volar. Crystal experimentaba sensaciones extrañas, y creía que esto era demasiado. Quería que su vida se calmara. Estas entidades extrañas no eran los guardias. Eran otra cosa. Además, los guardias subían a las esquinas de las murallas en otras horas.
Al bajar abrazó fuertemente a Teresa. Creía que estaba rodeada por energías del mal. No quería soltarla, estaba a
punto de llorar.
—¿Que ocurre?—dijo Teresa de manera compasiva, mientras sentía el cuerpo de su amiga temblar.
Beatriz no quería soltarla, no quería ni abrir los ojos. Al ir ganado progresivamente confianza, observó que, en la oscuridad, el colegio parecía más grande. Todo estaba muy oscuro. Se acercaron al pozo, que estaba en la mitad de los edificios de estudio. Se escuchaba como si alguien estuviera sacando agua. Beatriz no quería cerciorarse de nada. Se agarró de la mano de Teresa y, empezaron a correr.
—Ven, no temas—escuchó una voz que venía del pozo
El temor de Beatriz se acrecentó, porque notó que su amiga no escuchaba lo que ella escuchaba.