Vive tranquila

1725 Words
El silencio en ese asqueroso baño era sobrecogedor, quería gritar, mentar madres y salir corriendo. ¿Cómo fui a cometer ese semejante error? —Tranquila, prometemos guardar tus secretos. Soy muy buena guardando secretos, también Maribel lo guardará —me dijo Fernanda, con una forma tan gentil y bondadosa que era casi mágico, a pesar de la situación. Lo que sucedió con su madre y que terminamos en un baño en tan mal estado... ella estaba dispuesta a brindar apoyo. —Claro que guardaré tus inventadas historias. ¿A quién se las contaría? Estoy muerta, aunque creo que ni los gusanos de mi pútrido cuerpo les interese —claro que la respuesta de Maribel no proyectaba el mismo apoyo, pero tenía razón: nadie la escucharía. Por lo que me calmé y guardé las apariencias. —Lo lamento, pero no debería hablar con ustedes. Es más, no debería hablar con nadie —comenté y me puse de pie—. Sería mejor que no volvamos a interactuar. Regresaré a mi lugar en el librero y haremos como que no pasó nada. —No puedes —dijo Maribel con un tono musical mientras flotaba de un lado, acostada con las manos en su nuca. —¿Cómo qué no? —cuestioné, un tanto sorprendida. —No, tranquila, claro que puedes regresar. Yo misma te llevaré —comentó Fernanda, titubeante, con una falsa sonrisa, me ocultaba algo, intento tocarme —¡No! No puede regresar — Fernanda se detuvo en seco, su semblante cambió, su mirada se desvió y un sonrojo le subió a sus mejillas, como si la hubiesen sorprendido en una mentira. Su sonrisa falsa se desmorono como un mazapán mal abierto. —Déjala tranquila, es claro que ella se siente a gusto en el salón —Fernanda defendió y se alejó de mí, volteando a ver a Maribel, ella pensó que no la veía, pero vi cómo le hiso una seña para que Maribel guardara silencio. —Basta de rodeos —exclamé, la duda me invadió y esa rutina de evasivas me irritaba—. ¡Solo dilo! Fernanda se frotó las manos; su nerviosismo era claro. Maribel seguía flotando de un lado a otro. A pesar de su máscara, me la imaginaba con una sonrisa burlona, llena de malicia. —Verás —habló Fernanda, su voz temblaba—. Es que, no, bueno... —hizo una pausa—. Yo, bueno, tú y el salón... —Fernanda daba muchos rodeos. —¡Por la fosa común! —gritó Maribel y se puso frente a mí, traspasando a Fernanda—. Eres un imán de fantasmas. Llenas la escuela de fantasmas y no dejan ver a Fernanda. Volteé a ver a la chica, quien siguió sin decir nada, tenía las manos tapando sus oídos, dándonos la espalda. —No, esperen, los fantasmas solo aparecen en las noches— protesté para defender mi deshilachada figura —¿No ves los fantasmas en el día? —Maribel se echó a reír, se carcajeaba de un lado a otro, parecía que en cualquier momento su máscara caería —Y, y te crees fuerte —jadeaba entre carcajeadas—. Tienes, tienes a los fantasmas frente a tu carota y no, y no los podías ver. Soy humana, al menos eso es lo que creo. Por lo que hice después no me enorgullece, pero tampoco me avergüenza. La vi flotar mientras se regocijaba, frotándose el estómago por las descaradas carcajadas que expulsaba. Su burla me fue tan intolerable que, sin pensarlo, lancé mi machete con energía espiritual a su estúpida máscara. El golpe fue certero: la máscara cayó de su cara y solo así dejó su mofa. La máscara y el machete llegaron al suelo; mi machete rebotó, pero la máscara traspasó el sucio y orinado piso. Al fin pude ver el rostro de la fastidiosa espanto, y era totalmente distinto a lo que había imaginado. Me lanzó una mirada fiera… o al menos lo intentó; apenas lograba verse tierna. Su cara era redonda, con mejillas suaves y ojos grandes que no sabían mentir. Llevaba el cabello castaño, lacio y con un fleco perfectamente recto que le cubría las cejas, como salido de una foto vieja. Un pasador de plástico en forma de flor, despostillado, sostenía parte de su cabello a un lado. Se lanzó hacia mí a toda velocidad. Con la mano derecha alcanzó algo en su espalda, y para mi sorpresa, sacó una espada. Había estado oculta todo el tiempo bajo una tela café que la cubría como una capa mal puesta. Al desenvainarla, la tela cayó lentamente y atravesó el piso. Fue entonces cuando pude verla completa. Vestía un overol corto de mezclilla azul, desgastado en los bordes, con una playera amarilla de rayas cafés, estilo retro, como las que se usaban antes de que todo se volviera moderno. Las medias blancas le llegaban hasta los muslos, y no llevaba calzado. De uno de los tirantes del overol colgaba un botón metálico oxidado, con la figura casi borrada de un personaje de caricatura, tal vez de esas que pasaban por el canal 5. Una ráfaga helada me envolvió de pronto. Traía consigo un olor tenue a lavanda antigua y naftalina, como el que se escapa al abrir un baúl cerrado por décadas. Era como si la niña hubiera salido directo de ahí… de un cajón olvidado en el tiempo. "No me hará nada, solo me va a atravesar", pensé, y justo mis reflejos reaccionaron, fue como una llamada de alerta. Me agaché tan rápido como pude, pero, aun así, el filo alcanzó a rozar mi sombrero y lo hizo volar por los aires. Eso me asustó más de lo que quería admitir, ¿Esa espada podía interactuar con el mundo físico? Sin perder un segundo, salté desde el lavabo y caí al piso con torpeza. Luego di cuatro saltos más, torpes pero urgentes, tratando de compensar mi falta de habilidad, hasta que por fin alcancé mi machete. De nueva cuenta, Maribel me atacó. Esta vez la bloquearía con mi machete blindado con energía espiritual. Me encontraba en el piso, boca arriba, sosteniendo el machete con mis dos hebras de manos, esperando tener la fuerza suficiente como para frenar el filazo de Maribel y su peso. Cuando ambos filos se encontraron, no pasó nada, mi poca fuerza fue suficiente. La cosa es que ella no tenía nada de peso. Creí que terminaría aplastada en ese sucio piso por el peso. —Solo por culpa de ese estúpido juguete de madera —habló enfurecida e intentaba imprimir más fuerza. —¿Cómo puedes interactuar con el mundo físico? —Simple —comentó mientras mantenía la misma postura—. Baja tu estúpido juguete y te lo muestro, con mucho placer. Sin mucho esfuerzo, me puse de pie, empujando la espada, haciendo que Maribel retrocediera. Flotaba como un globo. Nuevamente intentó atacarme; fue fácil bloquearla. Atacó varias veces; era terrible con la espada. Movía la espada de un lado a otro como una maniática, sin técnica. Parecía una bebé con una cuchara. —Maldita muñeca de trapo —me decía, preparada para a****r de nuevo. Enseguida, escuchamos a Fernanda llorar. Y así sin más, Maribel dejó de atacarme, abandono la pelea, sin pensarlo dos veces y se acercó a su amiga, dejando caer la espada, que atravesó el suelo, e ignorándome por completo. —Tranquila, tranquila —le dijo a Fernanda con una voz suave—. Debes entender que a veces las personas no se llevan bien, sin importar cuánto lo intenten. Como la vez que conocí a Allison. Esa mujer no era del todo mala, pero me robó la vida que yo quería vivir. Aún recuerdo la primera vez que nos vimos. Fue una gran sorpresa. Es decir, ella no podía ver espíritus, pero, aun así, me vio. Yo entré a su casa para poder ver a mi Alan, y ella, al verme, se me acercó e intentó tocarme... —¿Qué diablos pasa aquí? —pregunté algo confundida. Mantenía mi arma en alto. —Ella, ella… intenta dis-dis-distraerme —contestó Fernanda a sollozos y tartamudeando—. No, no... —No puede calmarse —completo Maribel, me quedé viendo a la espectro, quien parecía avergonzada, como si mostrar apoyo fuese penoso. Fernanda lloraba más, gradualmente; en verdad parecía que ella quisiera parar, solo que eso le hacía soltar mucho moco en una cara enrojecida. —Lo entiendo. Sé cuándo tu cuerpo te puede fallar, sin que importe la fuerza de voluntad —comenté. ¿De nuevo iba a lanzar mis verdades sin control? No, esta vez sería agrade. —La verdad es que yo no soy solo un espíritu atrapado en una muñeca. Esta solo es una forma que no gasta energía. Este cuerpo se llama titinetl; es un organismo biológico —comente, sin esperar que ellas me creyeran —Usaron mi "sangre" para crearlo y, además... —hice una pausa, como si suspirara. Claro que eso es imposible. No estaba segura de que ella pudiese digerir algo tan rebuscado, aunque posiblemente era yo la que no estaba preparada para "soltar la sopa"—. Puedo cambiar. Al mencionarlo, Fernanda se notaba más calmada, con simples sollozos. —Puedo ser un arma llamada “Dulce” o regresar a ser una humana. Fernanda guardó silencio por completo. Sus llorosos ojos se abrieron tanto que temí que se ensuciaran al caer al suelo. —Hazlo —habló la chica—. Quiero conocerte como humana. Se me acercó e intentó sostenerme. —Lo lamento, solo lo haré en una verdadera emergencia. —Claro que no puede, solo te está mintiendo —la torpe fantasma habló. Enseguida desapareció, traspasando el piso—. Eso suena más a un cuento. Seguía hablando a pesar de no verla. Era claro que estaba buscando su espada, por lo que me puse en guardia. Apareció del suelo, lejos, muy cerca de un cubículo. Ya tenía su espada en la espalda y se acomodaba su máscara. Era claro que no quería volver a pelear. —Escucha, Fernanda —hablé, sin quitarle la mirada a Maribel—. Entiendo los problemas en los que te he metido por mi mera presencia en tu escuela. Créeme si te digo que no fue mi intención. He tomado una decisión y dejaré la escuela. Tú vive tranquila.
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