Capítulo 30. Siembra una pequeña duda y triunfaras. En medio de ese caos que la rodeaba esta Enzo, él era la única constante que no flaqueaba, y todo era por ella, aunque Sol no lo supiera. La noche no terminó con promesas, ni con pactos. Terminó con cuerpos entrelazados, con caricias que buscaban hacerlos olvidar lo ocurrido, con pasión y a la vez cuidado de no dañar lo ya herido, con palabras que buscaban sanar más que poseer, con susurros que no necesitaban explicaciones. Por unas horas, Sol no fue una Valetta. Por unas horas, ella solo fue una mujer. Una que se sentía viva… por fin. Y mientras en la ciudad las sombras seguían moviéndose, en la mansión se fraguaban traiciones y venganzas, solo en ese apartamento silencioso, dos enemigos convertidos en aliados respiraban como si el

