En la oficina se encontraban solo las personas que eran importantes para los novios. Imelda con su flamante esposo, Antonio. Miguel el capataz de Jairo. Madeleine y el juez de paz. No se invitó a nadie más para mantener el secreto de la boda y así evitar que Tabora hiciera algo para impedir la unión de Jairo y Mercedes, o hasta el mismo padre de la novia inducido por Magaly. El juez de paz se limitó a seguir las ordenanzas. —Señorita Mercedes Pedroza, ¿Acepta usted al señor Ucheke como su legítimo esposo?— pregunto el juez de paz. Ella con una tímida sonrisa sonrió. —Sí, acepto— dijo sin dudar en ningún momento. El rumor en la pequeña oficina era de expectación, en otro de alegría y en muchos de sorpresa. —Señor Jairo Ucheke, ¿Acepta usted a la señorita Mercedes Pedr