Mercedes echaba fuego por los ojos, la boca, por todos lados. En eso momentos ingreso Madeleine a la habitación para ayudarle a empacar la ropa de viaje de luna de miel y la encontró en un estado tan deplorable y trato de suavizarla y solo consiguió pincharse con las púas de la mujer furiosa. —Por favor, cariño, no hables así— dijo la mujer mayor que no sabía cómo contener aquel desbordo de furia— él solo quiere… —Solo quiere que yo este para su cama— dijo molesta— él vio que yo me derrito en sus manos y se va a aprovechar y luego me dejara como si yo fuera un maldito trapo viejo y usado. Madeleine no comprendía el porqué de aquella furia. —No cariño no digas eso. El profesor…— la miro y vio sus mejillas rojas. —Tu profesor dijo eso anoche. Que iba a tomar lo que yo le diera