Entre la penumbra del silencioso lugar, unos zapatos ajenos resonaban con cada paso para subir las escaleras del conocido edificio. Cómo una sombra aterradora pasaba la punta de sus dedos a través de las desgastadas murallas y puertas, recorriendo el frío palpable de cada una a su gusto. Hasta que se detuvo en seco, inhalando profundamente el reconocido aroma de quién buscaba. La sonrisa que delineaba ese desconocido rostro en dirección a cierta puerta era, una total mueca macabra. —Te encontré. —susurró cantarín, en tono bastante tétrico. Así como llegó en medio del follaje nocturno, se fue tarareando satisfecho por su descubrimiento mientras que, el eco de sus pasos era lo último que se escuchaba en la fría noche presente. Solo el pasillo de ese preciso piso, supo la presencia de a

