Kian Me adentré en ella. Ah, se sentía perfecta. Todo en ella era perfección. Poco a poco se fue ajustando a mi tamaño mientras la llenaba, estirándola, y me tomé mi tiempo para hacerlo, enjaulándola con mis brazos, sin prisa. Me mordió el hombro mientras me recibía y apoyó sus manos en mis caderas. Inclinando la cabeza junto a la suya, comencé a moverme con un ritmo constante, follándola suave y lentamente. —Dios, eres preciosa —susurré entre embestidas, sintiendo cómo se apretaba a mi alrededor—. Amo tus ojos —continué con voz ronca, disfrutando de sus suaves gemidos—. Tu cabello, tu piel, tu vientre, tu ombligo, tus piernas, todo tu cuerpo. Todo de ti. —Aumenté un poco la fuerza—. Amo cada centímetro de ti… Eres todo para mí. —La embestí más profundo—. No solo eres perfecta, eres per

