ZAYN Golpeando el suelo con el pie, furioso, bajo mi escritorio, observé a Aria salir del despacho, balanceando esa figura perfecta de reloj de arena que siempre parecía enfundada en los vestidos más tortuosos y ajustados. En cuanto desapareció de mi vista, no pude soportar ni un segundo más sentado. Salté de mi silla y empecé a pasear por la habitación. Sabía que me había reconocido. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pero escucharla admitirlo solo lo empeoraba. Estaba haciendo esa mierda a propósito: todas esas miradas, gestos y provocaciones destinados a volverme loco. No creía que intentara que me despidieran, pero quizá disfrutaba del peligro prohibido. ¿Estaba probando hasta dónde podía empujarme? Mierda, estaba funcionando. Mi incapacidad para ser inmune a sus coqueteos sutiles era tan fru

