BASTIAN
Toqué el timbre.
La puerta se abrió poco después, y me sorprendió ver que era mi padre quien estaba allí. Usualmente era Willette, la ama de llaves, quien me recibía cuando pasaba por la casa.
—Bastian, hijo, pasa. —Papá se hizo a un lado para invitarme a entrar.
—Hola, viejo. ¿Está mamá?
—Sí, está en la cocina. Pero no te preocupes, le dije que estaríamos en el despacho.
—Gracias —respondí, y nos dirigimos hacia allí.
Hacía tiempo que no entraba en su estudio privado. Cuando llegamos, papá me indicó que tomara asiento en la zona del salón, mientras él se acercaba a la mesa donde guardaba el whisky. Un recuerdo cálido me golpeó: fue en este lugar donde nació mi gusto por el escocés. Mi padre siempre servía un vaso a cualquiera que invitara aquí, y normalmente era para hablar
