ROSE Odio a ese tipo. Lo odio. Lo odio. Un día, lo juro, iba a empujarlo por el hueco del ascensor. El pequeño intercambio de insultos entre Bastian y yo continuaba. Durante los días siguientes nos habíamos irritado mutuamente, y no íbamos a olvidarlo. Al menos yo no. Aún me molestaba que él hubiera pensado que siquiera consideraría actuar como su prometida. La idea era infantil, imprudente, y nada como yo. Cuando lo veía por el edificio, lo fulminaba con la mirada, y él solo me devolvía su sonrisa egocéntrica, como si supiera algo que yo no. Una mañana iba tarde. Había reunido mis cosas apresuradamente, cerrando y asegurando la puerta tras de mí. En mi prisa, no tuve tiempo de comprobar si había cerrado la ventana del baño que daba a un balcón compartido, o si estaba entreabierta. Es

