ZAYN
Para la tarde siguiente, el incendio había alcanzado proporciones enormes. Era jodidamente inmenso. Me había apresurado a revisar los currículos que llegaban poco a poco y realicé algunas entrevistas telefónicas. Habían pasado de fracasos épicos a algo casi cómico de tan trágico. El reloj avanzaba sin piedad. Si no encontraba algo pronto, todo el acuerdo estaría peligrosamente cerca de venirse abajo.
Le pedí a Bernadette que organizara una reunión con nuestro director ejecutivo, el señor Sutherland, padre de Bastian y Kian.
Acudir a él por ayuda no era algo que disfrutara. Lo detestaba. Pero sabía que lo comprendería, dadas las circunstancias. Por suerte, parecía estar de buen humor cuando su secretaria me hizo pasar a su oficina.
—¡Zayn! Qué gusto verte. Toma asiento —me indicó,
