ANUNCIO DEL COMPROMISO

1545 Words
En el majestuoso salón del castillo, los reyes se acercaron a la princesa con solemnidad. Con miradas serias, compartieron la noticia que cambiaría el destino de la joven heredera. —Querida princesa, con gran cuidado y consideración, hemos decidido comprometerte en matrimonio con el príncipe Juan Montecruz de Ardenia —anunciaron, mientras la princesa les escupía el agua que estaba bebiendo. —El maestro de etiqueta ha fallado contigo, cada vez tienes menos modales. Era urgente que consiguiéramos un candidato antes de que tu fama de personalidad robusta y ordinaria se extienda por todos los reinos. —¡No! De ninguna manera, mi corazón no puede albergar amor por quién solo ve su propio reflejo y menosprecia a los demás. He oído hablar barbaridades de ese “apuesto y flamante” esposo que me han elegido. El rey Leónidas de inmediato advirtió: —Querida Eleonora, entiendo que los asuntos del corazón puedan tocar tu alma, pero debes comprender que las convenciones reales trascienden cualquier sentimiento personal. Nuestro reino requiere estabilidad y alianzas estratégicas. Las decisiones que tomamos no deben ceder ante emociones individuales. Las obligaciones reales deben prevalecer sobre cualquier deseo personal. Es nuestro deber asegurar el bienestar de nuestro reino, incluso a expensas de los sentimientos personales. ¡Esa es la carga que llevamos como monarcas! —dijo el rey dejando claro que las expectativas y deberes reales estaban por encima de los anhelos individuales de su hija. La reina Seraphina, con mirada serena pero firme, también informó sobre la inminente boda: —Eleonora mía, lamentablemente, no hay marcha atrás. El arzobispo Benedicto ha otorgado su bendición y ha fijado la fecha para la boda en ocho días. Las decisiones han sido tomadas y las alianzas se han establecido. Ahora, es nuestro deber seguir adelante y cumplir con las expectativas reales. Las palabras del arzobispo han sellado nuestro destino y debemos enfrentar este camino con la dignidad que nuestra posición demanda. —Con estas palabras, la reina dejó claro que las circunstancias eran irrevocables y que la princesa Eleonora estaba destinada a cumplir con las obligaciones establecidas por las decisiones reales y religiosas. Al recibir la impactante noticia de que nadie podía salvarla de casarse con un hombre narcisista e inmaduro, la princesa Eleonora sintió una tormenta de emociones en su interior. En su mirada, antes serena, ahora se reflejaba la sorpresa y el desconcierto. Sin embargo, enfrentó a sus padres en busca de comprensión: —Queridos padres, entiendo la importancia de las alianzas y las normas que rigen nuestro mando. Sin embargo, les ruego que consideren mi felicidad y por ende la del reino. Hay otros caminos para fortalecer nuestra posición sin sacrificar mi bienestar emocional. Permitan que mi voz sea escuchada, que mi corazón guíe nuestras decisiones. Les imploro que consideren la posibilidad de buscar un acuerdo más equitativo que beneficie la armonía y la cooperación con otros reinos, sin forzar un matrimonio que va en contra de los dictados del corazón —No hay nada que discutir. Es una decisión real —dijo con austeridad el rey Leónidas. Una mezcla de incredulidad y resignación se apoderó de ella mientras absorbía la realidad de su destino impuesto. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, comenzó a gestarse una rebeldía silenciosa. La chispa de la determinación brilló en sus ojos, indicando que, aunque sus padres habían trazado este camino para ella, encontraría la manera de desafiar las expectativas y forjar su propio destino, incluso en contra de un matrimonio con un hombre tan inapropiado. *** Al día siguiente en el esplendoroso salón real, los reyes, con una determinación palpable, anunciaron la decisión de celebrar una grandiosa fiesta para proclamar el compromiso de la princesa Eleonora con el príncipe de Ardenia: —Anhelamos compartir la alegría de esta unión con todos nuestros aliados y vecinos cercanos —proclamó la reina Seraphina con una sonrisa que apenas ocultaba la tensión en su mirada. Se aseguraron de extender invitaciones a los monarcas de los reinos y países circundantes, buscando solidificar alianzas y demostrar la fortaleza de la conexión entre Ardenia y su propio reino. La anticipación de la festividad real flotaba en el aire, mezclada con las expectativas y la incertidumbre que rodeaban el compromiso de la princesa. La princesa Eleonora necesitaba desahogarse, así que llamó de inmediato a su guardaespaldas personal y le ordenó: —Sir Aldric, necesito que traigas a Lady Evangeline de inmediato. Tengo asuntos urgentes que discutir con ella. Su leal guardaespaldas que en secreto estaba prendado de su belleza accedió: —Por supuesto. Su Alteza, ¿desea que la busque personalmente? —Sí, por favor. Asegúrate de que esté informada sobre la urgencia y que venga preparada para una conversación discreta. Por el momento solo en ella que era su confidente en temas emocionales y también era su mejor amiga, podía confiar en ella la angustia que estaba sintiendo en su pecho. —¡He venido tan rápido como he podido! ¿Cómo puedo servirte, su majestad? —interrogó la joven antes de que Eleonora se hundiera en llanto y le contara lo de su compromiso con el príncipe Juan Montecruz. —¡Oh, por todos los cielos! ¿Realmente piensan que ese príncipe es el indicado para ser tu esposo? —Tal parece que así lo conciben y no quieren desistir de la idea, solo me quedan ocho días antes de la boda. —¡Es una decisión equivocada! Ese príncipe tiene un toque más ególatra que el de un campo de flores. Apuesto a que se mira en el espejo más de lo que come. ¿No pudieron encontrar a alguien más interesante? —Me conoces, sabes que no compagino con ese hombre, crees que, ¿habrá algo que yo pueda hacer para facilitar la situación? Estoy preocupada por la presión de mis padres para que me case. No sé cómo lidiar con esto. Evangeline se caracterizaba por buscar soluciones sencillas así que propuso: —Querida Eleonora, la solución es simple. Contrata a un hombre dispuesto a contraer matrimonio contigo de inmediato a cambio de una sorprendente suma de dinero. Deja que la prisa haga su magia y sorprenderás a todos. —Evangeline, eso no es correcto. Pero, ¿en serio crees que eso funcionaría? —¡Absolutamente! —Tu consejo es intrigante, pero no es tan fácil, el arzobispo no accederá a que cambie de novio. Lady Evangeline y la princesa Eleonora se retiraron a su sala privada conspirando ideas ingeniosas para evadir el matrimonio. *** Se llegó el día en que anunciarían el compromiso con los príncipes de ambos reinos. Eleonora estaba angustiada porque no encontraba la solución a su problema. La reina Seraphina hizo venir de inmediato al maestro de etiqueta para que le repasará algunas normas protocolares en la fiesta de anunciación del compromiso. —Eleonor. Recuerda mantener siempre una sonrisa radiante durante la fiesta. —Claro, maestro. ¿Algún consejo especial? —Al saludar a los invitados, realiza una venia elegante. Y cuando estés con tu prometido, toma su brazo con gracia. —Hizo una pausa y luego prosiguió—. Saluda con un “encantada” y una inclinación ligera de la cabeza. La elegancia es la clave, Eleonor, recuérdalo siempre. —Lo tendré en cuenta. —Ella conocía de memoria todas esas reglas, pero intentaba parecer asombrada porque la Reina Seraphina estaba vigilando constantemente las clases del maestro de etiqueta y no quería que por alguna imprudencia de ella lo dejarán sin trabajo en la corte. —Eleonora, recuerda que en la fiesta es importante mantener una actitud reservada. Evita mirar a otros hombres a los ojos de manera prolongada. —¿No puedo hacer contacto visual con nadie más que mi prometido? —Puedes hacerlo, pero de manera breve y sin dar lugar a malentendidos. La cortesía y la elegancia son esenciales. Ese era el aspecto que tanto había estado buscando, sonrió y añadió: —Entendido, maestro. Seré cuidadosa con mis miradas. Con la sala repleta de distinguidos invitados, la expectación se palpaba en el aire. La princesa Eleonor, resplandeciente en su vestido sutilmente ornamentado, se encontraba en el último momento de preparación. El tintineo de las joyas y el suave murmullo de conversaciones elegantes llenaban la estancia. Mientras los invitados aguardaban con anticipación, los expertos sirvientes ajustaban con esmero los últimos detalles de su peinado y ropas, asegurándose de que cada hebra de cabello y cada pliegue del vestido estuvieran impecables. La princesa se preparaba para hacer su entrada majestuosa, lista para deslumbrar a todos con su gracia y encanto en esa ocasión especial. —Eleonora, observo tu semblante y me intriga. ¿Realmente la idea de casarte te hace infeliz? —interrogó Lady Evangeline —¿A qué te refieres? Evangeline, la felicidad es un sentimiento complejo. —He notado cierta chispa en tu mirada cuando hablamos de tu prometido. Parece que la idea del matrimonio no te causa tanta desdicha. —Es cierto que hay nervios y expectativas, pero no puedo negar que hay una parte de mí encontró una oportunidad en este compromiso. —¡Eso me reconforta! La autenticidad es clave, amiga mía —dijo Lady Evangeline sin entender verdaderamente las palabras de Eleonora—. Estoy aquí para apoyarte en cada paso, Eleonora.
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