Abro los ojos cuando la luz de la mañana inunda nuestra habitación. Me he despertado junto a Juan, aun abrazados. Me aparto rápido, soy consciente de la gravedad de la situación. Desde mi sitio lo observo detenidamente, permanece dormido. ¡Cómo cambian las personas en diez años! La última vez que lo vi a penas eramos dos niños y ahora estamos aquí arriesgando todo incluso nuestras vidas por una causa que nos supera.
Pienso en Karlos. Ahora debería estar a su lado. Me pregunto cómo estará viviendo esta situación. Acaso, ¿me extrañará?
–¡Buenos días! –dice Juan mientras se sienta en la cama.
–¿Cómo has dormido? –pregunto y me siento también.
–Perfectamente, ¿y tú?
–Bien –añado sin más–. ¿Qué haremos hoy? –pregunto.
–Hoy será el día en que descubrirás de todo lo que eres capaz –contes
