Capítulo 5: Su primer día en palacio

1395 Words
−Alberto, ¿qué ocurre? −Tome asiento por favor. −Me estas asustando –advierto. −He estado del otro lado. El corazón se me agita, no puede venir nada bueno después de esta frase. −Descubrí por una fuente confiable que se están preparando para una guerra. −¿Contra nosotros? –pregunto. −No lo sé. Pero, ¿qué otro enemigo podrían tener? Me llevo las manos al rostro. ¿Una guerra? ¿Ahora? No estoy preparada para volver a ver personas morir. −¿Habrá alguna manera de evitarla? −Puedo investigar. Por ahora creo que lo mejor será comenzar los entrenamientos, debemos prepararnos para lo peor. Me quedo en silencio por unos segundos. −Si usted lo ordena, por supuesto –añade. −Sí. Pero con una condición, no puede obligar a nadie a luchar, deberán ser los habitantes del pueblo quienes elijan por voluntad propia si desean unirse o no. −Como desee. −Su alteza –dice en cuanto me ve marchar−. La boda, deberá celebrarse lo antes posible. Si llega la guerra, Anturias debería tener un rey. −En tres días. La boda tendrá lugar para esa fecha. Necesito este tiempo para hablar con mi prometido antes. −Haré que empiecen los preparativos. Asiento y camino en dirección al sitio donde vi a Karlos por última vez. −Luces bien sobre el trono. −Lo siento –dice y se pone de pie inmediatamente. −No tienes que disculparte, deberías acostumbrarte a estar sentado ahí. De ahora en adelante lo harás muy a menudo. −Aun no me acostumbro a la idea –da unos pasitos hasta que su boca queda frente a la mía. ¡Demasiado cerca! Me roza su respiración. Si sigue viéndome de esa manera no podré responder. −Debes sentirte confundido –tartamudeo. Él asiente con la cabeza, no dice una palabra. Me besa. Se aparta. Sonríe. −Quiero que seas mi esposa. Al reinado tendré que acostumbrarme luego. Había pensado comentarle sobre la posibilidad de que nos azotara la guerra, pero no lo haré. Tiene mucho que asimilar por ahora para atormentarlo con pronósticos que pueden no volverse realidad. −Demos un paseo –propone. Digo que si con una sonrisa y camino a su lado. Llegamos al jardín, donde nos vimos por primera vez. −¿Por qué no me dijiste que eras la princesa desde un primer momento? Suspiro. −Tu no tenías la mejor de las opiniones sobre mí. −Eso fue antes –me interrumpe. −Y ¿qué te ha hecho cambiar de opinión? –pregunto. −Tú −dice−. Elena me he enamorado de ti. Nada de lo que puedas mostrarme hará que me aleje. −¡Cuidado! Hay muchas cosas de mí que ni siquiera yo conozco. −Pues tendremos que descubrirlas juntos. No puedo apartar la vista del rosal. Camino como hipnotizada en esa dirección. Karlos me dice algo, pero no alcanzo a escuchar que. Me sigue los pasos. Me agacho para recoger una rosa que había caído al suelo y esta me transporta. Aquí todo está oscuro, no alcanzo a ver nada a mí alrededor. Una luz blanca acaba de encenderse, camino en esa dirección. Aun sostengo la rosa roja en mi mano. El resplandor me sega. Protejo mis ojos de la luz. −¡Elena! –escucho a lo lejos. −¡Aquí estoy! –grito pero esta persona no cesa de pronunciar mi nombre. −¿Quién eres? –pregunto. −Elena –vuelvo a escuchar. De pronto la luz se apaga y aparezco en mi habitación. Veo a una señora de cabellos rojos parada de espalda a mí. −¿Mamá eres tú? –pregunto asombrada por el parecido. −En realidad soy tu tía –se gira de frente. −No recuerdo que mi madre tuviera una hermana. −Pues aquí estoy –me dice−. Desconoces muchos aspectos de tu madre, va siendo hora de que te enteres. −¿Enterarme, de qué? −De tu otra vida. Te necesitamos Elena. −¿Quienes? –pregunto. Se escucha un estruendo, la señora que dice ser mi tía, cae al suelo. −Debes regresar ya –ordena. −¿Cómo? −La rosa, déjala caer. Pronto enviaré un emisario, te parecerá extraño lo que te diga, pero debes creerle. Asiento y me le quedo viendo. El suelo vuelve a temblar. −La rosa, suéltala. −Aún tengo muchas preguntas –digo. −Te las responderé en otro momento. Ahora haz lo que te digo. Suelto la rosa en el aire. Regreso al jardín donde estaba. Abro los ojos para encontrarme a un Karlos aterrado sosteniéndome contra su pecho. −Estoy bien –digo y me aparto para lograr tomar aire. −¡Gracias a dios! –dice−. Creí que te había perdido, estaba a punto de gritar para pedir ayuda. −¿Ayuda? −No estabas respirando –asegura−. Todo esto es muy raro. −Tranquilo, ya estoy bien –digo. Intento ponerme de pie. Karlos me ayuda y finalmente lo consigo. −¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? −Quizás unos veinte segundos. No los conté, pero estoy seguro de que no supera ese tiempo. −¿Solo eso? –pregunto. Él asiente. Me toma del brazo e insiste que debo ir a descansar. Subimos juntos las escaleras y nos despedimos en la puerta de mi habitación. −¿Nos veremos para cenar? –pregunta. −Por supuesto –contesto−. Karlos, una cosa más. Lo que pasó en el jardín, ¿será nuestro secreto? Se marchó, luego de jurar que no diría nada al respecto. Me preparo para la comida con mi prometido. Desde que mis padres murieron no había vuelto a tener compañía para la cena. Realmente no era algo que necesitaba; pero la idea de compartir este momento con alguien, y encima que fuera con mi futuro esposo, me parecía encantadora. Bajo las escaleras y me lo encuentro sentado en la mesa, estaba esperándome. Su mirada tierna me encuentra en la distancia. Me paro frente a él y arquea sus labios en un gesto de felicidad. −Te ves preciosa –añade. −Tú también –le devuelvo el cumplido. Mientras cenamos un concertista toca el piano para nosotros. Karlos se pone de pie junto a mí y en una reverencia me invita a bailar. Lo tomo de la mano y me dejo llevar guiada por sus pasos. −¿Puedes imaginar cómo será nuestra boda? –pregunto. −Por supuesto –cierra los ojos antes de hablar−. Bailaremos un vals. Habrá comida, bebidas y muchos invitados. Tú bajarás por esas escaleras, vestida de blanco, tan hermosa como siempre. −Alto ahí –lo interrumpo−. ¿Por qué debo vestir de blanco? −Porque es la tradición en las bodas supongo. −Pero, si no me gusta el blanco, si prefiero casarme vestida de n***o o verde o marrón, ¿tendrías algún problema con eso? −¿Yo? –lanza una carcajada−. Por supuesto que no. Tengo la certeza de que te verás hermosa con cualquier vestido que decidas usar. Sonrío y apoyo mi cabeza sobre su hombro, mientras nuestros cuerpos no cesan de girar al ritmo de la música. −Quiero que conozcas a alguien –digo una vez culminada la cena. Lo tomo de la mano y echo a andar medio castillo en busca de Aurora. Toco la puerta de su habitación para asegurarme de que no estuviese allí. La abre. −¡Hola! Lamento molestar tan tarde. Ella se frota los ojos y me invita a pasar. Rechazo la invitación. −Será rápido −aseguro−. No podía esperar a mañana para que se conocieran. Le indico a Karlos que camine hacia donde estoy. Asoma su cabeza por el espacio abierto y le regala a mi amiga una sonrisa. −Príncipe Karlos, conozca a Aurora, mi dama de compañías y además mi mejor amiga. −Mucho gusto –dice y le extiende la mano para saludarla−. ¿Te conozco? –le pregunta. −No creo –contesta ella en tono nervioso. −Dejémosla descansar, mañana podremos pasar el rato todos juntos. Me despido de ella y vuelve al interior de su habitación. Karlos y yo caminamos por los pasillos agarrados de la mano, jugueteando como niños pequeños. −El rostro de tu amiga me resulta familiar. −Debes estar confundiéndola. No hay probabilidades de que se hayan visto antes. Ella nunca se ha alejado de la zona. Karlos se encoje de hombros y hace una maniobra para intentar besarme. Le esquivo el beso y lanzo una carcajada. Unos segundos después, me acerco nuevamente para plantarle yo uno bien grande, en los labios.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD